HOY ME ENCONTRí‰ CON CRISTO… ESTí ROTO

Por: Bernardo Camarillo / periodicomirador.com

Jesús de Nazaret tiene la personalidad más singular de todos los siglos. No importa en qué parte del mundo estés, Jesús es conocido porque nunca ha habido un hombre como él, por sus hechos históricos y por sus milagros.

Jesús cambió el curso de la historia. Aún hoy, la fecha de los calendarios y que todos seguimos, dan testimonio del hecho que Jesús de Nazaret vivió en la tierra hace ya mas de dos mil años.
Todos hemos conocido o escuchado lo que fue la vida, muerte y resurrección de Jesús. La vida que Jesús vivió, los milagros que í‰l hizo, las palabras que habló, Su muerte en la cruz, Su resurrección, Su ascensión al cielo, todo esto señala al hecho de que í‰l no fue meramente un hombre, sino más que un hombre.

Jesús dijo: «Yo y mi Padre uno somos.» (San Juan 10:30), «El que me ha visto a mi, ha visto al Padre.» (San Juan 14:9). «Nadie viene al Padre sino por mi» (San Juan 14:6).

El mensaje de Jesucristo siempre produce grandes cambios en la vida de hombres y naciones.

Pero hoy, buscándolo me encontré con í‰l, roto… y el mensaje que me entregó, marcó una vez más mi vida.

“Quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda.

¡No me restaures, a ver si viéndome así­, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así­, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás!

Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, Cristos feos, rotos y sufrientes.

Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello, obra de arte, mientras ofenden al pequeño Cristo de carne, que es su hermano.

¡Esos besos me repugnan, me dan asco!, Los tolero forzado en mis pies de imagen tallada en madera, pero me hieren el corazón. ¡Teneí­s demasiados Cristos bellos!

Demasiadas obras de arte de mi imagen crucificada. Y estaí­s en peligro de quedaros en la obra de arte. Un Cristo bello puede ser un peligroso refugio donde esconderse en la huida del dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo la conciencia en un falso cristianismo.

Por eso ¡Debieran tener más Cristos rotos, uno a la entrada de cada iglesia, que gritara siempre con sus miembros partidos y su cara sin forma, el dolor y la tragedia de mi Segunda Pasión, en mis hermanos los hombres!

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