Quesería Pastrana, ejemplo de éxito

queso2Mezquitillo, Villa de Cos.- Los primeros rayos del sol pintan las biznagas, huizaches y arbustos de los alrededores. Con el fresco de la mañana y desde muy temprana hora, Imelda Montoya Ruiz y su familia se levantan para preparar los productos que se ofrecen en su negocio, Quesería Pastrana.
Mezquitillo, la comunidad de la que tan orgullosa se siente Imelda, se encuentra en el centro-oriente de Zacatecas en el municipio de Villa de Cos, entre el silencio del semidesierto.
Poco más de 500 personas habitan este lugar con calles de tierra caliza, donde su tranquilidad apenas se ve alterada por el ruido de puercos, gallinas y vacas que forman parte del paisaje.
En este pueblito, Imelda, su esposo, su nuera y su hijo, inician la jornada para procesar 400 litros de leche en invierno y 700 en primavera, que fermentan a diario para producir de 900 a mil 400 quesos semanalmente.
Esta pequeña empresa es su sostén económico y representa un orgullo, pues el sabor y la calidad de su producto han ganado fama. Incluso, clientes de Monterrey y la Ciudad de México realizan sus pedidos por semana o por mes.
No siempre fue así, cada pequeña gran idea tiene sus inicios, e Imelda Montoya, ahora dueña del lugar, recuerda que todo empezó cuando ella y otras señoras solicitaron su primer crédito grupal en la Dirección de Fondos y Proyectos de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) del Gobierno del Estado.
Sin embargo, la motivación de continuar no fue general, y poco a poco las otras integrantes abandonaron el proyecto, del que ella quedó a cargo por completo, gracias a su notable fuerza de voluntad y amor por el trabajo, su tierra y su familia.
Antes de ser dueña de su propia empresa, Imelda elaboraba queso molido, con una pequeña porción de leche de unas cuantas vacas que tenía su esposo, y lo que salía de dinero lo usaban para pasarla.
queso1En un cuartito con piso firme, una mesa de madera, una parrilla, botes de plástico y un refrigerador, inició este proyecto que con el tiempo ha logrado ampliarse a dos cuartos, una vitrina, un molino, una estufa, así como tres mesas y una tina de acero inoxidable; utilería y mobiliario que se adquirió gracias a las ganancias y demás créditos a los que ha accedido esta familia.
«Empezamos con poquito, luego ya les gustó mi queso, y estuvimos creciendo más y más, entonces compramos un poquito más de leche, me la traen de San Blas, Cañitas y de San Francisco, y creció mi negocito; gracias a Dios ahorita hasta nos falta queso (para cubrir la demanda)», explica.
Esto se debe a que sus productos se distinguen por su frescura, pasta hilada y por ser un alimento típico de la región noreste de México, además de que son orgánicos, libres de conservadores y ricos en proteínas.
El ingrediente secreto
Son las 7:00 de la mañana, el canto de los gallos y otras aves junto con el viento fresco motivan a Imelda y su familia a empezar las primeras faenas del día.
Los granjeros acuden puntuales a entregar la leche bronca a la Quesería Pastrana, donde la vacían en un contenedor de acero inoxidable, para luego agregar el cuajo natural para su fermentación.
Ya han pasado dos horas. El clima es ahora más cálido y suave; la fermentación ha llegado a la primera fase del proceso, por lo que es necesario «quebrar la leche».
«Al principio no sabía bien, se me pasaba poquito la cuajada, porque a veces pues tiene que estar uno al pendiente, el queso fresco lo espera, pero éste no, éste se llegó su hora y nada de espérame poquito, porque si se pasa la cuajada ya es pérdida que tiene uno», confiesa.
Luego, el producto se deja reposar dos horas para que alcance el punto exacto y entonces proceder a la cocción y obtener el queso asadero; «con mucho cariño lo hago por eso les gusta mi queso, ese es el ingrediente secreto», asegura Imelda.
quesoRemediar los males
«Estoy muy orgullosa de mí, porque me concentro aquí en mi trabajo y a veces me olvido de los demás problemas, me relajo», comparte contenta, pero repentinamente, unas lágrimas recorren sus mejillas.
El negocio le ha dado para hacerse de bienes, pero también para enfrentar algunos males, por lo que no puede evitar la tristeza cuando recuerda que hace poco más de un año, uno de sus nietos falleció debido al cáncer que padecía.
«Tenía 18 años mi hijo, yo le doy gracias a Dios que me dio este trabajito pa’ ayudar a mi hija», explica Imelda sin poder contener el llanto.
«Desde que mi hijo empezó con la enfermedad lo ayudamos mucho, lo apoyamos pa’ su tratamiento. A él lo estuvieron atendiendo en Monterrey, era mucho gasto», recuerda y aunque no puede evitar el dolor, le queda el consuelo de haber hecho todo lo que estuvo en sus manos para apoyar a su nieto.
Pese a esto, Imelda se siente contenta por abrirse camino en la vida y poder ayudar a su familia.
Asegura que le gusta mucho su trabajo y le tiene un gran amor y respeto a su comunidad. «Mi ranchito, un orgullo, pacífico, aquí vive uno tranquilo, todo mundo cuando nos vemos nos saludamos», comparte.
Imelda es de esas personas emprendedoras cuya fuerza de voluntad y constancia son un claro ejemplo de que juntos, sociedad y gobierno, pueden mejorar las condiciones de vida de las familias.
«Sí se puede, con ganas todo se puede, nomás es proponerse como yo y salgan adelante», asegura ésta orgullosa ama de casa que se convirtió en empresaria.
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