El amor viene del cerebro, no del corazón: Herminia Pasantes

Afortunadamente, este proceso neuronal no dura para siempre.
Redacción
SemMéxico.- La investigadora emérita del Instituto de Fisiología Celular, Herminia Pasantes, asegura que regularmente, cuando se piensa en el amor, el imaginario dicta que se encuentra en el corazón, ese órgano que es como una bomba aburrida que se contrae y relaja sucesivamente, pero en realidad está en el cerebro donde surgen emociones placenteras que dan felicidad y euforia.
«De hecho, ese sentimiento se origina en una zona llamada circuito de recompensa, que se encuentra debajo de la corteza cerebral, con la que también se conecta”.

«Esa área se activa con las drogas que producen placer, felicidad o cualquier otro sentimiento de euforia; así, se involucran neurotransmisores relacionados con las emociones, como la dopamina y serotonina, entre otros», señaló la científica, a través de un comunicado de prensa.

A este proceso químico se le ha nombrado enamoramiento, explicó, y durante su desarrollo no es raro que el afectado haga locuras o tome decisiones sin pensar, pues no le importa nada.

No obstante, dijo, ese comportamiento tiene una explicación y se debe a que el circuito de recompensa, donde se producen las sustancias placenteras del amor, está conectado con la corteza cerebral que es la que nos permite razonar; por tal motivo se nubla el raciocinio.

Afortunadamente, destacó la científica, este proceso neuronal no dura para siempre, y puede persistir de dos a seis meses dependiendo de cada caso.

«El amor es un sentimiento complejo muy interesante, porque es enormemente placentero; sin embargo, tiene su lado oscuro, pues es adictivo”.

«Es así que surgen los celos y el miedo a perder a la persona amada, y se vuelve un sentimiento negativo, que se procesa en este mismo circuito; cuando ocurre, las sustancias placenteras se producen en menor cantidad», explicó.

No obstante, destacó, el amor no envejece, pues el circuito relacionado con este sentimiento no cambia con los años; es decir, mientras otras funciones cerebrales declinan con la edad, aquel conserva su frescura.

«Entonces, para bien o para mal el amor es un sentimiento inquietante, se pensaría que las personas de mayor edad ya no se enamoran, pero diversos casos en nuestra sociedad nos han mostrado lo contrario», concluyó.

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