Mónica Muñoz imparte conferencia sobre lengua y género

Zacatecas, Zac.-Dirigida a personal de dependencias y entidades del Gobierno del estado de Zacatecas, este día, dentro del ciclo de conferencias en el marco del “Día Internacional de la Mujer”, se impartió la última conferencia con el tema “Lengua y género”, por parte de la docente investigadora y directora de la Unidad Académica de Letras (UAL) de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Mónica Muñoz Muñoz, esto a través del Programa de Capacitación de la Coordinación de Vinculación de la UAZ y el Instituto de Capacitación del Instituto de Selección y Capacitación del estado de Zacatecas (INSELCAP).

La especialista en estudios lingüísticos hizo referencia al sexismo lingüístico, señalando que, “desde 1999, la Unesco celebra el 21 de febrero como el Día Internacional de la Lengua Materna, la que se opone a la lengua extranjera, la que aprendemos en casa, la que utilizamos de manera natural en la concreción del pensamiento y en la comunicación. En su origen semántico el sintagma ‘lengua materna’ está relacionado con las funciones de crianza y alimentación asignadas a las mujeres en las sociedades tradicionales. Podemos imaginar ahora a un bebé mamando mientras cruza su mirada con la de aquella que le acaricia y, con seguridad, le habla. Biología y cultura se unen en aquel momento, leche y palabra. Mamamos la lengua”.

Muñoz Muñoz, explicó que, a través de la sociolingüística, “quienes nos dedicamos a los estudios del lenguaje confrontamos las relaciones entre la lengua y el género. En la década de los sesenta, William Labov (1966), mediante el análisis variacionista, descubrió que casi en cualquier comunidad de habla los hombres utilizan en mayor cantidad, con mayor apertura y sin consecuencias, vocablos fuera de la norma estándar. La razón estriba en el prestigio encubierto. En las sociedades patriarcales, la masculinidad se fortalece cuando rompe la norma, cuando se atreve a utilizar aquellas estructuras que en voz de las mujeres provocarían escándalo. Así se mantiene el orden social, se imponen eufemismos y se agrandan silencios. En contraste con la conducta lingüística viril, las mujeres, incluso las de clases no favorecidas, han producido estructuras de prestigio abierto porque sobre su vientre recae la tradición, la educación y las posibilidades de movilidad social que se abren o se cierran con el manejo del lenguaje”.

“La situación social de las mujeres marca su comportamiento y su definición lingüística (Trudgill, 1983: 79). Las diferencias de sexo [género] en determinadas sociedades (…) siguen siendo muy importantes. En algunos casos tienen más importancia que las diferencias sociales, generacionales o de procedencia” (Vida Castro et al., p. 56). Las investigaciones de Labov (1983) concluyeron que el habla de las mujeres en entornos occidentales se caracteriza por la autocorrección, la ultracorrección y la inseguridad lingüística. Pero el cambio cultural y por tanto lingüístico está en marcha, como ejemplo una consigna que escuché y reproduje con timidez en la marcha del 8M de 2022, mientras que las nuevas generaciones de feministas la entonaron con seguridad y fuerza: “Verga violadora, a la licuadora”, la palabra tabú entró crisis y al pronunciarla el miedo hoy habita a otro género”, subrayó la investigadora universitaria.

La funcionaria también comentó sobre la lingüística feminista, describiendo que el feminismo de los años 70 logró la investigación de los roles de género a través de los estudios lingüísticos. “La lengua es el principal signo cultural, nos cubre de identidad, concreta nuestros pensamientos, marca la ruta de nuestras acciones, contribuye a la identidad personal al ser el medio por el cual se nos nombra, se nos adjetiva, se nos da o quita un estatus”.

Asimismo, detalló que, en 2007, Maitena Extebarria Arostegui describió las etapas por las que la lingüística feminista había transcurrido hasta entonces. Según la investigadora, la primera, llamada paradigma de la dominación, partió de los estudios de Robin Lakoff, quien con el libro “Language and Women’s Place” (1975), delimitó las formas de comunicación de las mujeres norteamericanas que consistían en un vocabulario especializado en temas de comida, cocina y decoración y el uso de intensificadores imprecisos, por ejemplo, “algo como” “divino” y “espléndido”. Según Lakoff, las mujeres de los años setenta usaban expresiones sentimentales de amor, pero suprimían las de enojo y hostilidad.

“Los hombres, por su parte, predominaban en el tiempo del uso de la palabra, imponían la temática y frenaban a las mujeres en los intentos de entablar conversaciones (Fishman, 1983), además de castigar al género opuesto con el silencio. (Extebarria, 2007). Así pues, Robin Lakoff (1975) sostuvo que las mujeres eran más corteses e indirectas, emitían afirmaciones con entonación y mitigaban la fuerza de sus declaraciones. Todas las diferencias comunicativas entre hombres y mujeres se explicaban a través del dominio de ellos sobre ellas, por lo que el modelo fue acusado de reduccionista. Las mujeres que competían por el poder con los hombres debían asemejárseles y, por tanto, avergonzarse de las formas comunicativas de su género. (Margaret Tacher, Claudia Sheinbaud)”, manifestó Muñoz Muñoz.

