Por Hebzoariba Hernández Gómez
Hacía más de quince minutos que el silencio atormentaba a los tres. Permanecían con la cabeza abajo. Felio, cubría su boca con la mano derecha y a ratos parecía mover los dedos. Vladimir con las manos en los bolsillos del pantalón, tenía la mirada clavada en el suelo y sólo a ratos, un sonido de suspiro ahogado se escuchaba brotar de él.
     – Nací en el ochenta y cinco, tres días antes del temblor. Mi madre dice que el edificio se movía de un lado al otro, que gracias a Dios no se cayó y sigo vivo. Yo digo que gracias a que el edificio no se cayó sigo vivo. ¿Cuál es la diferencia? Siempre me encuentro dinero tirado en la calle, nunca pierdo las apuestas ni los volados. Desde hace diez años no voy al doctor. Creo que tengo treinta y tres dientes. Uno de leche. Vladimir, me llamo Vladimir.
   ¿Qué sucede cuando lo aparentemente inalterable se vuelve tan frágil y seductor como para atravesarlo por infinidad de diminutas agujas? Las personas colapsan con una mirada, las personas colapsan con una palabra, con una sonrisa. Se derrumban por nada. Los tres habían aceptado el juego. Los acuerdos quedaban implícitos, bastaba un ligero gesto para determinar quien ejecutaría la acción.
  Estáticos, escucharon la pregunta y miraron de reojo a Dambisa. Vladimir hacía el esfuerzo de articular. Movía su cabeza torpemente. Sintió un torrente de agua hirviendo salir de su boca y dijo:
   – No haremos nada Dambisa, no diremos nada. Nos vamos a ir y ¡No vaâ¦!
   -¡Cállate!- interrumpió Felio con un grito que turbó el rostro de Dambisa. Felio comenzó a temblar. Su mirada se iba pudriendo, agusanando. Los recuerdos retoñaban en su cabeza perforando su ilusoria existencia.
   – Felio, mi nombre es sólo Felio. No tiene nada que ver con Ofelio, excepto que⦠no importa. Cuando era pequeño tenían rizos y era gordo. A los catorce me salí de mi casa y me fui a vivir con mi tía, que vivía justo a cuatro casas de la mía. Tuve una novia en la secundaria. Un día que estábamos atrás de los baños, decidí meterle la mano debajo de la playera y tocarle una chichi, encontré unos calcetines hechos bolita bien acomodados. La quise mucho. Estoy en mi tercer matrimonio. Tengo una niña con la primera, con la segunda dos gemelos. Mi actual esposa no quiere tener hijos y pues yo⦠creo que tampoco. A Vladimir lo conocí en la preparatoria. Nos pusimos una madriza⦠por una vieja, que al final nos cambio por otra. La pinche Dambisa.
  Los tres llevaban vidas rutinarias. Comían en el mismo lugar todos los días. Escuchaban la misma música, su forma de vestir a lo largo del año revelaba ciertos patrones. Eran una generalidad, algo común⦠A Dambisa le gustaba una de las meseras del restaurant. Felio llevaba semanas diciéndole que la invitara a salir, que no importaba que tuviera novio. La apuesta de Vladimir era que si la invitaba a salir, Dambisa no se atrevería y muchos menos podría, llevarse a la cama en esa primera cita a la bonita mesera. Si lo lograba, él, Vladimir, pagaría seis meses de renta el departamento de Dambisa.
    -Felio, dijiste que nos íbamos a ir. Ya terminó. Vámonos-. Dambisa subía sigilosamente su mano a la altura del hombro de Felio. Apenas rozó su piel y él la empujó bruscamente contra la pared.
   -Está muerto…-. Felio comenzó a llorar. Su cuerpo iba relajándose y Dambisa lo abrazó y acariciaba su cabeza.
