LA ESTRATEGIA DEL TODO O NADA

Análisis Polí­tico

Por: Gabriel Contreras Velázquez

El candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, rompió su ritmo vertiginoso de crecimiento en preferencias electorales apenas un par de semanas atrás. En aquellos dí­as, los equipos de los candidatos opositores (PAN y PRI) fijaron la mira e introdujeron la morbosidad polí­tica en el tema de sus gastos de campaña: ¿cómo habí­a hecho para sobrevivir todos estos años fuera de la función pública? Y ¿de dónde provení­an los fondos (así­ como la justificación de los mismos) de la asociación civil Honestidad Valiente?

El ambiente electoral es el mismo: tensión a partir de la guerra de percepciones, más que de realidades. Los candidatos de todos los partidos, sin excepción, se han movido en ese tablero para ejercer presión sobre sus adversarios a partir de un elemento esencial: la acusación al otro.

Dentro de esta lógica podemos encontrar el rumor, la desconfianza, las descalificaciones mediáticas, la guerra emocional más que de argumentos en las redes sociales, y cualquier otra conducta que produzca un escenario de sospecha radical.

El hecho de que las campañas polí­ticas hayan asumido el conflicto a partir de poner en duda la capacidad del otro, mostrando impunemente los nexos de la clase polí­tica (nuevamente sin excluir a ningún partido o corriente ideológica) con el narcotráfico, la corrupción y perversión latente de las autoridades, y el uso discrecional de los fondos públicos para ejercer en precampañas y campañas electorales no beneficia a nadie.

Las autoridades electorales -hay que decirlo con todas sus letras- se ven rebasadas ante tales muestras de incongruencia y falta de apego a la norma. Lamentablemente hoy figuran como el árbitro de una competencia con un mí­nimo de credibilidad posible, ya que los estándares impuestos para la misma están dados por sus propios participantes: los partidos.

Lo que presenciamos hoy es una partidocracia ajustada a las necesidades de los grupos hegemónicos de la clase polí­tica. No se puede hablar abiertamente siquiera de democracia interna entre partidos polí­ticos, cuando ninguna de las designaciones de los hoy candidatos presidenciales pasó por un procedimiento que cumpliera los requisitos mí­nimos de un sistema abierto.

La izquierda designó a su abanderado mediante una encuesta; el panismo concentró sus fichas en la lucha interna entre los fieles al presidente y aquellos que querí­an que no trascendiera en la contienda del 2012. Y el priismo, es ya por una mayorí­a sabido que construyó una candidatura de la mano de uno de los dos únicos consorcios televisivos en nuestro paí­s –a tal grado es evidente esta información que incluso los medios extranjeros como The Guardian, The New York Times, la BBC y más recientemente The Economist han hablado abiertamente de dichos acuerdos.

Hoy, los partidos vuelven a tomar fuerza a partir del rumor y de la tensión desmesurada, misma que posiblemente lleve a un divorcio más explí­cito entre la ciudadaní­a y la clase polí­tica. Claro, depende mucho de la misma ciudadaní­a, y de que los jóvenes se despabilen de discursos a favor o en contra de uno u otro candidato.

Me refiero con esto a que el jueves 21 de Junio, en el diario La Jornada apareció un desplegado donde se informaba que más de 600 organizaciones civiles pretenden realizar movilizaciones en caso de que se presente un “fraude electoral”.

Las organizaciones ahí­ mencionadas pertenecen a las cúpulas radicales de izquierda, las cuales siempre han creí­do que los movimientos sociales puede transformar a las instituciones. Ciertas veces pueden lograrlo. Todo depende de la reacción del Estado. Si el Estado reprime, la causa gana, si el Estado los fragmenta, la causa termina por dispersarse en pequeños grupos aun más radicales.

Con dicho desplegado pretenden implantar un escenario donde las autoridades electorales (de por sí­ devaluadas ante las constantes presiones, y con la lamentable noticia de la aparición de boletas duplicadas), se vean desprovistas de la capacidad suficiente para satisfacer las demandas de aquellos que no consientan la derrota. La imagen es muy parecida al conflicto de la izquierda en 2006, donde incluso las condiciones eran totalmente favorables para presentar dicha idea.

Esas condiciones hoy son completamente nuevas y distintas a la de hace seis años. Sin embargo, la estrategia funciona en la misma lógica: viralizar la idea del latente fraude ante cualquier margen de error o provocación el dí­a de la elección. No importa si el candidato puntero lleva aproximadamente 8 puntos de ventaja, hoy en Facebook ya encontramos invitaciones a la marcha “Si hay imposición, habrá revolución” ¡el dí­a después de la elección!

La izquierda está jugando su último golpe en el punto sensible priista, con ayuda de las encuestas: todo está prefabricado para el “fraude”. AMLO tiene a una buena cantidad de jóvenes apoyándolo. Desafortunadamente lo que vemos sólo son movimientos de una estrategia electoral radical… Así­ los partidos polí­ticos.

A toda acción… múltiples reacciones.

Este sí­ es el mundo al revés:

-        Cosas vemos: quienes hace seis años comandaban el discurso de que AMLO era un peligro para el paí­s hoy en dí­a se suman a la propuesta de vigilancia de casillas, según se escuchó en los últimos spots de la candidata Josefina Vázquez.

-        El IFE busca las condiciones propicias para firmar un “pacto de civilidad” entre candidatos un par de dí­as antes de la elección presidencial. Más parece una burla a la ciudadaní­a, que una intención de vigilar el proceso electoral. Y si lo fuere así­, lamentable que no hayan vigilado la “civilidad” en las campañas.

-        Andrés Manuel López Obrador declaró en entrevista para El Universal que no considera que haya fraude electoral, porque tienen a toda una red de ciudadanos vigilando de cerca las casillas. O sea, no hay posibilidad real de fraude, sino de “intento de fraude”.

-        ¿En serio el IFE va a encontrar las condiciones para comprobar, apegado a derecho, que los dineros priistas manejados desde los Estados Unidos, mediante el banco MONEX sirvieron a los gastos de campaña y afectaron la equidad de la contienda? ¿En serio se atreverí­an a declarar el resultado inválido con el Monexgate, como le llamó Ricardo Monreal?

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