Por: Héctor Alvarado.
Antes de iniciar, quiero agradecer a mis amigos Rosy Quiñones y Bernardo Camarillo, por la invitación a colaborar en www.periodicomirador.com, lo que me permitirá ejercer, a través de artículos de opinión, lo que más me apasiona en la vida: el periodismo.
La propuesta de Elías Barajas Romo de crear el Acuerdo Social por la Paz es sin duda una iniciativa pertinente y oportuna para nuestra entidad, en la cual existe un sentimiento generalizado de pánico e inseguridad. El acuerdo convocado por el líder de convergencia, invita a cambiar las conductas individuales y colectivas, hábitos y actividades que perturben la armonía entre los habitantes de nuestra ciudad.
El Acuerdo Social por la Paz invita a realizar acciones que parecieran mínimas, por el hecho de ser individuales, pero si se realizarán, significarían un cambio que fortalecería la convivencia y armonía social, haciendo de nuestra ciudad un lugar más habitable, donde transitemos con la tranquilidad a la que estábamos acostumbrados.
Independientemente de que se coincida o no con el promotor del acuerdo, hoy más que nunca es necesario que los ciudadanos realicemos acciones que propicien la paz entre nuestra comunidad, para ello se deben recuperar y fortalecer los valores fundamentales que toda persona debe practicar y que dan sustento a la convivencia social.
En esta colaboración quiero referirme, particularmente a dos: el respeto y la honestidad.
El respeto por ser un factor elemental para que existan relaciones interpersonales en las que no quepa la agresión, la violencia o la ofensa entre quienes piensan de forma distinta, visten diferente, tienen un nivel socio-económico desigual o simplemente no comparten nuestros gustos.
Fundamental es rescatar el respeto a nuestros padres, a su forma de educar, a su autoridad sobre los hijos, a los horarios que establecen para el retorno a casa; el respeto a nuestros maestros, quienes nos enseñan sus conocimientos; el respeto por nuestros hermanos y personas mayores que antes era fundamenta pero que ahora se ha relajado y prácticamente ha desaparecido.
Hay que emplear la honestidad en la vida cotidiana para no tomar lo que nos es ajeno, no engañar a los demás, no buscar la transa, la corrupción o el acuerdo por debajo del agua como medio de sustento para nuestras familias o la realización de trámites; también ser honesto nos debe limitar para no escribir en Facebook, Twitter o cualquier otro medio de comunicación comentarios que no tengan sustento o mentiras que generen pánico entre los ciudadanos.
Sin duda alguna, Zacatecas necesita de la unidad, trabajo y colaboración mutua entre sus habitantes, situación que no se dará por llamados del Gobierno, por iniciativa de líderes políticos de cualquier filiación o por generación espontanea; sino por la práctica cotidiana de los valores de cada uno de los ciudadanos desde el seno familiar hasta en los lugares de convivencia pública.