Por Sergio Candelas Villalba
La explosión de información dominó la atención en el decenio de 1970 en los Estados Unidos, pero en las noticias nacionales lo más sobresaliente fue el escándalo de Watergate, las dimisiones del presidente Richard Nixon y del vicepresidente Spiro Theodore Agnew alarmaron a los norteamericanos, la crisis de los energéticos originó una inflación creciente. Desde entonces, los problemas en el mundo siguen siendo los mismos: violación de los derechos humanos y la manipulación política; pero la fuente principal de noticias en el vecino país a principios de 1970 fue la ecología. Hubo escasez de alimentos y combustibles, lo que constituyó un factor más para centrar la atención en la necesidad de hacer uso, de manera inteligente, de los recursos humanos, terrestres e hidráulicos del planeta.
Las relaciones de adversarios entre el presidente y la prensa norteamericanos siempre han existido desde los primeros días de la república. Los presidentes quieren presentarse a sí mismos y a su administración como lo más favorable ante la población, por su parte, la prensa trató de investigar todas las actividades de la administración e informar los pros y los contras sin hacer caso del sentir personal de reporteros y directores, en cuanto al jefe del ejecutivo y su equipo.
Dwight Eisenhower y John F. Kennedy  ejercieron la âadministración de noticiasâ, pero Lyndon Johnson y Nixon padecieron âbrechas de credibilidadâ, por ello, casi todos los presidentes intentaron manipular las noticias con problemas de credibilidad. La prensa, como portadora de malas noticias, frecuentemente ha sido criticada, tanto por el gobierno que produjo las malas noticias, como por el pueblo que las recibió.
Las relaciones de hostilidad entre gobierno y medios se agudizó a fines de 1969 a raíz de que el vicepresidente Spiro Agnew se lanzó contra los que censuraban a Nixon. Agnew atacó primero a los comentaristas de las redes de televisión y luego a los periódicos, incluyendo al The Washington Post y al New York Times. El vicepresidente, por esos días, lanzó un ataque contra los radiodifusores y los periódicos porque abusaban de su poder. Spiro dijo que habían concentrado demasiado poder sobre la opinión pública en manos de las cadenas televisivas y en unos cuantos periódicos grandes del Este del país, como el The Washington Post y el New York Times. El vicepresidente observó que los Estados Unidos tenían la mejor prensa del mundo, pero aclaró que sus miembros debían ejercer mayor autocrítica y mejorar sus funciones.
El gobierno acusó a la prensa de ser injusta y parcial, debido a esta investigación periodística, pero los periodistas respondieron que la administración intentaba controlar y restringir los informes a los que el público tenía derecho, trataba de intimidar y desacreditar a los medios, entonces surgieron grandes altercados sobre, cómo el gobierno manejaba las noticias de la guerra de Vietnam; citaba a los reporteros para obligarlos a revelar sus fuentes confidenciales; y el que Nixon no convocara a conferencias de prensa, y se refería a los ataque verbales de Agnew contra los medios de información.
Pero, indudablemente, los periódicos deberían seguir un programa continuo y vigoroso de autocritica. Podían valorar sus propios logros y participar con otros periódicos en programas de crítica mutua, así como aceptar y analizar las críticas provenientes de los lectores. En el New York Times se instituyó un informe que llamó âganadores y pecadoresâ sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal en el periódico.
En septiembre de 1970, The Washington Post nombró a Richard Harwood como subdirector gerente y âcrítico residenteâ del periódico. Debía criticar a los miembros del cuerpo de redacción y compartir sus comentarios acerca de los errores del Post con sus lectores en una columna en la página editorial. Harwood afirmó que ese sistema podía auxiliar a los directores a lograr una mejor perspectiva con respecto a debilidades como la superficialidad, la inconsistencia, las noticias incompletas, y el inflar noticias para hacer grandes noticias de hechos pequeños.
Los periódicos podrían mejorar si evitaban el juego de âgratisâ. Todo el personal del periódico debía rechazar obsequios, viajes y otros favores que pudieran provocar un conflicto de intereses y no insinuar al público que tales conflictos existieran.El pleito entre el gobierno y la prensa pareció calmarse durante la campaña electoral de 1972 en la que Nixon trató de relegirse y espió a los miembros del comité de campaña del Partido Demócrata que propuso como su candidato a Geoge McGovern. La mayoría de los periódicos era de la opinión que el presidente republicano Nixon era el mejor en la Casa Blanca de lo que podría ser su opositor liberal.
Los republicanos llegaron en noviembre de 1972 unidos y sin rival, y Nixon y Agnew conservaron finalmente sus sillones tras derrotar por amplio margen a su adversarios, pues ganaron 49 de los 50 estados de la Unión Americana, solo perdieron el distrito de Massachusetts, que siempre se ha distinguido por su postura original en estas campañas como sucede en estos días con el precandidato presidencial del Partido Republicano y ex gobernador de ese estado, Mitt Romney, que va a la cabeza de los debates internos de ese partido.
En aquella campaña del 72, se produjo un hecho que torció la vida política del gobierno. El escándalo de Watergate, que reporteros del The Washington Post descubrieron que los jefes de campaña republicanos organizaron la extorsión y el desprestigio de los candidatos demócratas, creando un circuito de recaudación de fondos y planeado el espionaje en el cuartel general de los demócratas.
Agnew tenía sus propios problemas, era investigado por haber recibido 29,500 dólares en sobornos cuando fue gobernador de Maryland. Fue procesado en 1973 por evasión fiscal y lavado de dinero, por lo que fue condenado a pagar 10,000 dólares de multa y a tres años de libertad condicional. Dimitió como vicepresidente el 10 de octubre de 1973, en su renuncia, se aplicó, por primera vez, la 25va enmienda de la Constitución de los Estados Unidos.
A raíz de la investigación sobre el Watergate el periódico Washington Post mejoró rápidamente, convirtiéndose en uno de los periódicos más respetados del país, ubicándose en el segundo lugar de los diez mejores periódicos de los Estados Unidos después del New York Times. El Post fue uno de los dos únicos periódicos que obtuvieron mayor apoyo de la sociedad estadounidense; Los íngeles Times fue el otro.
Mañana concluiremos esta serie.