Minas, artefactos, videntes e ilusiones… En busca del oro

Por: Rosa Ma. Quiñónez y Bernardo Camarillo / MIRADOR

Zacatecas, Zac.- Durante cientos de años, el sueño de muchos hombres ha sido encontrar oro y hacerse ricos. Los grandes empresarios, aquellos que tienen recursos económicos suficientes para explotar una mina lo han hecho y Zacatecas es la prueba.

Pero hay otros que pasan toda una vida buscando una veta rica, invierten todo lo que tienen y hasta lo que no tienen para lograrlo, y en su búsqueda, hacen uso de cualquier cosa, desde los artefactos mas inverosímiles hasta las videncias de chamanes y brujos, solo con la ilusión de encontrar el tan preciado oro.  Son los gambusinos.

Don Juan es uno de ellos, un hombre de 76 años que desde los quince, junto con su padre, ya recorría los cerros cercanos a su hogar en una comunidad del municipio de Zacatecas. “Desde que tenía quince años ya andaba con mi papá, buscando en el cerro”.

Ahí comenzó su interés y deseo de encontrar la mejor veta con oro y plata. Empezó a preguntar sobre cómo se veían a simple vista los metales y también, cómo saber cuando un pedazo de piedra los contiene.

Al casarse, estos sueños de adolescente se vieron interrumpidos pero no cancelados definitivamente, ya que había qué trabajar mucho para mantener a la familia.

Fue el tiempo de los braceros, cuando muchos jóvenes y sus padres se fueron a Estados Unidos a trabajar, a los campos agrícolas principalmente.

Ahí el joven Juan pasó varios años y al regresar a Zacatecas, casualmente entró a trabajar a la Minera Real de Ángeles perteneciente al Grupo Frisco, ubicada en el municipio de Noria de Ángeles en la región del semidesierto, la cual estaba en todo su apogeo.

El trabajar en ese lugar fue para él muy satisfactorio y ahí revivió su deseo de tener su propia mina y encontrar la mejor veta.

“Empecé a explorar en un terreno del ejido del Tepetate, del municipio de Villa Hidalgo, Zacatecas. Me invitó a ver los cerros mi amigo Pedro Arenas que era pastor; él conocía todo sobre los metales y ahí fue el primer denuncio que hicimos, nos dieron el permiso de exploración y empezamos a buscar las vetitas”.

Su trabajo en la minera y la búsqueda de vetas en el ejido el Tepetate implicó satisfacciones y tristezas para él: “Fue bueno pero también muy difícil, sufría bastante porque del Tepetate a la mina eran 8 kilómetros, me los aventaba a pata y todavía andábamos por los cerros”.

“En ese tiempo había por ahí otro señor que andaba igual que nosotros, el ingeniero Zarazúa, él también había denunciado un terreno por ahí, me echaba carrilla porque me decía que ya le había ganado todo, lo acorralé porque yo había denunciado todo alrededor de su terreno”.

Los sinsabores no se hicieron esperar porque en ese lugar “trabajamos mucho, pero fueron puras exploraciones, nada de aprovechamiento de los metales, me la pasé nomás dándome cuenta dónde había y qué había, pero nunca sacamos nada”.

Se lamenta no saber, aún después de tantos años cuánto podría dar de metal una piedra. “Siempre tuve muy poca experiencia de conocer cuánto da una piedra, eso es lo que quisiera, saber cuánto tiene, pero no la tengo. Pero aún así esa piedra no se me va, sí se cuando tiene metal, cuando tiene orito o plata, aunque no sepa cuanto puede tener”.

En sus intentos de encontrar una buena veta, dice haber explorado diversos sitios en Villa Hidalgo, Ojocaliente, Genaro Codina y Mezquital del Oro en Zacatecas; en Salinas, San Luis Potosí y hasta el Nayarit “y también en unos buenos cerritos y arroyos de Estados Unidos, donde está muy bueno y también hay algo de orito”.

“Anduve también en el Cerro Prieto, que está en el ejido de El Maguey y en Machines, del municipio de Zacatecas, ahí hice un denuncio de 112 hectáreas y todo el terreno tenía mineral, ahí había mucha platita y algo de orito también”, continúa. También ha ido a La Gallina, que está en el municipio de Genaro Codina y a Milagros, Ojocaliente.

Menciona que “hice otro denuncio cerca de Salinas, fueron cien hectáreas las que tenía agarradas para trabajar y esa mina me la compró un licenciado, me dio 150 mil pesos y no hice nada con el dinero, nomás me lo gasté. Le di 50 mil al ingeniero y nomás dejé 100 mil pa’mi”.

