MUJERES RECONOCIDAS

Palabra de Antí­gona

Por Sara Lovera

Cuando algunas de nosotras empezamos a militar en el feminismo de la tercera ola, en los años 70 del siglo pasado, se nos estigmatizó inmediatamente. En los lugares donde hablábamos o donde nos manifestábamos éramos vistas como un grupo de radicalidad escandalosa. Piensen ustedes en 1971, una marcha con féretros de papel un dí­a de la madre solicitando la despenalización del aborto. Marí­a Victoria Jiménez captó aquellas primeras imágenes.

Durante mucho tiempo nuestra marginalidad ayudó. Estudiamos, leí­amos, nos contamos nuestras vidas y fuimos construyendo lentamente un movimiento y un polo polí­tico de izquierda feminista que puso en juego la nueva agenda y revisó la agenda de nuestras ancestras, las sufragistas.

Una de las inspiradoras de esta ola de los años 70 fue Antonieta Rascón, quien nos trasmitió la necesidad de conocer qué habí­an hecho las mexicanas del pasado. Es autora de un primer ensayo sobre la participación de las mujeres en la Revolución Mexicana y a su vez Marie Claire Acosta organizó un librito que publicó el Fondo de Cultura Económica sobre la cuestión del aborto.

Recuerdo todo esto ahora, en tiempos de institucionalización del feminismo y del desarrollo de polí­ticas públicas, una vez reconocido que sí­, que las mujeres somos más del 50 por ciento, que existimos y que queremos otra forma de vida social, desde esta perspectiva feminista, no la tecnocrática que se nos ha querido imponer.

De ahí­ la trascendencia del reconocimiento que hace 10 años hace el gobierno del Distrito Federal, a través del Instituto de las Mujeres, a personas emblemáticas que en esta ciudad dan la batalla cotidiana por conseguir, algún dí­a, que muchas  mujeres tengan una verdadera ciudadaní­a, igualdad y reconocimiento. Es decir, que podamos vivir en equivalencia con los hombres, con familias democráticas, sin el temor cotidiano a la violencia, con derechos a salvo y con capacidades desarrolladas.

De este reconocimiento, en 2010 el periodista y maestro Miguel íngel Granados Chapa escribió: “Omecí­huatl es el nombre que designa a la parte femenina de la dualidad creadora. Simboliza la equidad entre los sexos desde el origen de la humanidad. El Instituto de las Mujeres del Distrito Federal llama de ese modo a una distinción que tiene carácter emblemático por dondequiera que se le vea”.

El número de mujeres que lo reciben, en lo individual, ha variado cada año, (esta vez son 12) y se eligen algunas categorí­as. Esta semana se conocerá la lista completa de las galardonadas, lo que hay que destacar es que por primera vez en diez años hubo una convocatoria, se discutieron perfiles y antecedentes. No digo que antes haya habido superficialidad, al contrario mujeres sin tacha, en general, lo han recibido, por recordar algunas diré: Carmen Aristegui, Rosario Ibarra, Esperanza Brito+, Cecilia Loria+, Teresita de Barbieri, Gabriela Delgado y algunas periodistas como Lidia Cacho. Es decir, no es poca cosa, pero llama la atención que esta vez la designación se democratizó.

El 13 de septiembre conocimos la convocatoria que señalaba: podrán postular las instituciones académicas, asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, colectivos, instituciones gubernamentales, asociaciones profesionales, medios de comunicación y personas cuyas aportaciones tengan un impacto positivo en las capitalinas.

En su décima edición, la Medalla Omecí­huatl se entregará en cinco categorí­as: Reconocimiento y ejercicio de los Derechos Humanos de las mujeres; Participación en la educación, las artes, la cultura y el deporte, que inspire e impacte en el desarrollo y empoderamiento de las mujeres; por su trayectoria en la polí­tica o la administración pública a favor de los derechos de las mujeres; por sus aportes a la ciencia y la tecnologí­a, cuya experiencia personal inspire a otras mujeres o cuyos aportes impacten en una mejor calidad de vida de las mujeres; y por su trabajo como lí­der comunitaria a favor del ejercicio de derechos de las mujeres en las colonias, barrios, unidades habitacionales, delegaciones o pueblos de la Ciudad de México.

Seguramente la lista es grande. Por lo pronto me he enterado la recibirán Rosario Novoa, quien durante tres años se desempeñó en la Delegación Iztapalapa poniendo en práctica lo que ya es una experticia: Seguridad Ciudadana, donde ella misma, me lo ha contado varias veces, vio como la participación organizada de las mujeres puede y es, una cuestión central para detener la violencia comunitaria. Ella feminista, cineasta, escritora, además ha dado a esta ciudad contribuciones fundamentales. Estuvo como funcionaria en lo que fue el primer programa de la Mujer en el Distrito Federal.

Y también lo recibirá Josefina Chávez, directora de Cuadernos Feministas, integrante de varias organizaciones ciudadanas de mujeres, emblemática luchadora por la organización real de las mujeres, promotora del Pacto por la Vida y los Derechos de las Mujeres en la defensa de los derechos reproductivos; comprometida profunda por la transformación de este paí­s.

Lo recibirá también la abogada Andrea Medina, constructora de una primera ley sobre la violencia contra las mujeres en Jalisco, cuando era muy jovencita, lo sigue siendo. Se ha destacado por su compromiso en la investigación y difusión jurí­dica del feminicidio y por ello le debemos los avances y acuerdos sobre lo que se llama Campo Algodonero.

Me parece que estos reconocimientos son una lluvia fresca en medio de tanta estulticia e impunidad como vivimos en México y también en un contexto donde las polí­ticas de género suelen ser una mascarada y todaví­a  persisten protagonismos vací­os. Enhorabuena que estas mujeres reales y comprometidas, entre todas las demás que el próximo 24 en el contexto del aniversario del voto femenino, serán reconocidas en todo lo que valen.

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