Agricultor de vida, gusanero de temporada

Javier Alemán Tapia1Por: Jesús Martínez /Foto: Jován Martínez  / Mi Tierra

Zacatal, ejido de Santiago, Pinos, Zac.- A sus 40 años de edad, Javier Alemán Tapia relata que tiene más de 25 años de gusanero, y toda su vida, desde que tiene uso de razón, de agricultor y algo de ganadero en su comunidad natal, el Zacatal, en Pinos, Zacatecas.

“La agricultura es la vida del ranchero”, dice Javier mientras camina rumbo al cerro, cuando apenas el sol comienza a salir. Un compañero siempre con él para que ayude a cargar las “cribas”, la pica, y la pala, material con el que sacan los preciados escamoles.

Cada año deja a un lado a sus animales y sus milpas para dedicarse unas cuantas horas a la búsqueda de escamoles, actividad que le ha redituado gran parte de su vida. En ocasiones le acompaña su esposa, en otras un buen compañero que entre ambos salen al salir el sol y regresan cuando se mete.

Los buenos gusaneros tienen identificados los nidos y saben dónde pueden estar los nuevos por los rastros que dejan las hormigas, y porque siempre sus hormigueros van a estar cerca o debajo de un maguey o un mezquite.

Los hoyos que tienen identificados están preparados para un fácil saqueo de los huevos, y muchos de ellos llegan a tener hasta 10 años de explotación. Sacan la pala y comienzan a cavar hasta donde encuentran un tapón que cubre el hormiguero, entonces se encuentran con ramas secas que habían colocado el año anterior y donde están depositados todos los huevos. Meten la pala y sacuden las ramas para que los huevos caigan. Luego los pasan a las cribas para quitarles las ramas, tierra y hormigas que se van entre los huevecillos.

Uno cava y el otro limpia los huevos, mientras cientos de hormigas los invaden y pican en manos, cuello y cara de los gusaneros. “Nosotros estamos acostumbrados”, dice Javier.

Los expertos, los que tienen años en este oficio, saben que cubrir correctamente un hormiguero les garantiza ganancias por años, pues si algo hacen mal las hormigas desaparecen del lugar.

Así, pasan las horas y llegan a juntar hasta 10 kilos por día, los más expertos. Los otros, los más jóvenes o inexpertos tardan más y ponen en riesgo los hormigueros, porque no saben el proceso para volver a taparlos, dice el campesino.

Su cansancio de horas de camino, excavaciones y cientos de piquetes se premia cuando después de limpiar los huevos, para lo que utilizan grandes casos llenos de agua, unas coladeras muy finas y la mano experta para comenzar a retirar la tierra, las hojas y ramas secas, los “nacidos” y las hormigas que acompañan a la hueva, se embolsa para su venta.

Así es un día de trabajo cuando se va a buscar huevo de hormiga, porque el “trajinar” diario de Javier sigue al cuidar sus animales, sus cultivos de maíz, frijol, alfalfa.

También relata que en esta temporada, como de julio a agosto, la gente se dedica a buscar gusano de maguey blanco, que se da en las pencas; y el gusano rojo que se encuentra en el corazón del maguey. Esta actividad es redituable también, pues los mismos compradores llegan a pagar hasta 400 pesos el kilo.

La tierra y la naturaleza es tan fabulosa en Pinos que al comenzar las lluvias también comienzan a reproducirse los caracoles de agua dulce y los xamues, ambos llegan a recolectarse para su venta a los compradores del escamol. Un bote de 20 kilos, donde caben unos dos kilos de xamues llega a costar unos 400 pesos.

También se consiguen biznagas y nopalitos, los que se venden. “Así que somos bendecidos por nuestra tierra, por nuestro cielo, porque no solo podemos vivir de la agricultura, sino también de todo lo que nos ofrece la naturaleza”, expresa contento Javier.

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