Don Juan dice con nostalgia “una mina que me daba mucha ilusión era una que le puse Santa Rosa del Oro, con lo que pensaba sacar de ahí quería a darle a mis hijos todo que necesitaban, lo que habían soñado siempre, era una muy buena, pero tampoco saqué nada de ahí, todo por falta de dinero o de un socio para invertir”.

Otra de las buenas minas era una de Mezquital del Oro, “en esa hay lugares que un bote de piedras le da un kilo de oro, ah! pero hijuela, estaba de los diablos porque era un cascarón, que entras y aluzas los techos con la lámpara y se vienen las piedras pa’abajo”.

Recuerda que “en esa mina había mucho oro, pero estaba muy peligrosa, varias veces que entraba hallaba muestras de que se había caído, había montoncillos de tierra por donde quiera”.

“Mire –señala-, para entrar y llegar a la mina caminaba 25 metros de socavón y luego estaba la veta. Todavía había viejillos que me decían, en el piso fulano hay unas vetas muy buenas y me daba las señas de todo, pero yo no me animaba a llegar, estaba de los diablos, porque cada vez que entraba veía diferente porque se caía”.

De ahí sacó varios botes de tierra, “pero nunca los lavé, los ha de haber lavado el señor con el que vivía, pues yo me fui y ya no regresé. Esa mina estaba grande y donde quiera se veían pringuitas de oro, había un lugar donde venía un arroyo, era un agujero como de 50 metros, como que se sumió, el arroyo caí ahí y ese agujero era que se había sumido la mina, que se vino abajo y tenía que andar por debajo de eso, estaba muy peligroso”.

HERRAMIENTAS Y ARTEFACTOS…

Don Juan relata que para trabajar en las minas y tratar de sacar piedra con oro o plata, necesita no sólo herramientas, sino también algunos otros artefactos con los que puede saber cuándo hay minerales, algunos de ellos inverosímiles, entre ellos uno que llama “el mentiroso”.

“Para ir al cerro o al socavón necesito un marro y una cuña grande, con eso empiezo , con el marrito le voy dando donde puede haber una vetita y ahí la voy buscando, ah, pero también para entrar a una mina o a un agujero, no llevo mascarilla ni llevo ni medidor de gas ni nada, porque no tengo, entro así, sólo se que cuando hay mucho gas te empieza a doler la cabeza y pues te tienes qué salir”.

Cuenta cómo un señor de Villa Hidalgo, de quien no recuerda su nombre, le dijo cómo hacer para entrar en una mina y no intoxicarse con el gas: “Me dijo mira, cuando entres a una mina o una cueva no entres nomás así, lo primero que tienes qué hacer es agarrar un algodón, remójalo en vinagre de chiles y póntelo en la boca y luego, agarra algodón y empápalo de perfume de mujer y tápate con el bien las narices y luego, procura unos pedazos de alcanfor, envuélvelos en algodón y póntelos en los oídos, con eso puedes entrar y buscar el dinero y nunca te va a pasar nada”.

“Y pues yo me los ponía y andaba por donde quiera,  pues me decía, puedes andar paliando dinero y no te hace nada el gas”.

Menciona que “el señor ya murió, que en paz descanse,  yo viví con él en su casa y nos íbanos a una mina, ahí hicimos un agujerón y escarbamos por todos lados, estaba el lugar rodeado por una nopalera. El tenía la tentación que ahí había dinero, por eso fuimos a escarbar, acabamos con la macolla de nopales y nos metimos para abajo como tres metros, había unos piedrones grandísimos, ya no nos dejaron trabajar, pero le buscamos por donde quiera y nada, más bien tendía a salir poquillo metalito con plata, pero nada de dinero”.

Comenta que cuando se va “al cerro”, si puede, llega a dormir con amigos o conocidos y lo único que lleva para comer es sardinas y galletas, pero “si traigo dinero, compro huevo y aceite para preparar algo de comer, también llegué a comer ratas de campo y liebres”.

También refiere que ha tenido socios pero no invierte, sólo van a trabajar “hay gente que sí le entra al trabajo, pero no con dinero porque no tienen para invertir”.

EL PROCEDIMIENTO

Luego de que recoge las piedras, Don Juan las muele y para eso utiliza una tauna, pero si no la tiene a la mano, utiliza un martillo y una loza.

“Muelo mis piedras, lavo mi tierra y en el cuerno o en un plato veo lo que tiene, es que luego luego se ve, al ver la tierra molida se queda el mineral en el asiento; lo lavo en el cuerno porque se presta mejor, si no hay se puede hacer en un plato”.

