Superficialidad partidista y electorera

Por: Gabriel Contreras Velázquez

Foto: Misael Camarillo / MIRADOR

Foto: Misael Camarillo / MIRADOR

Zacatecas, Zac.-Pareciera que el tránsito de las precampañas a las campañas electorales no brindará elementos novedosos ni extraordinarios para el debate público. Los temas de escrutinio pasan a segundo plano en forma de slogans, spots de 30 segundos, pegatinas y cualquier artículo propagandístico que únicamente brinde eso: publicidad.

Ante el razonamiento se puede cuestionar que precisamente ese es el fin de la “propaganda electoral”, fijar en la mente del electorado mensajes sencillos, impactos coloridos, imágenes amigables. Vaya, apenas la epidermis del complejo temático que corresponde al fenómeno electoral: política, finanzas, economía, seguridad, servicios sociales, estado de derecho, y todas aquellas actividades donde la relación gobierno-sociedad se cristalice.

El modelo de comunicación político electoral vigente, en el que se privilegian las estrofas y los comentarios chocarreros como narrativa de la vida pública, es por varios analistas sabido que no penetra en la legitimidad del diagnóstico serio de las problemáticas de la sociedad, y la controversia que, por naturaleza, cualquier diferendo de puntos de vista trae.

Así veremos avanzar –porque no hay novedades- la retórica electoral: sin sobresaltos y con una glosa mínima, acaso ínfima, de lo que la sociedad piensa, opina y se queja de lo público, que nos atañe a todos.

Claro, se habla por encima de la inseguridad (sin datos, e incluso con un candidato que alude no sentirse inseguro pensando que lo privado debe de equipararse a lo público), del desempleo (sin propuestas reales que pasen del autoempleo como principal fuente de trabajo), de la educación (sin escuchar las necesidades y opiniones tanto de asociaciones de padres de familia, y el magisterio pro reforma como el anti reforma), de la salud (con promesas de acrecentar la infraestructura de servicios frente a un sexenio con mínima inversión en dicho rubro), y de la economía familiar (sin prevenir primeramente que el poder adquisitivo del núcleo básico social ha disminuido).

En cuanto a los déficits financieros Zacatecas no ha dejado de depender de los recursos federales extraordinarios para salvar las deudas anuales. ¿Dónde están las propuestas para dejar los paliativos temporales y superar esas barreras presupuestales?

Viene a colación esta introducción y bienvenida a las campañas electorales en este espacio semanal de análisis y opinión, puesto que los candidatos no han llevado al ejercicio la crítica y autocrítica de lo que la ciudadanía le previene que son los temas en torno a los que girará la votación.

Tampoco se debe eludir la responsabilidad social y la ética política del ciudadano. Parte de la responsabilidad es la mínima vinculación social. La sociedad organizada (poca o mucha) está ahí y busca mantener presencia en el debate público. Pero la tentación de partidizar sus agendas es una constante que limita su representación social si no defiende la noción de comunidad en los problemas que enfrenta, y entonces da paso a que la razón de Estado se imponga ante el interés público.

Sin embargo, el momento en que se encuentra la sociedad zacatecana también tiene la potencialidad de redirigir las prioridades con que define la cosa pública.

Más allá de los rumores, más allá del “dicen que” esto o “dicen que” aquello, la ciudadanía en Zacatecas está en el tiempo de reconstrucción de su identidad pública y política. No porque refrende el poder en un partido, o lo transfiera a otro en una suerte de alternancia. No. Zacatecas está en el momento de abrir la puerta al debate público de las temáticas por las que atraviesa la agenda pública.

Más allá de los candidatos, el centro de la preocupación del ciudadano podría girar en torno al qué y al cómo de los problemas de lo público. Es momento de virar hacia la ciudadanización de la política, ya que el sistema de partidos no ha cambiado –ni advierte cambiar- su prioridad.

Más allá del estilo programático que cada instituto político pueda ofrecer en la elección, es momento de buscar la dimensión política donde el ciudadano -si así gusta, ya que tiene más y mejores herramientas de información y contacto- interponga sus necesidades en comunidad, antes que los partidos desvirtúen sus iniciativas atravesándolas con el cúmulo de intereses que suelen representar.

Las candidaturas ciudadanas, o que no provienen de partidos políticos, son apenas un inicio. Ya se ha visto que no son el fundamento de una nueva transformación social, sino apenas una ruta alterna al gobierno.

Por ahora preocupa especialmente la postura de privilegio de algunos candidatos a gobernadores. Tello diagnostica la inseguridad como un tema de percepción privada, no pública. Y Monreal exige trato preferente de seguridad por ser candidato en campaña. Una especie de ciudadano con prebendas, discurso sustancialmente partidista.

Días atrás su colega, Luis Medina, vivió en carne propia la angustia de la violencia. Su respuesta, ciudadanamente congruente, fue pedir brazo legal antes que seguridad para su persona o para Morena.

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