La líder del Cuerpo Académico 255, dijo que, en lingüística, uno de los paradigmas contemporáneos, quizá el más extenso y productivo, es el cognitivo, que ―como explican William Croft y Allan Cruse (2008) ―mantiene como hipótesis principal que el lenguaje no es una facultad cognitiva autónoma, es decir, está mediado por la cultura; las estructuras lingüísticas a partir de las cuales nos comunicamos esconden valores, roles sociales, creencias e ideologías. Según María Teresa Cabré y Mercé Lorente (2012), en los estudios lingüísticos existen otros dos paradigmas además del cognitivismo: el formalismo y el funcionalismo. El primero consiste en la línea teórica surgida a partir del generativismo e incluye los modelos lingüísticos computacionales; se estudian las ‘formas’ lingüísticas haciendo énfasis en la manera en que se generan y se combinan; se trata, por tanto, de una posición teórica ajena a la discusión social, cultural y cognitiva, distante del papel de la intervención de las estructuras lingüísticas en construcción de la realidad sociocultural.

Los estudios funcionalistas surgidos primordialmente como una reacción a los estudios formalistas comparten la idea de que la lengua está motivada pragmáticamente, a tal posición corresponden los modelos comunicativos que conforman el abordaje en el contexto social del lenguaje, como los de la sociolingüística, el variacionismo y el análisis del discurso.

Destacó que mientras que el funcionalismo se centra en el análisis lingüístico teniendo como marco el entorno social, el cognitivismo (además de encuadrar la lengua socialmente) amplía su interés hacia la antropología lingüística y los procesos psicológicos y neurológicos, por ello, se convierte en la plataforma teórica ideal para sostener la posición de la lingüística feminista que, según María de los Ángeles Calero Fernández (1999) tiene entre sus bases las aportaciones de los lingüistas antropólogos americanos, Edward Sapir y Benjamin Whorf, quienes consideraban la realidad se observa e interpreta a través del tamiz de la lengua, por lo que las estructuras lingüísticas tienen influencia en la forma en que se conceptualiza y memoriza la realidad.

La investigadora perteneciente al SNI, enfatizó que el debate en torno al sexismo lingüístico puede explicarse a través de la distinta adscripción teórica entre quienes lo sustentan: cognitivismo, funcionalismo o formalismo. Muy cerca del formalismo se encuentra la posición que en redes sociales ha sido viral de Concepción Company Company quien pertenece a la Academia Mexicana de la Lengua. En Google, la búsqueda de su nombre más el sintagma ‘lenguaje inclusivo’ registra 123 mil resultados en la fecha de elaboración de este trabajo. A través de entrevistas y conferencias como las dadas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2017) o en el Colegio Nacional (2019), la lingüista española residente en México ha manifestado que el lenguaje inclusivo no solo no es conveniente, sino que también es peligroso, porque se aparenta una lucha de igualdad al elegir el cambio lingüístico como campo de batalla.

Por otro lado, como lo cuenta Bengoechea en Lengua y género (2015) la lingüística cognitiva trata de responder a la pregunta de si las representaciones sexistas afectan la conceptualización que tenemos los hablantes acerca de lo que significa ser mujer o ser hombre, con la cual se define el mundo y se actúa. Así que esta comunicación da cuenta de la necesidad de que seamos capaces de reconocer las consecuencias de ejercer determinados modelos lingüísticos, es decir, de ejercer una definición de la lengua reduccionista, que quepa sólo en el formalismo o en el funcionalismo o en el cognitivismo. Complejidad es riqueza, apertura, alejamiento de concepciones rabonas.

La docente definió el término conciencia lingüística que se refiere al nivel de conocimiento que las y los hablantes tienen de la configuración lingüística de su propio tejido social, según García (2015). En este análisis la conciencia lingüística cumple con el objetivo de demostrar hasta qué punto los hablantes son conscientes de los rasgos o usos del sexismo lingüístico presentes en la lengua.

Para establecer la relación entre la lengua y el género se utilizaron términos propuestos por Mercedes Bengoechea (2015). El primero es el ergónimo o agentivo que se refiere al oficio o la profesión con la que se nombra a una persona. Bengochea (2015) dice que la nomenclatura varía entre mujeres y hombres debido al acceso o negación a la profesión u oficio que los géneros han desempeñado a lo largo de la historia, es decir, existe desigualdad al nombrar a alguien de acuerdo a su género por razones sociales, culturales e históricas.

