Por Sergio Candelas Villalba
 El buen amigo, compañero y periodista Miguel íngel Granados Chapa falleció el domingo pasado a las 17:45 horas a los 70 años en la ciudad de México.
El autor de la columna âPlaza Públicaâ que apareció por primera vez en 1977 enEl Díaâ y en Reforma desde su fundación en noviembre de 1993, tituló su última colaboraciónâDe coalición a coaliciónâ que aprovechópara despedirse, el viernes 14, de sus lectores y cerrar, así, una de las columnas más analíticas del periodismo mexicano con esta frase âEsta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós.â
Los medios de comunicación nacionales e internacionales, la ONU lamentó la muerte del periodista mexicano y aseguró que el deceso de Granados Chapa viste de luto la vida democrática en México; por su parte, la UNAM se apresta a rendirle homenaje; el Congreso del estado de Hidalgo le otorgará la medalla Miguel Hidalgo; la escuela de periodismo Carlos Septién García le concedió el viernes anterior el Premio Nacional de Periodismo, y anunció que la ceremonia de condecoración se efectuaría el próximo jueves, ello ya no fue posible; periodistas e intelectuales han colmado de condolencias las redes sociales; por ejemplo, la CNN de los Estados Unidos calificó a Miguel íngel como âpluma fundamental en el periodismo mexicanoâ.
El 23 de noviembre de 1988 presenté en el Poliforum Cultural Siqueiros del Distrito Federal mi libro âEscalerillas 23â del que Miguel íngel escribió el prólogo que tituló âTodo cabe en la novelaâ¦â, pero además, me hizo el favor de pronunciar unas palabras en ese evento, al igual que Felipe Garrido, director de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes.
En ese momento, Granados Chapa fungía como director deLa Jornada, sus palabras fueron estas:
âSi quiero añadir, no tanto porque se hayan quedado rezagadas algunas ideas, que pocas hay todas son puntuales, precisamente por su parquedad, pero hubiera podido decir de esta novela y de su autor âporque ambos extremos son indisolubles-, que es una novela escrita por un periodista y quiero subrayar esa idea.
âNo con mala intención, a veces se dice cuando se trata de derogar la personalidad de alguien que es un magnífico novelista entre los periodistas y un magnífico periodista entre los novelistas.
âCuando digo que âEscalerillas 23â es una novela escrita por un periodista, me refiero al nervio narrativo, informativo, que está presente en la novela; es una novela, aunque parezca redundante decirlo. Respecto de esta es preciso decirlo, es una novela que cuenta cosas, que nos pone delante de acontecimientos que surgen de la mentalidad organizadora de un manejador profesional de las palabras, pero también de la mentalidad organizadora de alguien acostumbrado a examinar los hechos y encontrarles vinculaciones.
âHay una vieja polémica, los aquí presentes podrían más fácilmente ponerlos al tanto de ella, por su capacidad crítica, por su capacidad como críticos y como promotores de la escritura de otros, entre si son compatibles la literatura y el periodismo, polémica que a menudo parte del supuesto de la petición de principios que, según creemos, de que el periodismo es algo distinto de la literatura, algo incompatible o hasta adversario de la literatura.
âLa polémica es, como digo, antigua, y no está totalmente resuelta en cierto sentido. En efecto, la práctica periodística puede conspirar contra la creación literaria en la medida en que el manejo rutinario, el lenguaje de las palabras y de la información, puede mellar las capacidades de expresión de un periodista, particularmente para quienes están sujetos a los rigores de la información cotidiana, los reporteros asignados a determinados sectores informativos que tienen que producir, bajo una enorme presión, obligatoriamente, nosiempre disponen del tiempo ni de la capacidad reflexiva para quitar los desaliños con que la prosa va fluyendo, porque la prioridad es que fluya y no tanto que fluya conforme a determinados cánones.
   âEsta premiosidad de la práctica reporteril, no sólo de la práctica periodística en general, sino específicamente de la práctica reporteril, en la que hay que dejar los materiales a tiempo porque eso es lo que importa. La oportunidad es el supremo criterio en la hechura periodística más que en cualquier otro, a veces más incluso que la exactitud y por supuesto más que la pulcritud expresiva.
Sin ser novelista profesional, tiene una gran vocación
âEsta premiosidad âdigo- puede, efectivamente, conspirar contra las posibilidades de decir cosas interesantes, decirlas bien, decirlas de manera atractiva, que es por lo menos lo que uno espera en una novela.
