Análisis Político
Por: Gabriel Contreras Velázquez
Desde que Enrique Peña Nieto deja la gubernatura del Estado de México, las casas encuestadoras se han dado a la tarea de atiborrar de sondeos a los periódicos y páginas de internet. En todos ellos las tendencias eran claras: la que seguía de cerca al precandidato único del PRI (con un promedio de 20 puntos abajo) fue Josefina Vázquez Mota.
Ernesto Cordero, bautizado como el favorito del presidente Calderón desde que se inauguró informalmente el proceso de selección de candidatos en el PAN, mostraba un penoso tercer lugar, en cualquier encuesta en donde se posicionara al ex Secretario de Hacienda.
Debajo de un Andrés Manuel López Obrador, que también se veía muy alejado de Peña Nieto, Cordero siempre fue un âintento de repunteâ para al menos dar una cara competitiva. Lo logró en los últimos días. Las elecciones del domingo pasado dejaron en claro que sus esfuerzos superaron por mucho a Santiago Creel. Sin embargo, no fue suficiente.
El tercero en discordia, Santiago, poco a poco vio rezagada su imagen, puesto que desde que pidió licencia a su cargo como Senador, las encuestas lo acomodaban en un primer lugar, seguido muy de cerca por la hoy candidata del PAN a la presidencia. Pues bien, su primer lugar duró poco tiempo, y el domingo cayó estrepitosamente hasta el 6% de preferencias internas.
Hay un elemento que es importante apreciar. Las preferencias por Josefina se mantuvieron, siempre, por encima y muy difíciles de poder rebasar. Si acaso podrían acercarse, pero pensar en quitarle su lugar tendría que haber sucedido en una segunda vuelta interna a base de esfuerzos, traiciones, empecinamientos y grietas más graves de las que ya hay en el PAN hoy.
Aunque los padrones del PAN (sesgados, y evidenciados al dar a conocer que la familia de Creel no pudo votar) mantuvieran una imagen distinta de la realidad del partido, habría que pensar definitivamente que los panistas viven en otro mundo y que pertenecen a otro México, para poder entender lo que Cordero siempre señaló: las encuestas dicen una cosa, pero en el PAN no necesariamente se votará conforme a las encuestas.
Ahora bien, el domingo pasado deja algunos vacíos de información: si el presidente se reunió con los precandidatos minutos antes de que José Espina diera a conocer los números ¿Por qué Santiago Creel se bajó de la competencia previo al resultado? ¿Qué sabía Santiago? ¿Sólo trataba de ganar respeto para su reputación? ¿Por qué no esperar al resultado oficial?
Días antes, y el mismo domingo, hubo fuertes encuentros entre las dos grandes estructuras panistas: la de Cordero y la de Josefina. Ambas estructuras tienen un denominador común: los programas sociales del gobierno federal, concentrados en la figura de la Secretaría de Desarrollo Social. Las despensas y los apoyos económicos salieron de los programas Oportunidades y Vivir Mejor, y son su carta fuerte para Julio de 2012.
En Zacatecas, el sábado anterior se dio a conocer un enfrentamiento entre un reportero local y el equipo terrestre de Josefina Vázquez Mota, al descubrir el periodista la movilización de dos camionetas repletas de despensas, que se estacionaron en una bodega particular en pleno boulevard. Lo mismo sucedía en Veracruz (donde, según información oficial del PAN, llegó un grupo armado a tomar las urnas), Monterrey, Puebla, Guanajuato y Yucatán.
Hoy queda claro que el presidente Calderón ofreció la estructura delegacional de la Secretaría de Desarrollo Social a Ernesto Cordero, y hubo un enfrentamiento de lealtades al interior de ésta. Josefina ya había ocupado esa cartera en los últimos días del presidente Fox, para inmediatamente saltar a la Secretaría de Educación Pública con Calderón.
Las lealtades y deslealtades no fueron hacia los precandidatos, sino hacia el primer panista del país: Calderón. El domingo 5 de febrero de 2012 lleva varios años gestándose. Al entrar Calderón como relevo de Fox, el partido sufrió una fuerte escisión. Los episodios de guerra de declaraciones entre Manuel Espino (anterior presidente del PAN y representante del sector conservador del partido) y el presidente Calderón, llevaron a una movilización de cabezas al interior del mismo gabinete.
Una de las que sufrió esos embates fue Josefina Vázquez Mota, junto con Patricia Flores Elizondo, Germán Martínez, Roberto Gil Zuarth y aquellas figuras que no abonaban al proyecto de sucesión de Calderón: Juan Camilo Mouriño (que a su muerte pasó a manos de Ernesto Cordero).
En aquellos años, Calderón buscó el apoyo del PRI de Manlio Fabio Beltrones. Su partido fue en realidad cuestión de compromisos (la salida de Fernando Gómez Mont de la SEGOB daba señales de ese alejamiento), más que de intentos de reconstruir los puentes y las lealtades que hoy le cobraron factura.
Alejandro Poiré, es otro de los colaboradores cercanos a Ernesto Cordero. Formaba parte del equipo de Juan Camilo Mouriño. Duró algunos meses al frente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, antes de pasar a la Secretaría de Gobernación que dejaría vacía el fallecimiento de Francisco Blake Mora. Las llamadas de Josefina que fueron grabadas y expuestas en medios electrónicos, sólo nos dejan dos posibilidades: inteligencia gubernamental o inteligencia de la oposición.
Lo que viene para el PAN, es un reacomodo de fuerzas, en donde el presidente del partido Gustavo Madero, tendrá nulas posibilidades de posicionarse como un mediador. Justo cuando más se necesita, Madero carece de la confianza del grupo de Josefina, para poder generar los acuerdos de unidad que la candidata puso en el centro de su largo y emotivo discurso del domingo. El presidente Calderón también necesita estabilizar a su partido, con menores posibilidades y menor peso del que pretendía lograr con Ernesto Cordero a la cabeza: seis años son los que dejó pasar.