Aunque diferentes, hombres y mujeres no tendrí­an que ser desiguales: Leda Marenco

Zacatecas, Zac.-  Aunque hombres y mujeres “somos diferentes, no por eso tendrí­amos que ser desiguales”. Habrí­a que romper con las relaciones de poder y jerarquí­a que caracteriza a esta sociedad para romper con la desigualdad, aseveró  Leda Marenco, integrante del Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Nacional de Costa Rica.

Invitada por el Programa de Estudios de Género de la UAZ, para impartir la conferencia magistral “Derechos humanos de las mujeres en Centroamérica: de las luchas cotidianas por la dignidad, el reconocimiento y la igualdad”, la especialista expresó que vivimos en una sociedad caracterizada por relaciones de poder y jerarquí­a entre hombres y mujeres en todos los aspectos  de la vida social: económico, polí­tico, educativo, en los medios de comunicación, etc.

Y el ese sentido afirmó que aunque “somos diferentes, no por eso tendrí­amos que ser desiguales. La  desigualdad  deriva de condiciones  de valoración culturales, de prejuicios y de estereotipos  que van construyendo toda una forma de pensar”.

La cultura, las condiciones de clase social, la valoración que hacemos de la etnia, de la raza, de género –enunció–  es lo que nos hace desiguales. Las relaciones de poder se construyen a partir de esa desigualdad  y de esa jerarquí­a. Eso es lo que hay que romper, indicó Leda Marenco.

La mujer a la par del hombre en las luchas armadas

Entrevistada previamente a su charla, realizada en el patio central de la Rectorí­a, la conferenciante mencionó que en la vida cotidiana las mujeres se olvidan de las luchas que se dieron a lo largo de la historia para que “nosotras estuviéramos en las aulas universitarias o impartiendo una conferencia sobre derechos de las mujeres”.

Cuestionada sobre el papel de las mujeres en las luchas armadas que se han librado en Centroamérica, Leda Marenco  indicó que éstas han estado presentes en estas gestas a la par de los hombres. Añadió que de ahí­ la necesidad de profundizar en los derechos humanos de las mujeres.

Sobre este punto, expuso que hoy se está ante un movimiento que inicia desde las luchas populares y se empieza a profundizar en la demanda de derechos en especí­fico para las mujeres: el reproductivo, a la autonomí­a del cuerpo, a la educación en todas las áreas sin exclusión y a vivir sin estereotipos, entre otros.

“El ingreso real y efectivo de las mujeres a las carreras y algunos oficios es muy reciente”. Aunque  aclaró que todaví­a hay carreras que no son tan “incluyentes” lo cual es una vivencia cotidiana en Centroamérica.

La académica del Instituto de Estudios de la mujer de la Universidad Nacional de Costa Rica manifestó que el “cambio cultural” es una de las “partes difí­ciles”.  A pesar que hoy en dí­a es posible cambiar la biologí­a, la sociedad y que con el uso de la tecnologí­a se puede llegar a lugares inimaginables, las mentalidades siguen siendo recurrentes sobre “anclar” a la mujer en formas de ser y de pensar, afirmó.

El discurso tiene que ser congruente con la práctica

“La congruencia se logra cuando somos conscientes de que la desigualdad está presente en todos los espacios de la vida cotidiana”.

Leda Marenco afirmó que lo particular termina siendo polí­tico y lo privado deja de serlo cuando una mujer llega con el ojo morado o que los hijos no se pueden concentrar en la escuela para aprender, debido a que han vivido violencia intrafamiliar.

Señaló que estas situaciones son  muy difí­ciles de cambiar. Sin embargo,  se puede hacer actuando fuera de estereotipos, como podrí­a ser  no reí­rse de algún chiste sexista, no excluir a las personas en razón de su sexo, no bailar la pieza que habla de pegar a las mujeres o que los niños son mejores que las niñas, y no reproducir estereotipos en las aulas, etc. Con estos cambios cotidianos se puede dar el “cambio cultural”.

En consecuencia – señaló–  el discurso tiene que ser congruente con la práctica: “Si en casa se tienen relaciones horizontales y de democracia, esto se debe de reflejar en el afuera”.

Por otra parte,  planteó que los estudios de género tienen que ser parte de la currí­cula universitaria, ya que estos no están divorciados de ningún área del conocimiento, y así­ se enriquecerán las polí­ticas públicas para tener un sentido mayor de cobertura y sean más asertivas.

Añadió al respecto  que los estudios de la mujer y de género se vienen dando como una “tendencia importante” desde hace varias décadas en el nivel polí­tico y cotidiano, así­ como en el académico. “Es ahí­ donde empiezan a tener validez en la sociedad, porque la ciencia ha sido construida a partir de parámetros muy masculinos y el hecho de que la mujer esté presente en la academia siendo pensadoras y estudiosas en diferentes áreas, va democratizando los espacios”.

Recordó que en Costa Rica se tienen 18 años de que se iniciaron los estudios de la mujer, producto de una serie de luchas de una década anterior, donde se logró la consolidación de la primera promoción de la Maestrí­a de Estudios de la Mujer, la cual se especializa en violencia de género e intrafamiliar y de donde se tienen 200 graduadas.

La ponente manifestó que se ha reflejado el impacto que ha tenido la Maestrí­a en el ámbito social y cultural, aunque este último –aclaró– es más difí­cil. Se han visto avances en la presencia de las graduadas en la formulación de la legislación, de polí­ticas y programas de gobierno. “Una universidad que se aprecia de ver hacia el futuro, tendrá que tener en algún momento en su propuesta curricular los estudios de género”.

Para concluir dio a conocer que el  motivo de la visita obedece también  a la intención de establecer contactos en la UAZ y ver la posibilidad de un convenio de colaboración entre esta Casa de Estudios y el Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Nacional de Costa Rica.

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