Análisis Político
Por: Gabriel Contreras Velázquez
Un investigador de altos vuelos y reputación probada Cesar Iván Astudillo Reyes, abre la discusión con un cuestionamiento alejado, arriesgado y muy aventurado: ¿las redes sociales pueden definir la elección de 2012? Al escucharlo este analista piensa indudablemente en cuestionarle: ¿por qué tendrían que definir una elección? ¿Qué hace que las definan? Y ¿qué condiciones existen para que la definan?
Se le podría plantear esos cuestionamientos al miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, y caer en el juego de una discusión por más estéril, debido a que se habla de redes sociales sin elementos concretos e históricos para abordar la discusión. En primer lugar la elección de 2012 no es en nada parecida a la del 2006, donde la polarización era el eje central de la publicidad y mercadotecnia propagandística.
En la sociedad, la polarización también respondía al trabajo de un candidato que llevaba 5 o 6 años en campaña. Su estrategia era sencilla: aparecer todas las mañanas en televisión, para plantear o quitarle la agenda pública al mismo presidente âla misma que actualmente utiliza el primer ministro británico, sólo que en internet.
Con la capacidad menguada del ex presidente Vicente Fox, no sólo creció la popularidad del ex gobernador de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, sino que también dio origen a la campaña de polarización político electoral poniendo la histórica discusión del âdesafueroâ abiertamente para la opinión pública. A partir de ahí la izquierda fortalece su discurso, y toma un segundo aire para construir su campaña en tierra municipio tras municipio.
La siguiente parte de la historia ya la sabemos. Sólo me gustaría anotar que, nuevamente, el 2006 mantenía un espacio monopólico para la transmisión de propaganda y la âguerra suciaâ electoral: la televisión y la radio. Medios que impactan más fuerte a la opinión pública, y que actualmente han sido restringidos por el Instituto Federal Electoral, gracias a la experiencia de aquella elección (la cual sigue despertando pasiones incluso en las mismas autoridades electorales).
Se ha pensado atinadamente que las redes sociales serán el espacio de fogueo y de guerra sucia constante entre los usuarios y candidatos, ya que es un lugar donde la regla y la norma no existen. Sin embargo, de construir una premisa donde las personas utilizarán las redes sociales para manifestar sus opiniones, descontentos y argumentos, a pensar que las redes sociales âpueden definir una elecciónâ hay una gran falta de cálculo, experiencia y análisis político de por medio.
Lo que intentaban los panelistas del foro nacional Escenario Electoral del 2012, era ofrecer elementos para la discusión sobre el tema de redes sociales, y terminaron por circunscribir esa misma discusión a los estándares y parámetros con que los juristas analizan un fenómeno que para nada es normativo, ya que ni siquiera existe o existirá una regulación a medios electrónicos.
El âestado del arteâ con que trabajaron el tema de las redes sociales, permitió que envolvieran los elementos políticos en simples tendencias de discusión y campañas negras. Con ello nos muestran que, debido a la experiencia de 2006, se construyó un paradigma con que se piensan las leyes, los procesos y las instituciones electorales hoy en día.
Si bien el paradigma puede concretarse en nuevas leyes y autoridades electorales (lo cual es utópico, ya que en el escenario político las cosas no han cambiado profundamente), las discusiones no se pueden encerrar en lo que sucedió en 2006, sino en lo que está pasando actualmente. Ese fue el error de método que paralizó al país hace 6 años: nadie imaginaba, nadie se preparó y no existían instituciones lo suficientemente sólidas para encarar ese parte aguas histórico.
Hoy, esas mismas instituciones tratan de fortalecer su credibilidad, dentro de una crisis que no solo compete a lo electoral, sino al país entero (recordemos las palabras de Manuel Clouthier cuando se registro como candidato independiente ante el IFE).
Los juristas olvidan fácilmente las relaciones de poder que existieron en aquellos momentos, donde el Partido Revolucionario Institucional, escindido en contra de Roberto Madrazo, también polarizo su cuota electoral a favor o en contra de Calderón o López Obrador.
¿Por qué es importante pensar esto? Porque hoy en día el escenario ha cambiado radicalmente una vez rebasadas las diferencias que los pusieron en tercer lugar de preferencias electorales hace 6 años. Hoy el PRI representa 19 de los 32 estados del país. Su estructura de voto duro y acarreo es más fuerte que hace 12 años, y por encima empuja un candidato que monopoliza los espacios de televisión desde hace 3 años.
La tendencia electoral es diversa de acuerdo a las encuestas, más no distinta. Los sondeos varían en cuanto a los puntos de distancia, y es de observar que en su mayoría (excepto el de Mercaei que presentó Calderón donde Josefina esta a 4 puntos de Peña) se mantienen entre 10 y 20 puntos de diferencia entre el primer y segundo lugar.
Sin embargo aun poco se puede hablar de un segundo lugar que se acerque peligrosamente al priista, por el momento político que estamos atravesando. Faltan 10 semanas para definir la elección. Con este timming, la única campaña que permitiría polarizar a tal grado las preferencias es una que utilice la radio y la televisión.
Como le comentaba anteriormente, dichos medios se encuentran ampliamente regulados por la autoridad electoral, para evitar generar esa seductiva polarización para los lejanos candidatos del 2°, 3° y 4° lugar.
Ahora bien, ¿en qué pueden influir las redes sociales en una elección que difícilmente podrá acercar a tres contendientes a un candidato puntero? Es una premisa más sensata, que imaginar a las redes sociales âdefiniendoâ elecciones.
A toda acción⦠múltiples reacciones.
El incidente del gobernador Alonso Reyes durante el concierto de Alan Parsons Live Project, da otro ejemplo de la jerarquización que se realiza de tiempo atrás de los eventos âpúblicosâ.
Mientras el grupo lanzaba algunos de sus éxitos -muchos de ellos con un estilo informal, que invita a que la gente no permanezca sentada- al mismo tiempo pinchaban al público a acercarse al escenario.
Existía un espacio de 2 a 3m entre la valla de la escenografía y la primera fila, siempre reservada para la âplana mayorâ de la burocracia. Ese mismo lugar es reservado para que los camarógrafos y fotógrafos realicen tomas apenas unos escasos minutos durante el evento.
De repente, la gente acudió a los llamados del grupo musical ocupando dicho espacio. Termina la canción, y las autoridades comienzan a presionar para que la gente vuelva a sus lugares, alejados de ese punto. Fue ahí cuando su suscitó un problema que bien puede afectar la popularidad del mandatario.
La decisión: ¿dejar que la gente permanezca en esa parte del stage mientras estorba la vista al gobernador y sus invitados? ¿o prudentemente alejarse del lugar, cederlo a la gente (ya que es un evento dirigido al público) y disfrutar del evento en cualquier otro espacio que no estorbe a la mayoría?
La respuesta tardó en llegar. El manager del grupo discutió con Horacio Contreras (ex chofer de Miguel Alonso), sin que éste último cediera a una posición de gendarme (misma que no le corresponde) para tomar decisiones que no están en sus manos. Hecho que empeora la imagen de su jefe.
Al último Miguel Alonso entendió que ya no era un problema de âcomodidadâ el presenciar el evento en esas condiciones, sino de saber definir su posición frente a aquellos que van a decidir por ratificar en unos meses a su partido en la presidencia⦠Para esto pasaron alrededor de 10 costosos minutos.