DELINCUENCIA ORGANIZADA TRANSNACIONAL, UNA EMPRESA SOFISTICADA

Por: Gabriel Contreras Velázquez / Fotos: / MIRADOR

“No todo es corrupción, no todo es delincuencia y no todo es pesimismo” sentencia Edgardo Buscaglia ante un auditorio consumido por la expectativa. Personajes del Partido de la Revolución Democrática en Zacatecas, algunas bases partidistas, periodistas de diversas edades, académicos y estudiantes se dieron cita alrededor de la una de la tarde en el Comité Ejecutivo Estatal del PRD.

El lugar no invita a la pluralidad de la sociedad, siendo el análisis de Buscaglia una reflexión que deberí­a ponerse en la agenda pública del fenómeno de inseguridad. Sencillamente porque, como el invitado lo menciona, para salir de esta “pesadilla” es necesario “un acuerdo polí­tico de envergadura”.

Con la familiaridad de haber vivido este ambiente de inseguridad y miedo en el que nos encontramos en todo el paí­s, Buscaglia califica nuestra situación como una pesadilla.

El investigador del Hoover Institute de la Universidad de Standford, presenta a su público algunos indicadores sobre corrupción en el sector público. Especialista en la materia, enfoca su trabajo en la Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción del 2003. Justo en ese año es cuando publica uno de sus trabajos más importantes «Controlling organized crime and corruption in the public sector» (Controlar el crimen organizado y la corrupción en el sector público).

La también conocida como «Convención Mérida» (cuyo antecedente es la Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos, o Convención Palermo, en el 2000), presenta un análisis sobre las reformas jurí­dicas necesarias con las cuales permitir la igualitaria impartición de justicia como un derecho humano fundamental. Ese documento también presenta una serie de acciones que permitan prácticas para erradicar la corrupción en los paí­ses en desarrollo.
De la muestra de indicadores, y las gráficas que de ahí­ obtuvieron en el estudio de la implementación de la Convención Mérida, destaca que México además de firmar aquel acuerdo en un año donde la alternancia estaba a prueba con el presidente Vicente Fox, también lo ratificó con el presidente Calderón. Los resultados no han sido muy alentadores.
En 2009, entrevistado por el periódico de circulación nacional El Universal, refiere que México sólo pone en práctica en un 77% la Convención Mérida. Ahora, durante su exposición, dice que el indicador se encuentra en un 63% de aplicación. Ofrece una analogí­a, y menciona que «es como si un carro se quisiera echar a andar con una sola rueda… le faltan las otras tres.»

Y vaya que Edgardo habla con habitual conocimiento de nuestra situación, después de haber estudiado las condiciones en las que opera la mafia rusa, japonesa, italiana, colombiana, hindú y afgana -entre las que más ejemplifica.

Todas estas “empresas transnacionales” no operan exclusivamente en los lí­mites jurí­dicos y territoriales que marca su paí­s. El mundo ha vivido el desarrollo del capitalismo, y como resultado una economí­a fuera del poder exclusivo del Estado. Hoy, en el contexto de capitalismo globalizado, y gracias a la maduración y el fomento de las tecnologí­as de la información, otra es la historia.

Hoy los paí­ses son parte de regiones y corredores económicos. La piraterí­a que se produce en China se vende en México, la droga que se planta en Colombia y México se vende principalmente en Estados Unidos. El tráfico de personas desde Argentina llega a nuestro paí­s, gracias a estas “empresas transnacionales”.

“No es una novedad que los grupos delictivos” -vistos como empresas transnacionales por Edgardo- “estén envueltos en distintos delitos; lo que los caracterizó fue su patrimonio sobre la droga.” Una visión puntual para un economista y estudioso de la jurisdicción internacional, asesor de las Naciones Unidas en temas de corrupción y reformas jurí­dicas para paí­ses en desarrollo.

Una vez tipificados los grupos delictivos transnacionales, su análisis entra a la médula de lo que en México ha sucedido desde el 2006. La lucha entre bandas delictivas se ha fortalecido “gracias a la fragmentación del Estado en pedazos”, los cuales son adquiridos mediante una especie de “subasta” por los cárteles.

