LOS FORESTALES: EL MEZQUITE

De entre los árboles que abundan en el estado de Zacatecas, el mezquite destaca sobre todo por dos cosas. La principal quizá sea el triste lugar que ocupa en el imaginario colectivo, por ser el único árbol de mediano tamaño que yergue su figura en medio de páramos novelescos. La segunda es, sin duda, la recia naturaleza de su madera.

Su dureza es tal que, en los torneos de trompo que aún se realizan en los patios de las primarias sin recurrir al plástico, los niños deben ampararse contra accidentes gritando “¡Gí¼eso!” (o su versión con un tinte culinario: “Gí¼eso, con pan queso”), al tiempo que se hace girar el juguete con violencia, en probable alusión a las estructuras óseas que un trompo es capaz de fracturar.

Además de la fabricación de trompos muy resistentes, esta planta hermafrodita tiene una gran cantidad de usos: artesanales, industriales, alimenticios, medicinales, agrí­colas y, en tiempos prehispánicos, también rituales. De las especies que se encuentran en México, la más común es la Prosopis laevigata, de la cual se puede aprovechar todo, desde la raí­z hasta las flores.

Este árbol proporciona leña y carbón que sobresalen por su intenso calor y por el sabor que le dan a lo que se cocina con ellos; de sus flores las abejas producen una miel de mucha demanda por su calidad. También da sombra en ambientes extremos, en los que no hay dónde resguardarse del Sol, y mantiene una estrecha relación con una buena parte de lo que vive en el desierto y el semidesierto, ya que proporciona un microhábitat y fuente de alimento a numerosas especies animales y vegetales.

De acuerdo con el Instituto de Educación Sonora, “Las vainas del mezquite de miel occidental contienen grandes cantidades de azúcar y el contenido proteí­nico de las semillas es similar al del frijol soya”. Por ello, ha sido una fuente de alimento desde antes de la Conquista. La comunidad Seri, por ejemplo, muele las vainas secas para obtener harina, la cual contiene el 28.7% de proteí­na.

Este árbol es capaz de crecer en suelos muy pobres, erosionados, áridos, rocosos, salinos, calizos o con un alto pH (el cual se reduce gracias a la presencia de esta especie). En la lucha por alcanzar el agua subterránea, sus raí­ces alcanzan los 20 metros de profundidad y, en el caso del mezquite terciopelo (Prosopis velutina), casi los 50 metros, lo que permite a los mezquites crecer incluso en dunas y arenas movedizas.

Por todo lo anterior, y por su alta resistencia a la sequí­a, el mezquite puede utilizarse como pionero en suelos deteriorados, en los que posteriormente es posible introducir otras especies, ya que mejora la fertilidad del suelo, al fijar nitrógeno en éste.

El mezquite es, en suma, un guerrero impertérrito de las zonas áridas y semiáridas, además de un ganador en la carrera de la evolución, y puede ser un elemento muy útil para instancias como la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) y el Servicio Forestal de los Estados Unidos, a la hora de revertir el deterioro causado por el hombre en ecosistemas inhóspitos para muchos otros árboles.

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