El INE medido por pesos y centavos

Matias Chiquito1Matías Chiquito Díaz de León

El Instituto Nacional Electoral ha heredado del IFE un amplio cúmulo de experiencias en la organización de los procesos electorales, en el desarrollo de acciones que fortalecen el régimen de los partidos políticos, en la aplicación de programas de promoción de los valores democráticos que colocan al ciudadano frente al poder, en contextos de pluralidad, respeto y trato equitativo en entre hombres y mujeres, así como una imagen positiva y el buen nombre construido durante más de dos décadas de esfuerzo responsable, siempre transparente y abierto a la sociedad. Aunque también, habría que tenerlo en cuenta, seguramente cargará con una de las críticas que de manera cruda y poco objetiva tradicionalmente se hace al órgano electoral federal, ahora nacional: el costo de las elecciones en México.

Resulta muy común escuchar comentarios relacionados con el costo que en pesos y centavos representa el sostenimiento y operación de los órganos electorales. Con acendrado desconocimiento de la logística monumental que implica la preparación de la jornada electoral, los acomedidos fiscalizadores, como portavoz de los masificados medios de comunicación, llegan a decir que aunque las elecciones son cada tres años, el costo de la maquinaria comicial es permanente. Como si las elecciones, merced a un acto de magia, se prepararan y desarrollaran sólo en un día. Con o sin razón, al final de cuentas son señalamientos que en su oportunidad crudamente se le hicieron al IFE y ahora el naciente Instituto Nacional Electoral las deberá sortear, ya que seguramente no será ajeno a este tipo de fijaciones. En su caso, el INE contará con elementos y legitimidad suficiente para ofrecer respuesta oportuna a este tipo de señalamientos, evitando que los procedimientos propiamente adjetivos, afecten la parte sustantiva; es decir, deberá cuidar que la confianza ganada en el resultado de las elecciones no se vea afectada por el costo que la elección pueda representar.

Decimos y es cierto, el órgano electoral cuenta con legitimidad y elementos objetivos que pueden desvirtuar las críticas mal intencionadas. En su tiempo el IFE, ahora el INE, dispone legalmente de recursos que son destinados de manera cierta y transparente al cumplimiento de un servicio público. Sin valorar si es mucho o poco lo que se gasta, el ciudadano interesado debe saber que cada peso autorizado al Instituto Nacional Electoral tiene un origen lícito y un destino igualmente apegado a la legalidad, al desempeño de los fines que le son propios, vaya, a cumplir sus responsabilidades. Cada centavo ejercido es ampliamente auditado por un órgano de control cuyo titular es designado por un ente ajeno al Instituto. El Contralor del INE es designado por la Cámara de Diputados, con el único propósito de revisar permanentemente el gasto del órgano electoral; no existe otro ente público en el Estado Mexicano tan auditado como lo fue el IFE y lo será ahora el Instituto Nacional Electoral; la experiencia nos dice que el problema del gasto público no está propiamente en las cantidades gastadas, más bien, radica en el descontrol, opacidad y discrecionalidad en la aplicación del dinero público.

El INE es producto de una reforma electoral que busca, no propiamente abatir los costos en las elecciones, más bien, se trata de estandarizar la calidad de las elecciones en México, logrando márgenes de transparencia y confiabilidad suficientes para afianzar la legitimidad de quienes son

ganadores en la contienda electoral. No obstante, aún sin proponérselo, las nuevas reglas que regirán los procesos electorales permitirán ahorros sustantivos. Sólo por mencionar un ejemplo, citaré el caso de las elecciones coincidentes, es decir, la concurrencia del proceso electoral federal con elecciones locales, cuya jornada electoral es celebrada el mismo día. En este supuesto, los calendarios electorales se empatan y de una sola vez se aplican procedimientos que sirven a ambas elecciones: la actualización y depuración del padrón electoral para la elección federal, sirve igualmente para la local; la administración de los tiempos del estado en radio y televisión se hace en un solo trabajo institucional, en ambos casos, las acciones realizadas no representan costo alguno para la elección local. Más aún, siendo la jornada electoral en la misma fecha, se instalará una misma mesa directiva de casilla para recibir la votación de la elección federal y de la local, reduciéndose los costos de la capacitación de funcionarios de casilla, del mobiliario y equipo para el avituallamiento de las casillas; igualmente, para lo partidos políticos representará menor esfuerzo y gasto, pues con un cincuenta por ciento menos podrán acreditar representantes ante mesa directiva de casilla para el día de la jornada electoral.

Hay que decirlo. El costo de las elecciones en México es relativo. No se tienen parámetros objetivos para decir si es mucho o poco. Antes deberá analizarse si resulta indispensable gastar en el sostenimiento de los partidos políticos, en una eficiente fiscalización de sus gastos, en líquido indeleble, en boletas en papel seguridad, en la custodia de los materiales electorales, en la capacitación de los funcionarios de casilla y un largo etcétera. El sistema electoral, tal como está diseñado, implica costos y habrá que ser conscientes de ello. Lo único cierto es que el IFE fue y el INE será el ente público más auditado, sin comparación en la administración pública; que la reforma electoral permitirá abatir costos ahí donde las elecciones sean coincidentes; y, que el Instituto Nacional Electoral tiene la necesidad de clarificar el cómo y en qué se gasta el presupuesto, generando una opinión pública objetivamente informada, sobreponiendo la realidad al ámbito sólo verosímil de la información comercial masificada.

*Delegado del INE en el Estado de México

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