Hace  poco más de un año que terminé mi función como miembro del Consejo General del Instituto Electoral del Estado de Zacatecas.  Y a la distancia, siempre reconoceré que se trata de una Institución noble y cuya labor es necesaria en los vaivenes democráticos de nuestra entidad. Las instituciones electorales han transitado diversas etapas, desde el férreo control gubernamental hasta la autonomía constitucional de que gozan ahora. Sin embargo, en una sociedad democrática caracterizada por la movilidad, los retos son permanentes. Cada elección es totalmente distinta a la anterior; sus propias peculiaridades ofrecen un sinnúmero de posibilidades para que los organismos electorales respondan a la ciudadanía de una manera cierta, eficaz y erigiéndose como garantes de equidad en la contienda.  De ahí la importancia de contar con un organismo sólido, un cuerpo directivo cohesionado y un personal administrativo eficaz.
El Instituto Electoral estará viviendo en los próximos días la renovación del Presidente del Consejo General, mediante un mecanismo determinado por la propia legislación local. Sin duda, un rasgo importante de la decisión parlamentaria será el consenso de las fuerzas políticas, no conviene a ningún actor implicado quedar fuera en la discusión de este tema, y lo deseable para toda la ciudadanía es que los diputados de la  LX  Legislatura se permitan una discusión profunda sobre el particular, a fin de que llegue la persona idónea que fortalezca el trabajo institucional.Â
Durante los 8 años de mi permanencia en el Instituto Electoral, tres Presidentes integraron el Consejo General, cabe decir que en los trece años de vida del Instituto ha habido cuatro renovaciones de la Presidencia del Instituto. Destaco la importancia de que, la persona que presida al Instituto en sus funciones administrativas y al Consejo General en sus funciones directivas, debe poseer características que faciliten los acuerdos, pero que tenga una vocación democrática tal, que le permita entender que el máximo órgano de decisión es colegiado.Â
Recuerdo varias sesiones de trabajo álgidas por la convicción de cada compañero de sostener un punto de vista, y recuerdo también, los buenos oficios del Lic. Miguel Rivera Villa, en la mesa podrían darse las discusiones más fuertes, las más enconadas participaciones pero en su momento, las diferencias se quedaban en la mesa.Â
Sin embargo, la última etapa de mi estancia en el Instituto me llevó a añorar  las anteriores administraciones, no era el respeto, sino una abierta agresión a las puntos de vista en contra; resultó un crimen tratar de revisar con acuciosidad las finanzas del propio Instituto, porque partiendo de una obligación legal en función del cargo que ostentaba,  el Instituto Electoral, no es inmune a los malos manejos administrativos, al derroche y al abuso excesivo de facultades que hacen creer que el patrimonio institucional es particular.
Y entonces, una corrupción administrativa puede transitar sin ningún problema a cooptaciones políticas de todo tipo. Los temas administrativos llegaron a incomodar a tal punto, que no se permitía ni conocer la nómina de las personas que laboran en el Instituto, porque se aducía que eran datos confidenciales, cuando formábamos parte del propio órgano directivo.Â
Con cuanta puntualidad exponía el Lic. Juan Francisco Valerio el tema de los dineros, era escrupuloso en el gasto, y lo que parecía entonces excesivo, después fue necesario, en un Instituto que hasta se dio el lujo de disponer arbitraria y discrecionalmente de una partida etiquetada para los gastos de capacitación de los Partidos Políticos.Â
Desde el interior del Instituto, las cosas se ven de una manera más nítida y la parafernalia de promoción que hemos advertido los últimos días, con un ánimo encendido y desesperado para lograr la reelección, no habla más de que, se ha olvidado voltear al propio Instituto donde debe cifrarse la  mayor fortaleza, a partir de un reconocimiento del trabajo de todos y cada uno de los compañeros.
Pensar en esto, resulta difícil porque el trato a los trabajadores está carente de toda nota de dignidad, que les corresponde en primer término, como seres humanos y después como profesionales que tanto le han aportado a la institución. Â
En los últimos meses que estuve en el órgano electoral, resultaba denso el ambiente de trabajo y sólo el círculo cercano de serviles aduladores gozaba de todas las prerrogativas. No es la violencia piscológica, la humillación, el desprecio lo que debe caracterizar la relación laboral en un organismo donde la tolerancia es el valor democrático más difundido.Â
Ese es el Instituto que no se conoce, pero son circunstancias al fin que deberían ser tomadas en consideración para tomar una decisión acertada, esperando que la persona que llegue a tomar las riendas de la Institución, sea una persona emocionalmente sana, para que en los momentos de intensas discusiones más que furia iracunda prive la razón, la legalidad y el necesario consenso, una persona también con la sensibilidad necesaria para que entienda que el IEEZ no es propiedad de nadie, sólo de los zacatecanos y que en este sentido cuide al máximo sus recursos, los administre con honestidad y transparencia y además, una persona que contribuya a propiciar la equidad en las contiendas electorales, con la suficiente fortaleza y calidad moral para no ceder a presiones de ningún tipo.Â
El tema está en el foro legislativo, esperemos contar con una discusión de altura, que vaya más allá de intereses partidistas, y con un Poder Ejecutivo respetuoso y comprometido con la conformación de este organismo autónomo, para que responda genuinamente a las expectativas de los ciudadanos y con ello se sienten las bases del andamiaje institucional que soporte con solidez el proceso electoral de 2013 y elecciones subsecuentes.
Por: Lic. Rosa Elisa Acuña Martínez