LAS SOCIEDADES DEMOCRíTICAS

Por: Lic. Catarino Martí­nez Dí­az

Faltan unos cuantos dí­as para que los mexicanos elijamos al nuevo Presidente de la República, algunos Gobernadores de diferentes Entidades Federativas, toda la Cámara de Diputados y una parte del Senado de la República. En el Distrito Federal se elegirán Jefe de Gobierno y Jefes Delegacionales. En varios estados de la República también se renovarán los poderes municipales y todo ello, proyecta una dinámica interesante en el comportamiento de la sociedad. El proceso electoral 2012 acapara la atención de millones de mexicanos, radioescuchas, televidentes y lectores de diarios y revistas seguimos paso a paso los acontecimientos.

Es importantí­simo señalar que el principio de legalidad, surge a partir de las leyes que tenemos vigentes y arranca desde el momento que el proceso electoral tiene una validación por parte de las Autoridades Electorales, quienes en asamblea pública desde el Instituto Federal Electoral y en los Institutos Estatales donde habrá elecciones locales, Consejeros y Representantes de los Partidos Polí­ticos fueron validando una a una las etapas de organización y ejecución de los acuerdos que ahí­ se tomaron. Tales como convocatorias, registro de candidatos, entrega de constancias, validación del padrón electoral, sorteo y elección de funcionarios de casilla, en su etapa oportuna acreditación de representantes de los partidos y candidatos, de observadores.

La capacitación para los funcionarios se dio con oportunidad y todo ello generó una gran actividad. Etapas y desarrollo que nos aseguran en una palabra, que tanto el IFE como los Organismos Estatales son instituciones plenamente confiables. Organismos e instituciones construidas con grandes esfuerzos, procesos perfectibles año con año, y el paso de generaciones de expertos en polí­tica electoral.

Las leyes que actualmente nos rigen, son un esfuerzo extraordinario de legisladores y partidos polí­ticos, adecuadas, adicionadas y mejoradas con la incorporación de nuevos elementos que garantizan los grandes consensos, los que ya pasaron por el debate, la aprobación por el Poder Legislativo y la promulgación de la ley por parte del Poder Ejecutivo.

Todos los participantes en el proceso electoral y aún la sociedad misma en mayor o menor grado conocemos dichas leyes, y todos estos pasos se dan antes de la jornada electoral, es decir, candidatos, representantes, observadores y ciudadanos aunque sea desde nuestro hogar, conocemos las reglas, nadie puede llamarse engañado o ajeno al juego en que se compite.

Por supuesto que aún nuestras leyes son perfectibles, pero las leyes y reglamentos que tenemos, garantizan un proceso electoral transparente, más equitativo y con monitoreo permanente hasta por instituciones educativas de prestigio como el IPN y la UNAM que llevan un seguimiento puntual en los medios de difusión y lo cuantifican.

Periódicos y revistas hacen propaganda y alusión a los candidatos y partidos, de  conformidad con los convenios avalados por la autoridad, existiendo lí­neas editoriales de unos y otros candidatos, para que en la medida de lo posible se privilegie la equidad, la no contratación clandestina o los apoyos soterrados y al margen de la ley.

Las bardas y los promocionales por vez primera, son cuantificados y muchas de ellas se quedaron vací­as para no rebasar los topes de gastos establecidos, para evitar que por medio de dádivas se contrataran y pagaran las bardas en todas las comunidades como sucedió en otras elecciones, particularmente en Zacatecas las de 1998 y 2001 que fueron verdaderamente depredaciones con cargo al erario público.

Ahora hay controles que antes no existí­an, hay quienes dicen que hasta excesivos como la veda electoral, particularmente en perjuicio de la información y de los medios masivos de comunicación, pero con vigencia plena. Ajustes y vigilancia de cuentas para candidatos y partidos, hasta los empresarios y donadores voluntarios están en la mira de la autoridad.

