Nadie le dijo a Brenda que su sueño de ir a EU sería una pesadilla

Por: Blanca Elena Ibelles Fernández

Cimacnoticias | México, DF.- Desde que tenía siete años de edad, Brenda sabía que abandonar su natal Honduras era una posibilidad luego de crecer en un ambiente hostil, marcado por la indiferencia y la violencia familiar.

Ella conocía historias de personas que emigraron a Estados Unidos en busca del sueño americano, pero nadie le dijo lo difícil que es alcanzarlo.

Ante las carencias tanto económicas como afectivas que Brenda vivía en su hogar, la migración se convirtió para ella en un punto de fuga, como lo dice el estudio “La situación de las mujeres latinoamericanas. Observatorio de Igualdad de Género en América Latina (AL)”, editado en 2012 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Según el análisis, las agresiones son una constante en la vida de las mujeres en AL, pues al menos una de cada tres sufre algún tipo de violencia física y psicológica, y 16 por ciento ha sido víctima de violencia sexual alguna vez en su vida.

En 2013 el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) destacó que la violencia fue la principal razón por la que las y los hondureños emigraron de su país.

Eso le pasó a Brenda, que a los 29 años dejó Honduras para establecerse en Guatemala, donde vivió siete meses. Allí creó una microempresa de tortillas de harina que pronto empezó a crecer debido a que comerciaba entre ambos países. Ante el éxito, decidió certificar su negocio pero el trámite no lo concluyó debido a trabas burocráticas.

En 2005, luego de la desilusión, una amiga le propuso ir a EU y establecer su negocio allá. El trayecto pintaba muy sencillo.

“Te vas a la frontera entre Tecún Umán (Guatemala) y Tapachula (Chiapas, México) y cruzas el río Suchiate. En Chiapas agarras una combi, llegas a las vías del tren, lo esperas y te subes. De ahí te traerá hasta la frontera norte, luego cruzas y ¡ya!”, le explicó su amiga, quien le consiguió un “coyote” (traficante de personas) que cobró 2 mil 500 dólares (cerca de 32 mil 500 pesos mexicanos) y la recogería el 27 de junio de ese año.

De acuerdo con el reciente estudio “Aproximaciones al conocimiento cuantitativo y de identidades de las mujeres en la migración”, elaborado por Incide Social, Sin Fronteras y el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, el 86 por ciento de las centroamericanas que transitan por México hacia EU no tiene experiencia en la migración y el 45 por ciento recurre a “polleros” o “coyotes” para llegar a su destino.

LA TRAVESÍA

La historia de Brenda fue documentada en la publicación “Nuestras voces en el camino. Testimonio de mujeres en la migración”, elaborado por el Instituto para las Mujeres en la Migración (Imumi).

Brenda contó que fue otro amigo quien le hizo ver que alcanzar sus sueños no era tan fácil. Juntos viajaron a la frontera entre México y Guatemala para conocer el camino e informarse de los peligros para las personas migrantes en su trayecto hacia el norte.

En compañía del hermano de una maestra de la preparatoria y cinco personas más, tomó la ruta para cruzar la frontera y llegar a las vías del tren. Al llegar se encontró con 100 personas más, en su mayoría hombres.

“Llegó la promesa, el sueño, el cambio: llegó el tren, ‘La Bestia’. Todos nos subimos hasta el techo e hicimos un círculo, yo estaba en medio y ellos a los lados. ‘La Bestia’ arrancó y la gente salió a decirnos adiós”, relató Brenda.

Viajaron durante noches y días enteros, de pueblo en pueblo en los que apenas si podían comer algo. Pasaban la noche y por la mañana tenían que regresar al tren.

En uno de los  pueblos fueron advertidos por una de las habitantes: la gente no estaba de acuerdo con la presencia de las y los centroamericanos, así que una vez que las veían, llamaban a Migración para que las deportaran.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Discriminación 2010, el 20.5 por ciento de las personas migrantes considera que el principal obstáculo que enfrentan por su situación es la discriminación.

Brenda y sus compañeros huyeron. Sin embargo, en el trayecto se toparon con varios hombres armados, quienes amenazaron con “matarlos y echarlos al río como hacían con todos”.

Finalmente llegaron a otro pueblo, donde se encontraron con un campesino que ofreció llevarlos con un “pollero” que podría ayudarles. “Yo no aguantaba más y me quedé con el ‘pollero’; mi amigo siguió el camino”, narró Brenda.

Para ese entonces, sólo le quedaban siete días para llegar a Ciudad Juárez. Chihuahua. Los planes de Brenda cambiaron, sabía que no podía regresar a su país después de todo lo que había vivido y entonces pagó al “pollero” 500 dólares (6 mil 500 pesos mexicanos) para que la trasladara al DF, al Metro Balderas de la capital donde la esperaría una familia que le daría asilo temporal.

Luego de dos meses, Brenda se estableció en un departamento prestado por la familia. Se dedicó a vender gelatinas durante un año, pero luego enfermó del estómago. Le diagnosticaron tifoidea; su sistema digestivo estaba completamente contaminado y prácticamente estaba desahuciada.

La joven hondureña tuvo que dejar el trabajo que había conseguido poco tiempo atrás como empleada de limpieza en una escuela de natación.

Vio al menos 10 médicos que le recetaban todo tipo de medicinas sin efecto alguno, hasta que una monja de la iglesia que frecuentaba la llevó con una doctora naturista, quien le dio un tratamiento que en dos meses la curó completamente.

Semanas después consiguió otro trabajo como secretaria en una oficina de gobierno en el Estado de México; allí estuvo tres años hasta que sufrió acoso sexual, pues luego de denunciar a su jefe por un presunto fraude millonario, un grupo de empleados la investigó y descubrió su situación migratoria, por lo que la amenazaron con deportarla si no accedía a tener relaciones sexuales con ellos.

Brenda salió huyendo, hundida en una profunda depresión que la llevó a intentar suicidarse. En la misma iglesia, una amiga originaria de Venezuela le habló de la organización Sin Fronteras y fue ahí donde le apoyaron para arreglar sus papeles y lo más importante, le brindaron ayuda psicológica.

“Hoy siento esa libertad emocional, sé que si muero, lo haré tranquila y en paz. Ahora sé que mi propósito de estar en México no es económico sino para sanar mis emociones”, contó.

Actualmente Brenda es una microempresaria que se dedica a elaborar cubiertas para libros, bolsas, monederos y mochilas. Además es maestra de piano y canto, y en la iglesia brinda apoyo espiritual a mujeres.

http://cimacnoticias.com.mx/node/66881

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