Por: Lic. Rosa Elisa Acuña Martínez
«Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindiblesâ Berlot Brecht
Con su mitra bordada por manos indígenas, la que solía usar cuando celebraba misa en la Catedral de San Cristóbal de las Casas, y con miles de muestras de afecto, fue sepultado Samuel Ruiz. No es tarde para expresar un reconocimiento a una persona que vivió su fé, su apostolado, predicó el evangelio con hechos contundentes, y  dijo â no una iglesia con visión de los pobres, sino una iglesia de los pobresâ, con su vida y todavía con su muerte, da testimonio de una religión viva que reclama la participación en los grandes problemas sociales, que no puede permanecer inmutable ante la pobreza, la discriminación, el abuso y la desigualdad.
En año 1924 en Irapuato nace Samuel Ruiz García, desde los 13 años ingresa al Seminario de León donde más tarde será ordenado y hacia 1954 será su rector. Fue en el año de 1956, cuando es enviado a la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, permaneciendo hasta 1999. Y fue el contacto directo con los indígenas que le acercó a una realidad negada en las postrimerías del siglo XX, prácticas de vasallaje medievales, cacicazgos arraigados, esclavitud moderna, y un total olvido de la acción gubernamental.   Samuel Ruiz, se enfrentó con las consecuencias no solamente de la pobreza, con enfermedades y con una cultura de sumisión, sino que tuvo que enfrentar los altos intereses económicos que trataban a toda costa de mantener a los indígenas en un estado de total opresión.  No en vano fue perseguido por autoridades civiles, cuando le giran una orden de aprehensión en los momentos álgidos del conflicto zapatista, pero también fue arteramente fustigado por las propias autoridades católicas, por el ala más rancia y conservadora del clero católico que lidereó Juan Pablo II, para quien los pederastas ocupan un lugar de privilegio y los sacerdotes honestos que luchan al lado de la gente humilde, son criminales que deben ser perseguidos . Samuel Ruiz no cedió ante el poder, su vocación y su mística de servicio siempre fueron más allá de las voces que se alzaron en su contra. ¡Qué difícil es en esta sociedad, levantar la voz en la adversidad, ser congruente con las ideas y los hechos¡ Samuel Ruiz sin duda, estaba hecho de otra madera, y desde luego que, resulta fácil salir en las revistas  Hola y Quién donde Norberto Rivera, Onésimo Cepeda y otros tantos, departen con altos funcionarios comiendo caviar, luciendo ropa de marca y tomándose fotos con los narcopolíticos de moda, lo difícil es ensuciarse los zapatos al lado de los indígenas, oler su miseria, sentir el dolor ante las injusticias. El tatic, dio muestras que su labor evangélica no tenía dobleces, por y para los pobres.
Pero ¿Qué hizo Samuel Ruiz en Chiapas? Primero diría yo, le recordó a la gente su condición de ser humano, de recobrar su dignidad a partir de su propia condición, y más allá de la religión, les habló de un término quizás para ellos desconocido, el de justicia. Su visión de la iglesia se transformó, desde las misas cantadas con marimba, hasta las celebradas en los dialectos de la región, el templo no fue más la edificación barroca de lucro y simulación, sino que se convirtió en la protección y refugio para los desvalidos. Samuel Ruiz, combinó de manera importante su función evangelizadora con la enseñanza de talleres que les permitiera a los indígenas, por su mismo esfuerzo la obtención de su propio sustento.
Asi como Samuel Ruiz vivió y quiso a los indígenas de Chiapas, actualmente el sacerdote Alejandro Solalinde da una muestra de valentía y congruencia en su permanente defensa de los migrantes centroamericanos. Solalinde ha denunciado los abusos de que son objeto los centroamericanos por parte de los grupos delictivos y la omisión complaciente de la autoridades. Precisamente es la función que se reclama de una Iglesia actuante, no complaciente, una iglesia renovadora y que permita a la sociedad vivir una religión fundada en los más altos valores del ser humano. Se abre un espacio propicio para que la Iglesia redimensione su función en el entorno social, no más sacerdotes simuladores y aduladores del poder. Y realmente ante tanta problemática social, se vuelve necesario refundar en la conciencia colectiva una base sólida de valores, y sin duda los diferentes credos religiosos pueden constituir un auténtico asidero de ayuda espiritual.