El Servicio Profesional Electoral Nacional y la cultura de la evaluación

Brenda Castrejón Hernández

En el marco de la entrega de resultados de la Cuenta Pública 2012, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) presentó el pasado febrero, ante la Cámara de Diputados, el estudio denominado Servicios de Carrera en el Estado Federal, que ubicó al Servicio Profesional Electoral (SPE) del Instituto Federal Electoral (IFE) como uno de los dos más consolidados del país. El Servicio Exterior Mexicano, con más de 70 años de trayectoria, se posicionó en primer lugar. Además de este estudio, la ASF aplicó el año pasado una auditoría al desempeño de los miembros del SPE del IFE y en el Informe Final de Resultados se concluyó que este servicio de carrera está consolidado y ha logrado el desarrollo profesional de sus miembros, con apego a los principios rectores de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad.

El reciente Instituto Nacional Electoral (INE) regulará la organización y funcionamiento del Servicio Profesional Electoral Nacional, partiendo del cuerpo profesional de funcionarias y funcionarios del IFE e incorporando al personal de los institutos electorales estatales. El sistema nacional en materia de Servicio Profesional Electoral (SPEN) deberá cubrir los procesos de selección, ingreso, capacitación, profesionalización, promoción, evaluación, rotación, permanencia y disciplina. Cada uno de estos procesos ha mejorado al paso de los años ante la exigencia de la sociedad por contar con servidores públicos eficaces, eficientes, profesionales, institucionales y confiables. Entre estos procesos, la evaluación del desempeño adquiere realce, pues habrá que contagiar entre el personal que se incorporará la cultura de la evaluación.

Desde la creación del IFE en 1991 y hasta el presente INE, la evaluación del desempeño al personal de carrera ha sido uno de los procesos más controvertidos, pues su resultado impacta directamente en la permanencia o no del personal en la Institución. Evaluar el desempeño es un proceso de asignación de un valor, medida y apreciación acerca del trabajo de una persona a lo largo de un periodo determinado y con relación a la contribución que éste aporta al logro de un bien social que es, en última instancia, el objetivo institucional.

En el INE, existe el doble compromiso de que las acciones del personal se encuentren orientadas a propiciar el desarrollo democrático dentro y fuera de la institución, desempeñando las tareas y teniendo en cuenta los derechos fundamentales de las personas, la dignidad del personal de carrera y del público en general; por ello, la evaluación al desempeño ha sido uno de los procesos más revisados y en evolución permanente gracias al impulso que les proporciona su ejercicio práctico y permanente y como todo sistema, es perfectible; pero el que sea perfecto no depende sólo de su conformación técnica o metodológica, es necesario que el personal asuma la responsabilidad de ser evaluado y de evaluar, es decir, asumirse como sujetos y no como objetos.

Alfredo Muñoz García señala que la evaluación es deslindarse de una toma de posición y adjudicar la responsabilidad a la norma. Es una decisión ética y como tal se debe asumir cuando se reconoce internamente que el nivel alcanzado de desempeño permite actuar y superarse porque la calificación en sí misma trae consigo el camino a seguir para el desarrollo profesional e institucional. La calificación no es verdadera sólo por medir la eficacia, sino porque se establece por la vía de una decisión racional apoyada por la experiencia y la evidencia. Aceptar esto requiere una nueva cultura de evaluación que debe permear a toda la actividad laboral y posibilitar el reconocimiento de que la experiencia adquirida no es algo

trivial, sino enriquecedor en términos de autoconocimiento e identificación de los logros profesionales e institucionales.

Fomentar entre el personal de una Institución actitudes de corresponsabilidad, estimular las acciones propias de la rendición de cuentas y transparentar los procedimientos administrativos y operativos, aleja al servidor público de actitudes de complicidad, de cohecho y, en suma, de cualquier forma de corrupción. La corrupción no sólo se combate sancionando a los malos funcionarios públicos, sino transformando la cultura y el sistema organizacional. El comportamiento ético en el trabajo no es otra cosa que el reflejo del comportamiento ético para consigo, para con la familia y para con la sociedad.

Lograr que la cultura de la evaluación se extienda en el personal que se incorporará al INE, permitirá mantener al Instituto como referente para otros servicios civiles de carrera. Después de todo, trabajar en el servicio público es una responsabilidad que trasciende los límites estructurales de cualquier institución, ya que no es a éstas a las que se orientan los esfuerzos, sino a la ciudadanía.

Vocal del Registro Federal de Electores de la Junta

Local Ejecutiva del INE en el estado de Zacatecas

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