Tolerancia: un derecho que aún debemos practicar

Por: Dra. Norma Julieta del Río
Zacatecas, Zac.-Cada 16 de noviembre se conmemora el Día Internacional para la Tolerancia, proclamado por la ONU y la UNESCO en 1995. Esta fecha tiene un objetivo fundamental: promover el respeto a la diversidad, la comprensión mutua y la protección de los derechos humanos, recordándonos que la convivencia pacífica no se da por sí sola, sino que requiere educación, voluntad y práctica constante. En un contexto global donde las tensiones políticas y sociales parecen intensificarse, esta conmemoración adquiere un valor aún más significativo.

En México, estos principios se reflejan directamente en derechos fundamentales de nuestra Constitución. El artículo 6 garantiza la libertad de expresión, y el artículo 9 protege el derecho de reunión pacífica. Estos preceptos no sólo están escritos en la ley; representan conquistas históricas que nos permiten disentir, dialogar y participar activamente en la vida pública. Las marchas ciudadanas son un ejercicio legítimo de estos derechos, una herramienta de participación social que fortalece la democracia y permite que distintas voces sean escuchadas.

Recientemente, jóvenes de la Generación Z, personas nacidas aproximadamente entre 1997 y 2012, organizaron una marcha pacífica para expresar sus inquietudes y demandas. Este grupo representa una nueva generación de ciudadanos comprometidos con su entorno, conscientes de sus derechos y dispuestos a alzar la voz por cambios sociales. Su capacidad para organizarse, informarse y movilizarse demuestra que la participación juvenil está más viva que nunca, derribando mitos de desinterés o apatía. Su acción es un ejemplo de participación activa y responsable, alineada con los valores democráticos.

Sin embargo, los hechos registrados durante la movilización, con enfrentamientos y agresiones, demuestran que aún nos falta tolerancia. Una marcha que debía ser pacífica se vio empañada por la violencia. Este tipo de situaciones nos obliga a reflexionar sobre qué tan dispuestos estamos, como sociedad, a convivir con la diferencia sin caer en provocaciones o descalificaciones. La libertad de expresión y el derecho a la manifestación no se limitan a la existencia de leyes: requieren respeto mutuo y responsabilidad social. Disentir es parte de la democracia; agredir, no.

La tolerancia no consiste únicamente en “permitir hablar” a los demás. Implica escuchar, respetar y convivir con quienes piensan diferente, incluso cuando sus ideas nos incomodan. Implica reconocer que la pluralidad es una condición natural de cualquier sociedad democrática y que nadie posee la verdad absoluta. Cada acto de intolerancia, agresión o discriminación erosiona los derechos humanos y debilita la convivencia democrática.

El Día Internacional para la Tolerancia nos recuerda que no basta con conmemorar fechas: necesitamos coherencia entre derechos y respeto. Las manifestaciones pacíficas, las protestas y la expresión de ideas distintas son legítimas. Debemos entender que la diversidad de opiniones no es una amenaza, sino una oportunidad para construir sociedades más fuertes, conscientes e incluyentes. Lo que no puede faltar es respeto a la seguridad, la dignidad y los derechos de quienes participan.

Tolerar no es silencio ni debilidad. Es coherencia, responsabilidad y respeto activo. Es reconocer que nuestras diferencias nos enriquecen y que la convivencia pacífica depende del compromiso de todos. La tolerancia es, en esencia, una decisión diaria: optar por el diálogo en lugar del conflicto, por el entendimiento en lugar de la confrontación. Y eso, aún, es algo que debemos aprender y practicar todos los días.

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