Por: Luz María Cisneros de Castañón.
Hace tres meses aproximadamente, estacioné el vehículo en la calle Villalpando, con el propósito de hacer unas compras en el centro de esta bella Capital de Zacatecas. Antes de bajar del carro, visualicé la figura del Maestro Salvador García y Ortega, Director de la Internacional Banda de Música del Gobierno del Estado.
Inmediatamente mi pensamiento voló en alas de la nostalgia, para traer a mi memoria la señorial figura de Don Juan Pablo García Maldonado, ilustre zacatecano y primer Director de la Banda,  a quien siempre  admiré por su talento artístico y  destacada presencia, que hablaban en cualquier escenario que se plantara, de su elegancia, distinción y brillante vena artística.
El rostro de Don Juan Pablo, surcado por gráciles arrugas, nos  hablaba de un pasado sembrado de alegrías y tristezas, de carencias y abundancias, de dulces sueños y bruscos despertares. Ese recio y cálido rostro, también nos hablaba de un presente,  en el que su dueño  cargaba un bagaje de glorias y tal vez de fracasos y en el que el tamiz de los años había depurado su contenido, para que la carga fuera más ligera y más preciosa. Y de un futuro, en el que la incógnita del ser o no ser se manifestaba, pero que no le impedía  disfrutar y paladear con deleite la copa de la vida.
De esta forma, mientras continuaba  contemplando la figura de Don Salvador, quien parado en la acera de enfrente parecía esperar a alguien, ocupándose entre tanto en  saludar con una sonrisa o un movimiento de mano, a quienes en sus coches transitaban por la calle y al pasar cerca de él, lo saludaban; el recuerdo de Don Juan Pablo se agigantaba en esa fresca mañana de primavera.
Pensaba entre el ruido del tráfico y el murmullo de los transeúntes,  que hay tres cosas o tres entes, que afirman, reafirman y confirman, la esencia zacatecana: el Cerro de la Bufa, Francisco Goitya y su  pintura âTata Jesucristoâ  y el talento musical y presencia viril de Don Juan Pablo García Maldonado. Sin desconocer que pudiera haber muchas más,  pero para mí, en estos tres, están encerrados el alma y el espíritu de un pueblo indomable y laborioso.
El Cerro de la Bufa, es el representante de  su fortaleza y su espiritualidad; la pintura de âTata Jesucrisoâ, nos habla del carácter recio, pero sensible y humano de Francisco Goytia y de los hombres y mujeres de esta tierra y Don Juan Pablo García Maldonado simboliza, la creatividad y la generosidad de los zacatecanos, que se prodigan a sus semejantes con amor y entrega plena.
Y mientras seguía inmersa en mis pensamientos, un coche se detuvo junto a Don Salvador y él con agilidad lo abordó y se perdió entre los demás vehículos que circulaban en el mismo sentido. Cuando desapareció por completo el vehículo y su pasajero,  recordé que tenía bastantes pendientes y cosas por hacer, por lo que no debía retardar ni un solo instante, el encaminar mis pasos hacia donde debía.
Sin embargo, aún me tomé un momento más para agradecer a la vida, la bella oportunidad que me dio en su momento de conocer a un hombre de excepción, cuya personalidad única se identificaba plenamente con un sombrero, un traje, una sombrilla o un bastón. Y cuyo talento inigualable brotaba al tomar su batuta que cual alada mariposa se movía armoniosamente, para dirigir a la que también es parte importante de la historia de Zacatecas: La Internacional Banda de Música del Gobierno del Estado.
Y concluyo esta colaboración, distinguidos y finos amigos y amigas lectores, manifestando  que Don Juan Pablo García Maldonado, a través de las notas de la Banda de Música, que ahora dirige magistralmente su hijo Salvador,  continuará por siempre viviendo en mi corazón.  Y que mi gratitud y reconocimiento son suyos, donde quiera que tenga actualmente su morada.