Por Sergio Candelas Villalba
Con dos mil pesos en la bolsa, 1,200 aportados por el gobierno del Estado, intrépidos, ilusionados y ufanos, salimos de nuestra ciudad con destino a Culiacán, Sinaloa, luego que hube contratado un viaje especial de Transportes Zacatecanos que nos costó el importe de la ayuda pública.
Aquella tarde de noviembre de 1961 salimos con rumbo a Durango, cruzamos la ciudad; en la madrugada hicimos un alto en la carretera sinuosa, de senos, ondulaciones y recodos, angosta, para estirar las piernas, paramos en el lugar conocido como âel espinazo del Diabloâ había una espesa bruma o niebla que llegaba de la costa del Pacífico, no alcanzábamos a ver más que los enormes árboles de la zona boscosa de la Sierra Madre Occidental. Esa carretera tiene una longitud de 300 kilómetros y 800 curvas, recorrido que hicimos en más de cinco horas. Afortunadamente, en esa ocasión, nos tocó un chofer hábil que manejó toda la noche en condiciones peligrosas, sin que tuviéramos percance alguno.
En el tiempo actual, el gobierno federal construye un puente en el tramo Durango-Mazatlán, que según información, es el más largo del continente americano, que superará las elevadas montañas verdes.
Arribamos a las cuatro de la mañana a Mazatlán, como no traíamos recursos para llega a un hotel, nos fuimos a la playa, descansamos en la arena y casi todos nos metimos al mar con peligro de que se acercaran los tiburones, pues nos dijeron los enterados, que es la hora en que los escualos suelen acercarse a la bahía, vimos el sol naciente, nosotros estábamos felices, no mediamos consecuencias.
Los miembros de la delegación de futbol, jóvenes aun, no sentimos el cansancio de la agotadora jornada. Continuamos nuestro trayecto hasta llegar a Culiacán, donde se nos pagarían los hospedajes, más no los alimentos.
Ese mismo día por la tarde, el gobernador del Estado de Sinaloa, general Gabriel Leyva Velázquez, acompañado de don Antonio Ortiz, secretario de la Federación Mexicana de Futbol, hacía la declaratoria inaugural del XXVIII Campeonato Nacional de Futbol Amateur Grupo âBâ en el parque de beisbol, pues no había campo donde se jugara futbol, entidad meramente beisbolera ¡por fin mediríamos fuerzas a nivel nacional!
Los presidentes de las Asociaciones Estatales que llegamos a la fase final, acompañamos al gobernador al centro del campo para que diera la patada inicial. Ahí estaban los representantes del Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Querétaro, Sinaloa y Zacatecas. Finalmente, el triunfador fue el equipo del Estado de México, nosotros quedamos en tercer lugar.
La selección estaba dirigida por Ricardo Campos y entre los jugadores la mayoría procedían del San José Rayado, pocos eran del Instituto de Ciencias: Raúl Romo, Martín de la Cruz, Enrique Rodríguez, Gustavo Murillo, âel Chepeâ y el âTatizâ Rodríguez, Gonzalo âla Conejaâ Rodríguez, Cabral âel Pisillaâ y como portero âel Camayâ González, de gloriosa hazaña en Durango.
A la hora que nos tocaba descanso, entre juego y juego, paseamos por la ciudad y el río Humaya, en donde âel Chepeâ logró pescar un camarón gigante, pescamos bagre que pedimos a la cocinera del restaurante que nos los preparara a la usanza del lugar, éste hecho fue una novedad para nosotros como hombres de tierra adentro. Concluyó el campeonato, pero, surgió un inconveniente el día que nos regresaríamos a Zacatecas, resultó que debíamos al restaurante La Lonja, 250 pesos, pero ¿cómo pagarlos?
Yo llevaba una cámara fotográfica que me prestó el licenciado Octavio Díaz Villasana y, no me quedó más remedio que dejarla en prenda, en tanto llegábamos a Zacatecas para remitirles el importe de la deuda, que hice por giro telegráfico y con un breve mensaje para que me devolvieran la cámara, pero ésta nunca me llegó y el pagano fue el dueño de la papelería âEl Paquínâ de la avenida Hidalgo, amigo, al que todavía no he podido regresarle la cámara ni el importe de la misma.
Como siempre suele suceder, entre la palomilla, por ahí, a alguien se le ocurrió apodarme âel caballo blancoâ, porque en ese tiempo estaba muy de moda la canción del Caballo Blanco âque en Culiacán se andaba quedandoâ.
Siempre procuré tener fotografías de las cuatro selecciones que me tocó formar, pero algunos compañeros periodistas me las han solicitado y entre prestarlas y no devolverlas, no tengo muchas de ellas, pero aquí publico sólo algunas.
  Continuamos.
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