Recordemos que la reforma más trascendente en materia de comunicaciones, fue haber declarado como bien de la nación el espectro y las señales de radio y televisión, haciendo valer el tiempo obligatorio por parte de los concesionarios de radio y televisión, y resaltando que autorizar nuevas concesiones, es una facultad de la autoridad. Destinar el tiempo oficial a favor de campañas de salud, educación y la información de interés público.

Se acotó el arbitrio del concesionario, y parte de este tiempo obligatorio se destinó también a los partidos polí­ticos como instituciones de orden público. Los llamados “partidos chicos” resultaron los más beneficiados con esa medida. En esa reforma tan protestada y debatida, se sometieron los poderes fácticos de la información, al mandato de la ley y del poder civil.

Las controversias hasta ahora presentadas durante el proceso electoral para garantizar los derechos polí­ticos de los ciudadanos, han sido por otra parte desahogadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la más trascendente hasta ahora desde mi punto de vista, fue haber hecho respetar la cuota de género en las candidaturas de los partidos polí­ticos, situación que en su momento cimbró las estructuras partidarias de todos los institutos participantes, pero que, con justicia las mujeres salieron ganando, apoyadas en ese principio que aunque resulte polémico, tiene vigencia y debe respetarse. Justo es reconocer que todos los partidos acataron el mandato jurisdiccional.

Debates, marchas, movimientos, propuestas, eventos masivos y encuentros con grupos de participación ciudadana, han enriquecido las campañas. Siempre será deseable que se omita la guerra sucia, no sólo porque demerita el quehacer de los polí­ticos, sino porque genera odios y enconos que luego no sabemos cómo conciliar. Familias y comunidades enteras han quedado marcadas, atrasadas y divididas por procesos electorales anteriores, cuya constante fue la guerra sucia, la diatriba, la compra de conciencias y eso, daña severamente la democracia. Actualmente hasta eso se ha tolerado y el proceso electoral sigue adelante.

Todos sabemos cómo vamos a votar, qué credenciales tienen vigencia y cuáles no; la vieja consigna de que los muertos votan no tiene sustento alguno ni tienen credencial ni están el padrón; la percepción de que se pueden meter boletas falsificadas es prácticamente imposible, los controles de seguridad están garantizados. El padrón con fotografí­a fue revisado, avalado por los partidos y la ubicación de casillas hasta en Internet se puede consultar.

Ha sido un gran esfuerzo de las instituciones, pero sobre todo de la ciudadaní­a misma. Nadie puede entonces a estas alturas llamarse defraudado, serí­a graví­simo para toda la sociedad anticipar fraudes, alentar la violencia, el caos y llamar al desorden. Aún el dí­a de la jornada electoral estarán representantes y observadores de partidos y candidatos, que registrarán las incidencias y en su momento las harán valer como impugnaciones, las cuales serán resueltas por las autoridades electorales y en su momento por los tribunales estatales y de ser necesario federales según sea el caso, para que resuelvan lo que en derecho proceda.

El fallo de la autoridad electoral es apelable por causas contrarias al derecho, el fallo del tribunal electoral es definitivo. Es ese y no otro el camino de la legalidad, así­ opera el estado de derecho y así­ se prestigian la cultura y la vida democrática. Hagámosla valer siguiendo esos cauces. Confiemos en nosotros mismos, respetemos los resultados y apoyemos a quienes obtengan la victoria, sean del partido que sean, pensando en el bienestar y prosperidad de todos los mexicanos.

Sólo la sociedad da y quita el poder, ha podido evaluar ya a todos los partidos a diferentes niveles de gobierno en el ejercicio del poder, ha pulsado el trato y las formas en que es atendida por los funcionarios. En consecuencia: El voto es el único instrumento válido de elección, y es un instrumento ciudadano que tiene valor universal, que se deposita en la secrecí­a de nosotros y la conciencia libertaria en la privacidad de una mampara. Ahí­ hacemos valer el dictado de nuestra conciencia. Respetémoslo.


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