Esto se puede constatar en las policí­as y procuradurí­as. La fragmentación obedece a grupos criminales distintos. Gracias a esto podemos entender la disputa entre los mismos cuerpos de seguridad. Aquí­ en Zacatecas tenemos de ejemplo reciente la muerte del general Rosendo Pérez.

Las bandas criminales apuestan a la fragmentación de las instituciones del Estado, y para ello hacen uso de la corrupción y la intimidación. Ello permite que exista esta “violencia organizada, respaldada en la corrupción” en donde los cárteles pueden remover y asesinar a funcionarios públicos, según sus conveniencias.

Y no sólo el asesinato es parte de las herramientas de la delincuencia organizada transnacional. También el financiamiento de campañas polí­ticas, y el apadrinamiento de candidatos que favorezcan sus intereses.

Edgardo es insistente cuando señala que en México “seguimos con la caricatura del lavado de dinero”. Pone el dedo en la yaga y denota que los cuerpos encargados de la inteligencia financiera, que cuentan con las herramientas para detener a la delincuencia organizada “no hablan de empresarios que apoyan logí­sticamente al crimen organizado.”

Esos mismos empresarios son los que invierten en las campañas electorales, a cambio de favorecer a los grupos polí­ticos que velarán por sus intereses. Esto nos lleva a entender que los “niveles de delincuencia, generados por la corrupción, involucren a actores polí­ticos, empresarios y grupos criminales.”

Los empresarios no sólo lavan dinero; también son parte de la cadena productiva en el mercado negro. Ellos son los que “apoyan el transporte, almacenamiento e inclusive producción de algunos de los productos ilí­citos con los que comercian los grupos delictivos.” Pone el ejemplo -nada alejado- de farmacéuticas que se dedican a la producción de drogas sintéticas.

De ahí­ aterriza a uno de los puntos crí­ticos de toda la charla. “Ese monstruo creado por la élite polí­tico empresarial” en el caso Colombiano “comenzó a comerse a su propia élite al tratar de ganar espacios hegemónicos [disputados] entre los cuatro cárteles más importantes.” Fue ahí­ cuando los empresarios dejaron los privilegios y demandaron justicia.

La violencia en Colombia comenzó a ser más intensa y sofisticada. Estas “empresas sofisticadas” que extienden su red ilí­cita en distintos paí­ses, hizo uso del paramilitarismo y del terrorismo con la finalidad de incidir completamente en el control polí­tico.

Menciona que en la experiencia internacional, las amenazas a la clase polí­tica de privar la libertad y la seguridad de la sociedad, sirvieron como un medio para imponer sus intereses y con ello se inauguró un panorama de terrorismo en manos de los grupos delictivos. Suceso que ya ha ocurrido en México y se seguirá repitiendo sin polí­ticas públicas efectivas.

Desliza un comentario en el que no arriesga profundizar, y se percibe que es por la confidencialidad del mismo: “en México esperan que se consolide sólo un grupo criminal”. Justo hace un par de dí­as los mapas de la policí­a federal señalaban el crecimiento del cartel de los Zetas en todo el paí­s, ya muy por encima del cartel de Sinaloa en apenas dos años.

Sin embargo, insiste en que en otros paí­ses la situación era incluso peor y que en México no tenemos por qué esperar a llegar a ese punto. En Colombia sus consejos acerca de que un acuerdo polí­tico de gran envergadura, se veí­an como algo alejado y que difí­cilmente se concretarí­a. Eso fue en los 90 del siglo pasado. Hoy, la clase polí­tica ha logrado contener el fenómeno delictivo restándole poder a los cuatro cárteles más importantes, y los fragmento en 300.

Y en México, para lograr restar la espiral de violencia e imponer medidas que impidan la proliferación de la corrupción, es necesario un acuerdo entre la sociedad civil y los actores polí­ticos “honestos” y preocupados por el “bien público”.

Se lo dijo a una izquierda también fragmentada y poco sólida, a la que también le vendrí­a bien una purga polí­tica para poder encabezar un pacto que aunque se aplace, convendrá en lo mismo: una nueva cultura polí­tica fuera de la corrupción. Los demás partidos con los que ha trabajado Edgardo se han mostrado también interesados, sin embargo sólo han sido discursos.

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