UN DíA EN URGENCIAS DEL IMSS

Por: Sandra Alvarado / Fotos: / www.periodicomirador.com

Zacatecas, Zac.- En dí­as pasados, comencé a sentir un dolor en el cuello a causa de algunos accidentes que habí­a tenido en el pasado y de los cuales no me cuidé como me lo recomendó el médico. Así­ que tras una noche en la que no pude dormir gracias al dolor, decidí­ ir a realizarme una revisión.

Llegué a las 8 de la mañana al servicio de urgencias del instituto Mexicano del Seguro Social (que es el servicio médico al que tengo derecho), me registré como lo indica el protocolo que debe seguirse en esta institución para poder recibir la atención medica pertinente, que como todos sabemos, es muy prolongado y cansado. Realizado este trámite me dispuse a esperar que tocara mi turno de entrar al consultorio para poder ser revisada.

Era obvia la presencia de personas ya agotadas en el área de urgencias, pude imaginar que era a causa de la espera de información de familiares que se encontraban internados, estuve meditando un poco respecto al cansancio de estas personas y las razones por las cuales estarí­an allí­, cuando de pronto interrumpió mi reflexión una pareja de personas de edad ya avanzada, quienes preguntaron por “Karina”, “ahorita le hablamos” les dijo la recepcionista.

El lugar estaba impregnado de olores desagradables e insoportables. Sinceramente la estancia en ese lugar estaba siendo muy incomoda para mí­, y me imagino cuan horrible debió de haber sido para las personas que llevaban muchas mas horas en comparación a mi tiempo de espera, o incluso hasta dí­as más. Afortunadamente no pasó ni media hora cuando apareció una doctora y me llamó para que pasara al consultorio; me examinó minuciosamente y me ordenó que fuera a tomarme unas radiografí­as para poder ver con mas profundidad de que se trataba aquel dolor que me aquejaba “cuando se tome las radiografí­as regresa aquí­ conmigo”, me dijo.

Salí­ del consultorio y me dirigí­ al área de radiologí­a como me indicó la doctora, en dicha área se encontraba un trabajador apodado “el chino”, quien me dice que tengo que registrarme (cosa que realmente me parece innecesaria ya que con anterioridad ya me habí­a registrado), finalmente me registro y me encuentro con tres personas en un mismo espacio, realmente pequeño. A primera vista  me parecieron inexpertos en el área, porque entre ellos se preguntaban qué poner en la pequeña tarjeta que me dieron, seguramente estaban cubriendo a algún recepcionista de planta.

Regreso al área de radiologí­a y me es imposible no escuchar la plática que tienen “el chino” y las otras tres personas, en donde culpan al “pipen” de las borracheras y aventuras que habí­an pasado con anterioridad entre ellos.

Mientras tanto yo sigo esperando, finalmente qué tan urgente puede ser lo que pueda tener yo en comparación con las importantes pláticas que están entablando ellos.

Pero ¡oh sorpresa! de repente veo que hace acto de presencia aquella pareja que minutos atrás preguntaba por Karina en el área de emergencias. Ahora se encuentra en el área de rayos x acompañada de quien me imagino es la misma Karina, y como era de esperarse, ¡pasaron a tomarse sus radiografí­as antes que yo!

Lamentablemente confirmo una vez más que en esta institución no importa el turno, ni sirven de nada esos registros que ponen como protocolo y corroboro que en este lugar, como en muchos otros, lo que pueden hacer las influencias de las personas a la hora de acudir a solicitar el servicio en esta institución, ¡qué te atiendan primero que a los que por poco o mucho tiempo, tiene qué esperar para recibir atención!

Aun  asombrada por la falta de ética y profesionalismo por parte de algunas personas que trabajan en este lugar, continúo con la espera, de repente mi asombro fue interrumpido por los inexpertos recepcionistas que le comentan “al chino” que traen una orden de ultrasonido y él los regaña diciéndoles que deben buscar  a una doctora que pueda decirles dónde pueden presentar esa solicitud.

