Por: Jorge Gustavo Castañón Cisneros
Jóvenes son sin duda, âAnaâ, la futura mamá tiene apenas 17 y âJuanâ, el futuro papá ronda los 18. Eso no es novedad. âJuanâ alega que durante un tiempo buscó un trabajo honrado para laborar y poder brindar a su mujer y a su futuro bebé un nivel de vida decoroso. Eso tampoco es novedad. Ella terminó apenas la secundaria, él ni la educación elemental acabó. Lamentablemente, tampoco eso es novedad. íl terminó por emprender la ruta del migrante. Antes ella trató de convencerlo que aquí también habían opciones para que no se fuera, para que no la dejara, para que no los dejara. Es verdad, hasta aquí seguimos sin novedad.
Tomando en cuenta edad y contexto social en el que se desenvuelven, podríamos cuestionarnos sobre cuánto tiempo efectivo destinó el joven âJuanâ para buscar trabajo en su comunidad de origen, en las comunidades vecinas de su municipio, en otros municipios del estado e incluso en otras entidades federativas del país como opciones primarias. Sobre las aspiraciones económicas y laborales que en mente del joven âJuanâ influyeron al momento de desestimar cualquier opción de trabajo con la que se haya topado o le hayan ofrecido. Sería interesante conocer sobre la posibilidad de que âJuanâ hubiera tenido un plan de futuro para sí, incluso antes de empezar a buscar trabajo en el municipio, y que fue justificado bajo el pretexto de no encontrarlo en su lugar de origen. Tal decisión fue la de emigrar.
Es cierto que nada halagí¼eño luce el panorama para la búsqueda de trabajo, dadas las circunstancias actuales de nuestro país en materia de economía y seguridad. Cierto también es que con el nivel educativo de âJuanâ se complica acceder a un espacio laboral deseado. Pero también es verdad que âAnaâ, su mujer, lo hubiera preferido mil veces antes de que él se hubiera marchado. Ella le argumentó un escenario de complicaciones, por todos conocido, sobre la ruta del migrante. Secuestros, levantones, extorsiones, fraudes, desierto, hambre, sed y otros flagelos que no solamente son vividos por el migrante si no también por la familia que se queda y los comparte sumida en la angustia de la distancia.
Pero al mismo tiempo no sólo podemos sino debemos cuestionarnos sobre como el Estado acerca a la población, potencialmente laboral, los mecanismos tanto de oferta de empleo como de búsqueda del mismo. Sobre cómo cumplimenta su obligación de propiciar el desarrollo integral de sus ciudadanos.
Se fue âJuanâ, por vez primera, recién embarazada su pareja, pero después de una ardua jornada en busca de cruzar a suelo americano fue detenido por la Border Patrol y, posterior al proceso de registro de sus huellas dactilares, fotografía y firma de formato de salida, enviado de regreso a México. De vuelta en su comunidad, ante un té de hierbabuena para âAnaâ y una cerveza oscura para âJuanâ, discutieron sobre el procedimiento a seguir. íl, según manifiesta la señora, a diferencia de la falta de tenacidad mostrada para buscar un trabajo aquí, defendía vehementemente el intentar regresar para obtener dinero y que su hijo naciera en un hospital privado.
Un mes después, cuando âAnaâ tenía aproximadamente 3 meses de gestación, se volvió a ir. El saldo, cinco días de padecimiento, dos mil ochocientos dólares más erogados que debía a un familiar y una herida en la pierna al caer sobre una roca en una huída de la patrulla fronteriza. Esta vez sus suplicios tuvieron una efímera recompensa, logró cruzar por el estado de Nuevo México e internarse hasta el estado de Washington donde tenía, por lo menos de palabra, una oferta de trabajo agrícola.
Pero al llegar, le dijeron que esperara quince días para ver si había una opción para él. Se vió obligado a llamar a âAnaâ y pedirle que enviara algo de dinero para aguantar. Ella los consiguió con sus papás y se lo envió al día siguiente. âJuanâ salió temprano a cobrarlo, se fue de aventón en una camioneta con un recién conocido paisano de Veracruz. Unos dos kilómetros después se percataron que los seguía una patrulla que les marcó el alto. Lo que sucedió después sencillamente se deduce.
âJuanâ, quien ya tenía un registro de haber sido detenido en la línea fronteriza, intentado cruzar sin documentos legales, fue puesto a disposición de las autoridades migratorias quienes iniciaron un proceso en su contra. Fue a corte y lleva un proceso, desde hace 5 meses se encuentra en diversos centros de detención de diferentes condados. El último contacto de âAnaâ con âJuanâ fue en el Detention Facility del Condado de Torrance, en el estado de Nuevo México. Desconoce cuando se lo devuelvan.
Ahora âAnaâ tiene casi nueve meses de embarazo, se acogió a su derecho de contar con la cobertura del seguro médico nacional conocido como Seguro Popular. Con éste, ella no gastará nada por el parto ni para los cuidados previos y posteriores del mismo. Con ello se reconforta un poco al saber que no lacerará aún más su raquítica economía, mermada ya por la deuda que pesa por las dos idas de âJuanâ al norte. El último presupuesto que tuvieron fue de aproximadamente veinticinco mil pesos, unos mil novecientos setenta dólares, para que el bebé naciera en un hospital privado aquí en Zacatecas. Pero esto no podrá ser, ya que han gastado unos cuatro mil trescientos dólares en los cruces.
Lo que más le duele a âAnaâ es tener que recibir a su bebé al cobijo de una sala rodeada de desconocidos, con muestras de cariño de familiares que suplirán los brazos paternales de âJuanâ. Lo que más le duele a âAnaâ es la pena que pueda abrumar a su âJuanâ en el silencio y frío de una celda, en una prisión rodeado de quién sabe qué tipo de gente. Le duele pensar que él se flagele por las decisiones tomadas. Le duele pensar que al tener en brazos a su pequeño niñito, su adentros rezarán: Hola mi niño, soy tu mamá. Tu papi no puede estar aquí con nosotros porque esta detenido en Nuevo México.
Claro que esto lo pensará y posiblemente no dirá una sola palabra. Quizás sólo una lágrima ruede por esos ojos envueltos en tantas emociones. Pero aun así, el dolor nadie se lo quita.
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