– No sé cuál es el significado de Dambisa, tampoco sé de dónde viene. Me gustan todo tipo de animales excepto esas mariposas negras y gigantes que dicen son de mala suerte. Soy capricornio y lesbiana. Trabajo en una empresa refresquera, cada día guardo en cajas cerca de mil ochocientas botellas. No bebo refresco. Tengo una tortuga que me regaló una ex novia. Mis padres no murieron en algún accidente automovilístico, simplemente no quieren hablar conmigo. Mi hermano está en Canadá, algo de la escuela. También tengo una guitarra sin cuerdas guardada en mi closet. La compré Â barata en un tianguis, dije que la arreglaría. No sé cómo o dónde arreglen guitarras.
   Pasó una semana desde que se hizo la apuesta. Dambisa ya había planeado toda la estrategia para convencer a la mujer. Sus miradas, sonrisas y palabras. Rozar su mano. Eran seis meses de renta, no podía dejarlo pasar como una broma de mal gusto de Vladimir. Además, quien dice que él nunca pierde las apuestas.
-Vámonos-. Exhaló Vladimir. Se acercó al cuerpo que aún se balanceaba. Colocó una mesa, subió a ella y tomó el cuerpo del joven, recargando los pies en la misma mesa para que se destensara un poco la cuerda del cuello. Vladimir forcejeó con el cuerpo. No logró aflojar el nudo que rodeaba el delgado cuello del muchacho.
– Felio⦠¡Felio! Necesito que me ayudes con esto.
Felio se apartó de Dambisa, abrió los ojos y miraba, sólo miraba a Felio. â ¿Qué hacesâ¦?
-Necesito que me ayudes a bajar el cuerpo.
 En un movimiento Felio sacó de su abrigo una pistola y disparó contra Vladimir. Le dio en la espinilla derecha. Un grito estridente inundó el cuarto.
-¿Qué haces?-. Preguntó aterrorizada Dambisa.
Inquisidor y como abstraído de la realidad Vladimir respondió:
-Se acabó. Nuestro juego ya se terminó. Vladimir hizo una pausa y con la voz quebrantándose preguntó: – ¿Quieren esperar a la policía o nos matamos entre nosotros mismos?
  Vladimir perdió la apuesta y pagó seis meses de renta el departamento de Dambisa. A Dambisa sí le gustaba la mesera, pero decía que era una estúpida. Salió otras tres veces con ella, claro, sólo para ir a un hotel. Un lunes, cuando comían los tres. Dambisa sacó una tanga rosa, barata y de mal gusto, la metió en un bolsillo del delantal de la mesera. Los otros dos comenzaron a reír, la mujer a llorar. Tuvieron que abandonar el lugar y jamás regresaron. Para Felio fue una lástima porque disfrutaba mucho, ver como la mesera disimulaba su inocencia y a la mínima provocación de Dambisa, cambiaba su rostro y su comportamiento sin tener control de ello. La apuesta perdida de Vladimir fue el comienzo de los âjuegosâ como los nombró Felio, momentos reales-ficticios en los que ellos ponían a prueba la veracidad de una persona. ¿Cuán real es un ser humano? Podían suceder en cualquier lugar. Buscando siempre arriesgarse hasta ver desnuda la personalidad de alguien, detonar comportamientos o acciones profundas en los demás. No importando la perversidad u oscuridad de estas. Después, sólo desaparecer, ¿entonces? ¿Por qué continuaban junto al cuerpo de un joven que había decidido suicidarse, ahorcarse? Ellos solo fueron el detonante, jamás lo obligaron a hacer tal atrocidad, explícitamente. No se sentían culpables solo eraâ¦Dambisa que medía un metro setenta de alto y que diario iba al gimnasio. Tomó por el cuello a Vladimir. Cortaba su respiración. íl dejó caer la pistola, agonizando, suplicaba por su vida. Casi arrastrándose Felio tomó el revólver. Apuntó directamente al pedazo de frente que se dejaba ver detrás de Felio. Cayó instantáneamente. Vladimir casi no podía respirar. Felio apenas escuchaba lo que trataba de decirle:
– Era… era⦠unâ¦
Felio aventó la pistola. Comenzó a llorar y parecía desvanecerse. Un juego, alcanzó a escuchar. Todo había sido un juego del cual Dambisa jamás regresaría.