Pero eso no queda ahí­, repentinamente sale de una de las áreas de Rayos X un hombre de vestimenta verde y camina para acercarse a conversar con “el chino” y durante la plática nuevamente sale al tema el famoso “Pipen”, pero no sólo eso, no, cuenta sus interesantes aventuras, como que en la posada “se sacó” una plancha y se la vendió a alguien más para poder pagar su parranda.

En fin, que las personas que llegaron con Karina salieron y se fueron, yo sinceramente traté de no molestarme y guardar la calma, finalmente se que el IMSS tiene esa fama de no tratar adecuadamente a los pacientes, ahora lo confirmo.

Para mi mala suerte (creí­ yo)  de repente hacen presencia dos enfermeras con un pastel cada una y entran a un cuarto donde ya se encontraban reunidas algunas personas. Yo imaginé que era cumpleaños de alguno de ellos y que lo iban a festejar. En eso ¿qué creen? Que “el chino” mira su reloj y asombrado dice: “¡ya son las 11! Con razón ya siento hambre” y se perfila al cuarto para unirse al festejo. Miro alrededor y veo que me quedé sola en el pasillo, por lo que entendí­ que sólo me queda ser paciente y sin saber cuánto tiempo más me toca esperar.

Luego de eso, afortunadamente no tuve que esperar mas de diez minutos cuando de la sala dos de Rayos X sale otro trabajador y me dice que pase (yo sentí­ un profundo alivio porque por fin terminarí­a mi espera), me pidió que pasara a un cubí­culo pequeño y me pusiera una bata que se encontraba ahí­, me indica me coloque en la máquina de Rayos X y toma las radiografí­as. Espere unos minutos más y las entrega.

Hecho lo anterior me dirigí­ nuevamente con la doctora de urgencias para que revisara el resultado de las radiografí­as, pero al llegar me doy cuenta que tengo que esperar nuevamente porque está atendiendo a una mujer con su bebé.

Pero eso no se queda ahí­, claro que no, de repente se acerca un hombre obeso de aspecto totalmente descuidado ¡y me tose en la cara! sin taparse la boca, sin importarle en lo absoluto y mucho menos disculparse por su acción. Por lo que pude percatarme era un trabajador de esta institución ya que entraba y salí­a a su antojo en el área de urgencias, moví­a las maquinas de escribir del área de observación, abrí­a las cortinas donde estaban los pacientes, en fin, se puede decir que esta persona podí­a hacer y deshacer a su antojo en lugar.

Cuando nuevamente llegó mi turno de entrar con la doctora que me atendió inicialmente, me pide que vaya con otra doctora para que revise mis radiografí­as y ¡Oh Dios mí­o! me dice que tengo que volver para tomarme otras, ya que las que llevaba fueron mal tomadas y no salieron correctamente, creo que la fiesta de la noche anterior y las aventuras con el “Pipen” siguen haciendo efecto.

Salí­ del área de primer contacto y me dirigí­ a la de radiologí­a para que me tomaran una vez más las radiografí­as, por supuesto que estaba molesta, me hice a la idea de que tendrí­a qué esperar otro tiempo más para que me tomaran las radiografí­as, considerando lo que habí­a esperado ya y lo que habí­a visto en mi anterior visita a esta área. Pero trato de animarme pensando en que no debe de importarme nada de esto, porque finalmente es mi salud la causa por la que yo estoy en este lugar.

¡Chispas! afortunadamente me equivoqué y en esta ocasión no me tardé mucho en ser atendida, sin embargo el trato de quien tomarí­a las radiografí­as no fue muy amable, parece que le molestó el hecho de que le comentara que la doctora me enví­o nuevamente porque las radiografí­as que le llevé estaban mal tomadas. Apresurado, seguramente por la reunión en la que estaba departiendo con sus compañeros, me tomó las radiografí­as y aunque usted no lo crea, en menos de 5 minutos ya las llevaba conmigo.

Cuando regresé a mostrarle las nuevas radiografí­as a la doctora me informa que tengo que quedarme en observación, me indicó varios medicamentos, me dijo que me tendrí­an qué canalizar para junto con un suero administrarlos, y para hacer esto tendrí­an que colocarme una pequeña aguja en una vena de mi mano izquierda (o por dios una aguja, y a mí­ que me dan tanto terror las agujas, ni modo, todo sea por mi salud).

