Por: Gabriel Contreras Velázquez / Fotos: / MIRADOR
âNo todo es corrupción, no todo es delincuencia y no todo es pesimismoâ sentencia Edgardo Buscaglia ante un auditorio consumido por la expectativa. Personajes del Partido de la Revolución Democrática en Zacatecas, algunas bases partidistas, periodistas de diversas edades, académicos y estudiantes se dieron cita alrededor de la una de la tarde en el Comité Ejecutivo Estatal del PRD.
El lugar no invita a la pluralidad de la sociedad, siendo el análisis de Buscaglia una reflexión que debería ponerse en la agenda pública del fenómeno de inseguridad. Sencillamente porque, como el invitado lo menciona, para salir de esta âpesadillaâ es necesario âun acuerdo político de envergaduraâ.
Con la familiaridad de haber vivido este ambiente de inseguridad y miedo en el que nos encontramos en todo el país, Buscaglia califica nuestra situación como una pesadilla.
El investigador del Hoover Institute de la Universidad de Standford, presenta a su público algunos indicadores sobre corrupción en el sector público. Especialista en la materia, enfoca su trabajo en la Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción del 2003. Justo en ese año es cuando publica uno de sus trabajos más importantes «Controlling organized crime and corruption in the public sector» (Controlar el crimen organizado y la corrupción en el sector público).
Y vaya que Edgardo habla con habitual conocimiento de nuestra situación, después de haber estudiado las condiciones en las que opera la mafia rusa, japonesa, italiana, colombiana, hindú y afgana -entre las que más ejemplifica.
Todas estas âempresas transnacionalesâ no operan exclusivamente en los límites jurídicos y territoriales que marca su país. El mundo ha vivido el desarrollo del capitalismo, y como resultado una economía fuera del poder exclusivo del Estado. Hoy, en el contexto de capitalismo globalizado, y gracias a la maduración y el fomento de las tecnologías de la información, otra es la historia.
Hoy los países son parte de regiones y corredores económicos. La piratería que se produce en China se vende en México, la droga que se planta en Colombia y México se vende principalmente en Estados Unidos. El tráfico de personas desde Argentina llega a nuestro país, gracias a estas âempresas transnacionalesâ.
âNo es una novedad que los grupos delictivosâ -vistos como empresas transnacionales por Edgardo- âestén envueltos en distintos delitos; lo que los caracterizó fue su patrimonio sobre la droga.â Una visión puntual para un economista y estudioso de la jurisdicción internacional, asesor de las Naciones Unidas en temas de corrupción y reformas jurídicas para países en desarrollo.
Una vez tipificados los grupos delictivos transnacionales, su análisis entra a la médula de lo que en México ha sucedido desde el 2006. La lucha entre bandas delictivas se ha fortalecido âgracias a la fragmentación del Estado en pedazosâ, los cuales son adquiridos mediante una especie de âsubastaâ por los cárteles.
Esto se puede constatar en las policías y procuradurías. La fragmentación obedece a grupos criminales distintos. Gracias a esto podemos entender la disputa entre los mismos cuerpos de seguridad. Aquí en Zacatecas tenemos de ejemplo reciente la muerte del general Rosendo Pérez.
Las bandas criminales apuestan a la fragmentación de las instituciones del Estado, y para ello hacen uso de la corrupción y la intimidación. Ello permite que exista esta âviolencia organizada, respaldada en la corrupciónâ en donde los cárteles pueden remover y asesinar a funcionarios públicos, según sus conveniencias.
Y no sólo el asesinato es parte de las herramientas de la delincuencia organizada transnacional. También el financiamiento de campañas políticas, y el apadrinamiento de candidatos que favorezcan sus intereses.
Edgardo es insistente cuando señala que en México âseguimos con la caricatura del lavado de dineroâ. Pone el dedo en la yaga y denota que los cuerpos encargados de la inteligencia financiera, que cuentan con las herramientas para detener a la delincuencia organizada âno hablan de empresarios que apoyan logísticamente al crimen organizado.â
Esos mismos empresarios son los que invierten en las campañas electorales, a cambio de favorecer a los grupos políticos que velarán por sus intereses. Esto nos lleva a entender que los âniveles de delincuencia, generados por la corrupción, involucren a actores políticos, empresarios y grupos criminales.â
Los empresarios no sólo lavan dinero; también son parte de la cadena productiva en el mercado negro. Ellos son los que âapoyan el transporte, almacenamiento e inclusive producción de algunos de los productos ilícitos con los que comercian los grupos delictivos.â Pone el ejemplo -nada alejado- de farmacéuticas que se dedican a la producción de drogas sintéticas.
De ahí aterriza a uno de los puntos críticos de toda la charla. âEse monstruo creado por la élite político empresarialâ en el caso Colombiano âcomenzó a comerse a su propia élite al tratar de ganar espacios hegemónicos [disputados] entre los cuatro cárteles más importantes.â Fue ahí cuando los empresarios dejaron los privilegios y demandaron justicia.
La violencia en Colombia comenzó a ser más intensa y sofisticada. Estas âempresas sofisticadasâ que extienden su red ilícita en distintos países, hizo uso del paramilitarismo y del terrorismo con la finalidad de incidir completamente en el control político.
Menciona que en la experiencia internacional, las amenazas a la clase política de privar la libertad y la seguridad de la sociedad, sirvieron como un medio para imponer sus intereses y con ello se inauguró un panorama de terrorismo en manos de los grupos delictivos. Suceso que ya ha ocurrido en México y se seguirá repitiendo sin políticas públicas efectivas.
Desliza un comentario en el que no arriesga profundizar, y se percibe que es por la confidencialidad del mismo: âen México esperan que se consolide sólo un grupo criminalâ. Justo hace un par de días los mapas de la policía federal señalaban el crecimiento del cartel de los Zetas en todo el país, ya muy por encima del cartel de Sinaloa en apenas dos años.
Sin embargo, insiste en que en otros países la situación era incluso peor y que en México no tenemos por qué esperar a llegar a ese punto. En Colombia sus consejos acerca de que un acuerdo político de gran envergadura, se veían como algo alejado y que difícilmente se concretaría. Eso fue en los 90 del siglo pasado. Hoy, la clase política ha logrado contener el fenómeno delictivo restándole poder a los cuatro cárteles más importantes, y los fragmento en 300.
Y en México, para lograr restar la espiral de violencia e imponer medidas que impidan la proliferación de la corrupción, es necesario un acuerdo entre la sociedad civil y los actores políticos âhonestosâ y preocupados por el âbien públicoâ.
Se lo dijo a una izquierda también fragmentada y poco sólida, a la que también le vendría bien una purga política para poder encabezar un pacto que aunque se aplace, convendrá en lo mismo: una nueva cultura política fuera de la corrupción. Los demás partidos con los que ha trabajado Edgardo se han mostrado también interesados, sin embargo sólo han sido discursos.