Análisis Político
Gabriel Contreras Velázquez
Los números con respecto a la elección presidencial que arroja la empresa Consulta Mitofsky al día 2 de Mayo, hablan claramente de los negativos de cada candidato. Josefina Vázquez se mantiene en un 19%, Enrique Peña en 15%, López Obrador 28% y Gabriel Quadri 8%.
Con respecto a la intención de voto, el candidato prIÓsta sigue a la delantera con un 48%, la panista 28%, las izquierdas con un 23% y Nueva Alianza con apenas el 1%. Los indecisos se mantienen en un aproximado de 20% constatando que las campañas aun son un asunto no definido.
Dentro de esos números, y ya instalados en la lógica del primer debate presidencial -desarrollado hace un par de días- es necesario explicar lo que ocurrió unas semanas atrás cuando la segunda televisora más importante del país -Televisión Azteca- decidió transmitir el debate en uno de sus canales de menor audiencia.
El Dueño Presidente y Director General del Grupo Salinas: Ricardo Salinas Pliego, amenazó y cumplió con dejar las transmisiones abiertas del partido de futbol (etapa de Liguilla) entre el equipo de Monarcas de Morelia contra el Tigres de Monterrey, opacando el primer debate presidencial en 2012.
Entrar a la discusión acerca de que la acción de este empresario mexicano mengua la ya de por sí cuestionada democracia mexicana es callejón sin salida. O por el contrario, pero en la misma argumentación estéril, hay quienes refirieron que Salinas defendía a cabalidad la decisión democrática del ciudadano sobre ver o no ver el debate, al tener este otra opción televisiva de gran âtrascendenciaâ.
Sin embargo, lo que está en juego se tiende en el fondo de todo este escenario de discusión, y que en realidad a quien afecta en mayor medida es al Instituto Federal Electoral.
El carácter de Salinas Pliego es de antes conocido cuando lanzó a un comando de gente armada para tomar las instalaciones del Canal 40 en el Cerro del Chiquihuite (en el Valle de México) en 2003. Esto después de que las negociaciones entre el anterior propietario del canal Javier Moreno Valle, y Salinas Pliego, se vieron entrampadas por las autoridades federales.
Es el mismo Salinas quien declaró âtengo derecho a actuar de esa manera, porque si los tribunales no funcionan, entonces alguien tiene que poner orden en este paísâ. Fue así como solucionó los diferendos con Javier Moreno y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, una vez que Moreno Valle se negó a fundir las empresas aduciendo que Televisión Azteca no cumplió a cabalidad con los convenios para echar a andar dicha fusión.
Pues bien, Salinas Pliego vuelve a los reflectores públicos en medio de una elección presidencial con tendencias muy marcadas hasta días anteriores. Tendencias que ya podrán modificarse a partir del debate del domingo.
Peña Nieto supera por 20 puntos a Josefina y por 25 a López Obrador. En términos de sondeo, es el único que pierde en el debate. Con 15% de negativos, ya no puede más que amortiguar que los puntos que le arrebaten sean los mínimos.
Por su parte, los candidatos opositores al priista evidentemente no apostarían a arrebatarse puntos con los que apenas cuentan, pues eso los dejaría inmediatamente fuera de la contienda. Si acaso Quadri jugaría a restarle puntos a los tres (y lo hizo alejándose de los otros contrincantes).
El candidato del PANAL era el único que podría darse dicho privilegio pues su estrategia es permisible a lo campechano: mostrar una faceta ciudadana, y desde ahí tirar en contra de todos âclaro, sin que esto afectara gravemente al PRI.
El escenario pintaba hacia tal desventaja para Peña Nieto, que la decisión de Salinas Pliego no parece para nada ajena, extraña y de âamenazaâ directa a la Democracia mexicana; esa que sí vive constantemente amenazada pero por los mismos partidos políticos.
Salinas entra en el momento idóneo para reforzar la cuota de la âtelebancadaâ cristalizada en el Verde Ecologista de México. Su hija, Ninfa Salinas, va en los primeros lugares de la plurinominal al Senado en las listas del PVEM. De esta manera refuerza el proyecto de robustecer al Verde a partir -en esta elección- de la cuota priista.
El panorama es claro. El único que tenía todos los números dispuestos a perder era Peña Nieto. Y no me refiero a su carente capacidad de improvisación y a los dislates (como él mismo los llamó) que lo pusieron como el hazme reír de los mexicanos por algunas semanas. No, los números eran fríos y marcaban el inicio de una tendencia a la baja.
En sí, lo único que pudo lograr el prIÓsta fue unificar a su voto duro. Lección básica de cualquiera que se haga pasar por consultor de marketing político: al atacar a cualquier candidato, su voto duro no se rompe, al contrario, se cohesiona.
La decisión de Salinas Pliego es claramente política: que la cobertura del debate sea menor para que los puntos perdidos del priista sean los menos.
A toda acción⦠múltiples reacciones.
Ninguno de los candidatos coincidió con el perfil esperado para la contienda de argumentos del fin de semana:
-Â Â Â Â Â Â Â Peña Nieto supo defenderse sin evadir las acusaciones de Josefina y López Obrador. Incluso se mostró enfadado y se recargaba en el argumento de la carencia de tiempo.
-Â Â Â Â Â Â Â Josefina se mostró apenas suficiente a la hora de señalar âotra vez- que Peña no cumple. Sus datos ya eran conocidos y no aportó nada nuevo a la discusión.
-Â Â Â Â Â Â Â López Obrador se puso hablar de una mafia de la cual Peña forma parte y que encabeza principalmente Carlos Salinas de Gortari. Sus propuestas incluso apenas fueron tomadas con seriedad.
-Â Â Â Â Â Â Â Quadri provocó que los jóvenes voltearan a ver a un candidato con conocimientos suficientes de la actualidad. Sus propuestas fueron bienvenidas entre este sector poblacional, a tal grado de haber subido hasta un 9% de preferencias durante la semana.
El nuevo escenario que se configura es una agenda pública fuera de las preferencias del electorado. La opinión pública volteó a Julia Orallen, la playmate que apareció repartiendo turnos entre los candidatos. Y en estos días ningún candidato ha logrado arrebatar las miradas a sus campañas⦠La agenda está echada al aire, y quien la gane tiene que imprimir ritmo a las campañas después de conocer cómo han sido calificados los candidatos en el debate.