Cuando a pesar de mis miedos me dispongo a que me coloquen la dichosa agujita y es cuando me doy cuenta que en el piso hay gotas de sangre que obviamente nadie limpia, y sinceramente no puedo creerlo, se supone que un hospital debe de estar muy limpio, no sabemos qué enfermedades pudieran tener las personas que derramaron un poco de sangre en ese lugar, pero bueno, trato de relajarme mientras la enfermera me pincha con la aguja en tres ocasiones, las primeras dos veces falló y el resultado fueron las venas de mis dos manos tronadas (¡pero que dolor el que sentí­!).

La enfermera intentaba relajarme, sinceramente me trató muy bien y a pesar de mis venas tronadas le agradezco el servicio que me dio, porque fue la única persona del hospital que me trató bien y que además me atendió oportunamente, sin trámites ni largas esperas, se que se le dicen Pau. ¡Gracias Pau por tu atención! No todos los trabajadores son iguales.

Pero eso no fue todo, otra sorpresa me llevé al ver a un par de internas acostadas, descansando en las camillas que son supuestamente para los pacientes. Pero bueno, es comprensible, según comentaron ellas mismas, están en turnos de 36 horas y aprovechan las oportunidades que se les presentan para “echarse un sueñito”.

Una vez más reflexiono en todas las cosas que suceden en un hospital, pero interrumpe mis pensamientos un doctor, el tí­pico doctor que se cree el mas galán del hospital, en cuanto aparece, comienza a ordenar y echarle piropos a las enfermeras que se encuentran en la sala y a cuanta mujer se encuentra en esa área, por supuesto que muchas de ellas se sintieron muy alagadas y les provocaba una sonrisa y claro, hasta su actitud cambiaba.

Yo pude salir del hospital después de poco más de un par de horas con la indicación de usar un collarí­n por dos semanas dí­a y noche, lo que prometo cumplir al pie de la letra con la esperanza de no tener que volver a acudir a ese lugar pronto.

Lo único rescatable de esta situación es que mi salud se verí­a beneficiada y claro, la buena atención de la enfermera Pau y de la doctora de urgencias, de quien desafortunadamente no recuerdo el nombre, sin embargo les agradezco profundamente el trato que recibí­ de su parte.

Pero eso no quedó ahí­, por indicaciones de la doctora tení­a qué acudir con mi médico familiar. Por la ubicación de mi domicilio me corresponde la Clí­nica 1, ahí­, como en otras clí­nicas del IMSS es toda una odisea “sacar ficha”, pues si quieres alcanzar cita para el dí­a, a pesar de estar en horario vespertino ¡tienes qué formarte desde antes de las 6 de la mañana!

En fí­n que logré mi cita y fui a revisión, ahí­ me atiendió otra doctora, me dijo que tendrí­a qué seguir con el collarí­n por siete dí­as más y me dijo que regresara en una semana. Le pedí­ la cita a la recepcionista y ella me dijo que no podí­a agendar citas, que tendrí­a qué llamar para obtenerla.

Sinceramente nunca terminaré de sorprenderme, era viernes y llamé para programar mi cita y en el conmutador nunca me contestaron, pensé tal vez que no habí­an trabajado por ser el dí­a anterior al de fin de año, pero no, según la recepcionista trabajaron todo el dí­a.

Al fin logré comunicarme el lunes pero para variar no alcancé cita, sólo el regaño de la recepcionista de que por qué no habí­a ido a formar mi tarjeta, a regañadientes me la dio para dos dí­as después y acudí­ otra vez a revisión.

Finalmente la doctora me dio algunas indicaciones y como dicen ellos en su lenguaje me dio el alta médica. Por supuesto que no me quedaron ganas de regresar, pero sí­ me quedé con la experiencia de lo que viven a diario en el IMSS miles de personas no sólo en nuestro querido Zacatecas, sino en todo el paí­s: la indolencia de muchos trabajadores que a pesar de estar muy bien pagados por nosotros mismos no tienen amor a su trabajo y mucho menos espí­ritu de servicio, que es lo que hace falta en esta institución tan noble.

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