Ya molido el mineral, se tiene que hacer la separación para fundirlo, “pero yo nunca lo he llevado a fundir”.

EL MENTIROSO

En su vida de gambusino, Don Juan ha tenido numerosas experiencias y ha utilizado cosas increíbles, a una de ellas la llama “el mentiroso”, es una especie de péndulo que hizo con una arracada bañada en oro colgada de un hilo.

“Este me lo sugirió mi compadre Tomás, que en paz descanse, él me dijo que un arete, un anillo o un pedazo de metal de oro se le amarra una hebra de hilo, que lo pusiera colgando y uno mismo preguntarle, por ejemplo, ¿hay oro en el Cerro Prieto y él te dice si hay o no, cuando gira en sentido de las manecillas del reloj, significa que si, y cuando gira al revés a la izquierda, es que no hay las cosas”.

“Ese mentiroso echa puras mentiras –se ríe-, yo de repente confío, pero de repente me echa mentiras, de todos modos ya me ha salido con buenas cosas”.

TODO O NADA

Además de su incesante deseo de encontrar la veta de su vida, Don Juan se ha visto involucrado en la búsqueda de supuestos tesoros escondidos en cuevas y minas.

Uno de ellos, asegura, está en la comunidad de Machines y aunque reconoce que son leyendas del pueblo, con otros amigos lo ha buscado.

“Cuenta la gente que eran dos señores de Chilitas, que subieron por cierto arroyo, que tiene oro todo el cabrón arroyo, yo lo ví, hay una cueva arriba en la que dicen que hay un gran tesoro, botes de monedas de oro, quienes entran caminando derechito,  van y no encuentran nada, pero si entran caminando para atrás, ya cuando menos lo piensan ahí están los botes de dinero”.

“Entonces –continúa-, los de Chilitas subieron el arroyo, iban `cuetes´, solo sabían que había una cueva por ahí, llegaron y a lo pedo van viendo la cueva abierta y se meten, y sí, dicen que había mucho dinero ahí, así que sin más ni más uno de ellos agarra y se embolsa las monedas”.

“Cuentan que ahí cerquita había una palma que se convirtió en soldado y que le dijo, deja lo que traes o llévate todo, no le hizo caso y se fue con las monedas y todos los días iba el soldado en la noche y le decía llévate todo o nada y por eso tuvo que ir a llevar lo que había sacado. Al parecer lo dejó afuera y otro llegó y fue el que lo aprovechó”.

VIDENTES

Y ya involucrado en cuestiones de tesoros, platica Don Juan que hay otra cueva en el Cerro Prieto, ubicado en una comunidad del municipio de Zacatecas.

Ah pero fue una vidente la que le dijo que “en el Cerro Prieto anda El Chanquilón, que era el dueño de esa mina donde andamos, dicen que se aparece, pero nosotros no lo hemos visto, ella dice que ahí hay centenarios y barras de oro”.

Menciona que “consulté a una mujer muy ajena a esos lugares, ella me dijo lo de los centenarios y las barras de oro. Yo traía la tentación de ir a buscar la mina, fui la primera vez y no encontré nada, pero luego me fui con un amigo a la hacienda de Buenavista en Villanueva, ese señor se interesó por venir a ver ese lugar”.

Comenta que ahorita está tratando de localizar la mina de El Chanquilón, “el mentiroso me dice que sí, que ahí está y la señora Aurora me dice que hay monedas y barras de oro y que el Chanquilón no me los quiere dar, pero pues aquí voy a seguir, buscando”.

LAS ILUSIONES SIGUEN…

Y aunque después de más de cincuenta años, no ha encontrado nada, Don Juan no pierde la esperanza de hallar su buena veta o ya por lo menos el tesoro de El Chanquilón.

Aún y cuando no recuerda cuántos años tiene dedicándose a tratar de encontrar oro y plata,”no me acuerdo cuantos años llevo, no me acuerdo ni cuándo es el santo de mis hijos, menos de cuánto tiempo tengo en esto”, lo que sí sabe es que sigue y seguirá en la búsqueda de la veta que le de lo suficiente para sacar a sus hijos de trabajar, especialmente a sus hijas.

“Es que esos metales tienen qué darme dinero, para que mis hijas ya no trabajen tanto, porque viven como yunta de bueyes, pegadas siempre al yugo”.

“He invertido todo, en pasajes y comida, hasta lo que no tengo y no he ganado nada, lo que he ganado es la satisfacción de hacer algo que me gusta y lo seguiré haciendo”, dijo finalmente.

 

 

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