ANíLISIS POLíTICO

Lecciones de historia para el PRI zacatecano por favor.

Gabriel Contreras Velázquez / Analista polí­tico

Una aclaración a al presidente estatal del PRI, Juan Carlos Lozano: ambos presidentes, Felipe Calderón y Carlos Salinas de Gortari, cursaron la maestrí­a de Administración Pública en la Universidad de Harvard. Carlos Salinas, a diferencia de Calderón profundizó en los conocimientos con otra maestrí­a en Economí­a Polí­tica y un doctorado en Economí­a Polí­tica y Gobierno en la misma universidad. La única diferencia que existe, según las declaraciones del presidente del PRI en Zacatecas, es que a uno le gusta más el alcohol que al otro.

Fuera de esa percepción, ambos pertenecen a la cepa de gobiernos tecnócratas, una corriente ideológica que nace después de la crisis de 1929 en Estados Unidos. La tecnocracia nace en el momento en que los especialistas en administración, economí­a, contabilidad pública e ingenierí­as reclamaron los gobiernos del mundo a partir de consagrarse como los centinelas del “infalible” método cientí­fico. Sustentaban su capacidad al prever que, si tení­an el suficiente poder para establecerse como “directores” de grandes empresas, en una sociedad industrial como la nuestra, su lugar en los gobiernos estaba asegurado.

Sendos enfrentamientos polí­ticos, militares, económicos y sociales previos a la Segunda Guerra Mundial fueron el escenario para que un nuevo y pequeño grupo hegemónico, basado en el desarrollo de la ciencia, propusiera encabezar a los paí­ses hacia un “verdadero desarrollo”, basado en el cálculo y la creación de polí­ticas públicas (una herramienta parecida a los experimentos cientí­ficos) para resolver los problemas mundiales.

Dejaban atrás la dirección de los gobiernos a partir de las premisas e ideologí­as polí­ticas, las cuales se distinguí­an por construir un “proyecto de nación”, sustentado en valores, tradiciones y una visión del mundo que defendí­an con su propia historia. Desafortunadamente para este grupo, la Segunda Guerra Mundial fue un tiempo y espacio histórico cerrado al nacionalismo, capitalismo y comunismo.

No fue sino hasta unos años después, cuando el gobierno de Estados Unidos levanta la economí­a europea (lo que hoy visiblemente ya no puede hacer) a partir de fomentar la creación de industria, invertir en infraestructura y lo que conocemos como un Estado de Bienestar. El Plan Marshall (ingeniado por el jefe del Estado Mayor del Ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial y Secretario de Estado norteamericano: George Marshall) fue el sí­mbolo más importante y la base donde todo Estado de bienestar social debí­a ser pensado.

No sólo el crecimiento de la economí­a europea se realizó gracias a este ERP (o European Recovery Program), los paí­ses aliados y la Europa del oeste volvió a tener economí­a gracias a Estados Unidos. Del otro lado, la Europa del este vio su suerte pasar en manos de dos dictadores comunistas: Stalin (URSS) y Mao Tse Tung (República Popular China).

Más tarde aquellos paí­ses habí­an de unirse al modelo capitalista nuevamente, China sin perder su gobierno comunista (y hoy la gran potencia económica) y Rusia en manos del monopolio polí­tico y económico que le conferí­a a quien lograra aglutinar los hilos del poder detrás de la extracción del petróleo (el último gran personaje: Vladimir Putin).

Es así­ que, en el presente, los gobiernos tiendan a racionalizarse más como empresas que como instituciones que persiguen un proyecto de crecimiento nacional. En el medio existe un gran problema conceptual metodológico: ¿cómo es que los gobiernos piensan y proyectan estratégica y polí­ticamente a su sociedad? Una vez respuesta esta pregunta entenderemos la finalidad de su sistema de leyes y la polí­tica que se entreteje en los resquicios jurí­dicos.

En México, los gobiernos tecnócratas comenzaron a asomarse a la vida pública con Miguel de la Madrid, y aquella entrada “triunfal” a la economí­a mundial una vez firmado el GATT (General Agreement on Tariffs and Trade / Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) en 1986. Situación grave si recordamos que su antecesor, López Portillo, habí­a nacionalizado la banca en medio de una crisis provocada por el gran talón de Aquiles de los gobiernos del dí­a de hoy: endeudamiento público.

