AGENDA POLÍTICA

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Por: *Gabriel Contreras Velázquez

Zacatecas, Zac.- La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, conocida como “la CNTE”, nace en 1979 en forma de escisión del sindicato oficial del magisterio (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, S.N.T.E.), durante la “Asamblea Nacional de Trabajadores de la Educación y Organizaciones Democráticas del SNTE”, realizada en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en el mes de diciembre en la última etapa de la década de los 70.

Su fundación se centra en la necesidad de revaluar la pugna del sindicato magisterial, transformada en un ala institucional de los gobiernos priistas durante el siglo 20 (“sindicalismo charro”), y de forma “crítica”, construir un grupo de tutores disidentes, identificados entre ellos por la “conciencia social” –nutrida con los sedimentos de la ideología del Partido Comunista Mexicano, por el que se encontraban fuertemente influenciados- herencia de los intentos del ex presidente Cárdenas por desarrollar una educación de corte socialista en las escuelas públicas del país.

La cohesión que lograrían en aquel diciembre de 1979, se encontraba respaldada por los logros obtenidos como movimiento de masas, especialmente en las regiones magisteriales de: Chiapas, Tabasco, Coahuila, Guerrero, Distrito Federal y el Valle de México; en donde la reivindicación salarial, la basificación, así como la distribución menos vertical de los organismos centrales de toma de decisiones dentro del S.N.T.E., fueron los diques con los cuales fortalecieron la presión constante contra el oficialismo sindical.

Es importante identificar la influencia guerrillera que había obtenido dicho movimiento de masas sindical, específicamente en estados como: Michoacán, Guerrero y Oaxaca, donde la “Guerra Sucia” era factor esencial para comprender las tácticas y estrategias con que la organización de masas resultaba en el desafío directo a las instituciones de gobierno.

Desde 1990 hasta 2008, dicha organización habría celebrado una docena de Congresos Nacionales Ordinarios y Extraordinarios, y una Asamblea Nacional Representativa Ampliada, donde reafirmaban que “sólo la unidad de los trabajadores y asalariados en un ‘Frente de Clase’, puede garantizar una dirección ideológica y política correcta, una organización firme y combativa, que permita arrancar conquistas, preservarlas y acrecentarlas.”

Unos días atrás, las tácticas guerrilleras para el posicionamiento de masas (pulidas por la incidencia de la delincuencia organizada en los estados del suroeste) es lo que provocó la parálisis y ataque frontal al Congreso de la Unión, donde se discutían las reformas a las leyes: del Instituto Nacional de Evaluación y la General de Educación; dejando fuera del debate la del Servicio Profesional Docente gracias a las agresiones extendidas en San Lázaro, y posteriormente el recinto senatorial.

Si tomamos en cuenta que la C.N.T.E. se define a sí misma como “una organización de masas conformada por los trabajadores de la educación democráticos del país, independientemente de la burguesía y su estado, del charrismo sindical y de cualquier organismo político, es decir, no es propiedad de nadie más que de los propios trabajadores de la educación…” entendemos que el intento del gobierno federal por retomar los espacios ocupados por los poderes fácticos en materia de educación, con la detención de la líder política y moral del S.N.T.E., Elba Esther Gordillo, no fueron del todo certeros, puesto que olvidaron neutralizar el poder metabolizado del frente de masas de la Coordinadora Nacional.

El hecho de dejar fuera del debate la Ley del Servicio Profesional Docente, debido a la coacción ejercida mediante lo toma de vialidades por parte de la C.N.T.E., da señales de debilidad y falta de cálculo en la toma de decisiones a nivel gobierno federal. La politización de la agenda de reformas, concentrada en el “Pacto por México” (el cual ha desaparecido por completo de la agenda pública), está provocando la erosión de los posibles consensos entre las fuerzas partidistas para curar el andamiaje legal mexicano.

Después de las elecciones del 2013, utilizadas por los grupos opositores del “Pacto por México” para subir el capital de negociación de las reformas, el calendario para la discusión de los cambios estructurales del país (tema que ya nadie duda como necesario) ha terminado por mostrar sus rincones más débiles.

Este espacio coyuntural es lo que ha permitido que los grupos disidentes legitimen sus mecanismos lucha, para fortalecer y mantener en pie las demandas que han perseguido desde sus orígenes, como en el caso de la C.N.T.E.

El conflicto no es menor, puesto que supone dos dimensiones políticas completamente antagónicas: desde la posición del movimiento magisterial disidente, la organización y presión se muestran como mecanismos efectivos para ver cristalizadas sus demandas. El reconocimiento a la institucionalidad y el diálogo, son conceptos ajenos a su frente de masas.

Mientras que para las instituciones del Estado, la puesta en práctica del uso de la fuerza para la disolución de la violencia, aunque legal, supone un costo mucho mayor en la agenda de democratización.

*Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública (UNAM).
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