âPor fortuna no ha sido ese el caso de Sergio Candelas, no se mellaron los instrumentos con la práctica reporteril, como lo advertirán quienes lean su libro.
âLibro que, por otra parte, y esta es la segunda circunstancia que quisiera anotar, fue escrito por alguien que no es un novelista profesional; quizá no hay muchos novelistas profesionales, quizá pocas personas pueden darse el lujo de dedicar su esfuerzo productivo sistemático a la creación de obras de ficción, especialmente en un medio como el nuestro, pero hay quienes realizando simultáneamente tareas de promoción cultural, de crítica literaria, de periodismo no apremiante como el que ejercen los reporteros de información general, de información política, particularmente disponen de una vocación muy explícita y del tiempo, para la fabricación de obras de ficción, para la construcción de novelas.
âEl caso en Sergio Candelas es distinto, no es que haya sido un diletante de la literatura, un aficionado que de pronto produce inesperadamente, de manera inopinada una novela, sino que le arranca tiempo a otras obligaciones que siempre son demandantes de atención y de horas, ya sea que esté de uno o de otro lado del escritorio del redactor de prensa, es decir, ya que proporciones como responsable de información institucional, los medios para que los periodistas informen; ya que como periodista aproveche esa información de carácter institucional.
âEs notable âdigo- que no obstante el imperativo laboral, profesional, político de sus empeños profesionales, âEscalerillas 23â haya podido ser escrita muy a menudo escritores consagrados, o peor aún, escritores todavía sin consagrar, y que por evadir estos argumentos no se consagrarán jamás, alegan la falta de tiempo para sentarse a escribir, insistiendo en que la imaginación requiere circunstancias de reposos que permitan el asentamiento de la capacidad de figurarse acontecimientos que no son. El ejemplo que nos ha dado Sergio Candelas al hacer, al escribir esta novela, sin descuidar sus otras obligaciones, sino al contrario, cumpliéndolas con el escrúpulo con que conocen las hace quienes saben de su trabajo, es también una demostración viva de que la literatura es fundamentalmente o, entre otras cosas, un impulso vital, una instrucción irresistible que viene de dentro del autor y que se pone en práctica y que se materializa aún en las circunstancias más adversas.
 âEn el prólogo que escribí para este libro está levemente descrita la trama y los personajes, los escenarios donde transcurren los acontecimientos narrados por Sergio Candelas. Lo peor que le puede ocurrir a uno, tratándose de una novela, es que se la cuenten, por eso es preciso que cada quien inicie la deleitosa entretenida, porque una de las motivaciones a mi juicio de las novelas, es entretener, contar con amenidad episodios susceptibles de ocurrir.
âLos invito, pues, a que emprendan esta aventura de incorporarse a los mundos imaginarios que construyó para nosotros Sergio Candelas, a quien de nuevo y ahora en esta ocasión significativa, le doy mi enhorabuena como compañero de oficio por este trabajo que ahora pone en nuestras manos.
âSólo para terminar con mi parte formularía un deseo: âEscalerillas 23â es un domicilio, el título de la novela es un domicilio, es una calle y un número. Una buena fortuna de las novelas es que se introduzcan de manera tan viva en la conciencia, el alma, las sensaciones de sus lectores, que se conviertan en una realidad.
âNo son pocos los viajeros que en Buenos Aires buscan en la calle de Corrientes el 348 (tres, cuatro, ocho) a que se refiere el tango, como un modo de actualizarse, una vivencia lejana, musical en ese caso, a la vida cotidiana.
âLa calle de âEscalerillas 23â no existe ya en la ciudad de México. Habrá, sin duda alguna,una calle de ESCALERILLAS en más de una ciudad, el que se convierta para los lectores en algo vivo que los conduzca eventualmente a buscar un domicilio real como ese, sería quizá una indicación de cómo se vivenciaron en las conciencias de los lectores realidades de ficción recogidas en esta novela. Ojalá fuera âEscalerillas 23â, pronto, un domicilio tan conocido como Cracovia 96.â
Efectivamente Miguel íngel, nunca te lo dije en vida, pero, esa calle sí existe, está en la ciudad de Zacatecas, comienza en la avenida Juárez y sube hasta topar allá arriba con una calle transversal. ¡Adiós! y gracias por tener la deferencia de considerarme tu compañero.