Con de la Madrid iniciábamos una etapa de apertura económica, algo para lo que nunca estuvimos preparados, ya que al interior, la producción de bienes se habí­a estandarizado al margen de las necesidades inmediatas y lo que el petróleo podrí­a subvencionar. México no era una economí­a competitiva, por lo que tuvimos que asociarnos en buena medida con nuestras fronteras inmediatas (Estados Unidos y Canadá). Comprábamos más de lo que vendí­amos, y lo que vendí­amos no era suficientemente aprovechable para ver nuestras finanzas fortalecerse.

Nada extraño resultó la firma del TLCAN, en el sexenio de Carlos Salinas. Nuestro paí­s se convirtió en tierra fértil para extracción de materia prima con poca participación de las empresas extranjeras al erario público. Sigue siendo hoy en dí­a de esa manera. También con Salinas, nos unimos a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), donde nos medimos con grandes potencias mundiales, evidentemente quedando en los últimos lugares.

La importancia de la unión a la OCDE, radicaba en un elemento polí­tico administrativo fundamental: utilizar los modelos de crecimiento, que los paí­ses en desarrollo habí­an utilizado en materia social y económica. Otro rotundo fracaso, ya que a la fecha, los modelos que copiamos de esos paí­ses se encuentran muy alejados de la realidad que vivimos en el paí­s. Lamentablemente la clase polí­tica imaginó que teniendo los manuales de procedimientos de las potencias para salir de la pobreza, serí­a inevitable saltar en unos años al tan esperado “desarrollo”. Hoy seguimos en los últimos lugares.

En cuanto al Estado de Bienestar de la segunda mitad del siglo XX, en el caso de México estuvo financiado por la extracción petrolera. Después, cuando PEMEX también entró en crisis, se puso en grave viabilidad a las grandes instituciones del Estado en materia de salud (IMSS e ISSSTE) y educación.

A partir de entonces, la tecnocracia de Zedillo, Fox y Calderón lo único que se han limitado a hacer es a abrir las empresas de Estado a la inversión privada. La “paraestatalización” de las instituciones públicas corresponde a una visión empresarial de las finanzas públicas, que no fueron aprovechadas durante los gobiernos del partido hegemónico después de la Revolución Mexicana.

Los gobernadores, por su parte, han buscado con recelo la “inversión extranjera”, la creación de parques industriales y los ahora llamados “clusters”. Sigue siendo una visión empresarial en el gobierno, y el gasto público se mantiene en el constante déficit y endeudamiento. Hoy en dí­a, en Zacatecas, para salir de deuda pública se contrae deuda con las instituciones financieras. Los instrumentos son escasos y la imaginación para usarlos parece que también se reduce al mismo margen.

Así­ que, la pregunta para Juan Carlos Lozano y Pedro de León Mojarro es: ¿para qué echarle la culpa a los gobiernos del PAN cuando han seguido la lí­nea de gobierno que el PRI habí­a marcado desde Miguel de la Madrid? Deberí­an de reflexionar por un momento acerca de las acusaciones que los ponen al mismo nivel que un partido reaccionario. La única diferencia es que para el PAN, el proyecto de gobierno siempre estuvo recargado en la administración de la economí­a, más que en el fortalecimiento de las finanzas desde la sociedad. Siempre han sido una corriente conservadoramente liberal.

El PAN siguió la misma polí­tica social que se estrenó con Carlos Salinas de Gortari. El programa de Solidaridad y sus afines sólo han cambiado de nombre con cada administración. En realidad no hay un nuevo aporte que nos permita ver una nueva dirección en el gasto social. La mayor parte de este se concentra en transferencias en moneda o en especie para las clases bajas y marginadas de este paí­s, esto es: cero desarrollo y saneamiento efí­mero.

La otra pregunta es ¿a qué Estado de Bienestar se refiere el delegado Pedro de León?… ¿El mismo que el partido en el que ahora milita (y en el que sus estatutos no lo privilegian para ser senador) sepultó a partir del gobierno de De la Madrid? Tal vez haya olvidado que ya no pertenece a un partido de izquierda, el cual, durante todo el sexenio pasado jugó a ser un partido de centro, derecha e izquierda según sus necesidades.

Ahora pertenece a un partido que sigue el mismo modelo Neoliberal y tecnócrata del que él mismo y su compañero Juan Carlos Lozano se quejan con rasgaduras en las ropas. Basta con mirar los gobiernos prIÓ­stas estatales… Esa amnesia polí­tica de los partidos nos tiene dando vueltas en el mismo punto. Por lo mientras, estimado navegador y lector, no espere una nueva visión polí­tica en las campañas electorales, ya desde ahora nos declararon sus lí­mites para proponer una visión estructural de los problemas del paí­s… Será lo mismo y lo de moda: pura mercadotecnia polí­tica.

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