Los ergónimos exhiben que el tratamiento entre mujeres y hombres en su profesión y oficio no es igual, pues en algunas comunidades de habla se han encontrado con dificultades para la feminización de palabras como ‘jefe’, ‘ministro’, ‘ingeniero’, etc., ya que son cargos de prestigio y, además, han sido ejercidos por los hombres tradicionalmente.

La resistencia a la feminización de dichas palabras se debe a que hay detrás una resistencia ideológica y no lingüística (Bengoechea, 2015). No es coincidencia que los oficios y profesiones relacionados con el poder y el prestigio presenten numerosos obstáculos para feminizarse, pues la comunidad de habla se ve influida por cuestiones sociales, históricas y culturales que se reflejan en las actitudes y usos lingüísticos.

La denominación de título profesional, puesto de trabajo o cargo debe ir acorde a la identidad de la persona que lo desempeña, sin embargo, hay una resistencia a la feminización y se encuentran formas para disimular dicha actitud, pues las comunidades de habla, por ejemplo, determinan que feminizar el artículo es suficiente, ‘la ingeniero’, ‘la ministro’, etc., para referirse a una mujer, esta situación es muy frecuente en los vocablos que implican poder y prestigio (Bengoechea, 2015).

Algo similar sucede con la creación de locuciones como ‘la mujer policía’ o ‘la mujer árbitro’, este fenómeno lingüístico se utiliza con el propósito de señalar la integración tardía de las mujeres a dichas áreas y, más importante aún, pretende marcar que el grupo dominante, los hombres, ha permitido por condescendencia o de forma temporal que las mujeres lo lleven a cabo (Bengoechea, 2015).

Los duales aparentes o pares asimétricos son el segundo concepto propuesto por Mercedes Bengoechea (2015) que se emplea en este análisis. Los duales aparentes son pares de palabras en femenino y masculino que en teoría son simétricos, pero cuyas realizaciones, sobre todo las femeninas, han adquirido valores peyorativos o negativos que resaltan una supuesta sexualidad promiscua o mercenaria como: zorro/zorra, aventurero/aventurera, gobernante/gobernanta, entre otros (Bengoechea, 2015).

Los duales aparentes, sustantivos y/o adjetivos que no comparten la misma carga semántica al feminizarse, no concuerdan con el significado cultural de su pareja en la forma lingüística. Los adjetivos y los sustantivos femeninos adquieren valores –según funcionen en la frase u oración– peyorativos o degradantes hacia la mujer; contrario a lo que sucede con los sustantivos en masculino, que no sufren discriminación. El hablante mediante la cultura en que se desenvuelve, da significado positivo o negativo a estas voces, por eso es que los pares asimétricos como ‘zorra’ y ‘zorro’ no tienen la misma carga semántica; representan el papel de la ideología en la lengua.

Por último, declaró que la Universidad Autónoma de Zacatecas tiene entre sus mujeres estudiantes y docentes a grandes espíritus creativos y enérgicos que definen la lucha feminista, que buscan espacio y dignidad para los grupos más oprimidos, que se unen con fuerza y corazón para librar batallas en la casi mundial y perpetua guerra contra las mujeres. A pesar de la diversidad de banderas, de la divergencia teórica, de la distancia entre los caminos desde los que se lucha, la rebelión o la institucionalidad, en todas, en todxs, habita el deseo de construir un mundo distinto, unas relaciones humanas basadas en la igualdad y la empatía.

“Es indispensable que la denuncia, la prevención de la violencia y construcción de un mundo equitativo sea una misión de todos los universitarios, por ello se deben aprovechar todos los caminos posibles por más lejanos que parezcan como puede ser la conciencia sobre el manejo lingüístico y su inferencia en la forma en que conceptualizamos al otro. Si el protocolo universitario se encuentra sólo en el marco de la corrección política, si se ignoran los esfuerzos que desde diferentes trincheras se promueven, el sueño de una vida equitativa y una existencia libertaria para todas las personas seguirá aplazándose”.

En las universidades públicas las guías y/o manuales de lenguaje inclusivo mantienen un estatus de inacción debido a que la divulgación de dichos textos es por lo regular inexistente. El profesorado, alumnado y personal administrativo quizá conoce un poco del tema a través de una conferencia, un acto de activismo político o por lo que se comenta en cualquier otro espacio universitario, sin embargo, el detalle y las propuestas de las guías no son una prioridad inmediata para las universidades ya sea por discrepancia ideológica o simple desinterés, así que los hablantes mantienen fuera de su interacción lingüística lo que en ámbitos instituciones se promueve discretamente, cerró la docente investigadora.

En el evento estuvieron presentes el coordinador de Vinculación de la UAZ, Luis Alejandro Aguilera Galaviz; la responsable del Programa de Capacitación de la Coordinación de Vinculación de la UAZ, Araceli Graciano Gaytán; el encargado del Instituto de Selección y Capacitación del Estado de Zacatecas, Nicolas Pinedo Amador, y el jefe del Departamento de Capacitación del INSELCAP, Adrián Astrain Casas.

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