LA DEMOCRACIA SIN EDUCACIÓN CREA CIUDADANOS SIN OPINIÓN Y ESTADO SIN VALORES

Por:Martín Escobedo Gutierrez

Voto, sufragio, parecer, opinión, sentir, dictamen, etcétera. Los ciudadanos que decidimos mediante la emisión de un voto quien será el responsable de administrar los recursos propiedad de todos, así como quienes habrán de establecer las leyes, normas y criterios que regularán la forma de ser, pensar y actuar; en el sencillo acto de marcar una boleta a favor de quienes consideramos los mejores para asumir la responsabilidad y el compromiso de decidir y ejecutar por todos, incluso por los que no depositaron en ellos su confianza.

En una sociedad tan diversa, donde resulta difícil llamar la atención hacia un tema en particular u objetivo al trabajador que vive al día, al joven sin empleo, al empresario, al ama de casa, a quien compra en la calle o en el centro comercial, a quien escucha solo la radio y sus “educativos programas de consulta sentimental” ¿cómo llevarlos un día, al mismo lugar, a que decidan el futuro propio y el de aquellos que no quisieron votar?, ¿cómo hacer que esas diferentes formas de ver y sortear la vida, coincidan en la necesidad de tomar decisiones libres e informadas respecto de cuál puede ser la mejor opción para el presente y el futuro individual y social de los electores? Educar es la única solución.

Desarrollar el criterio personal del individuo, su autonomía, que no significa otra cosa que la capacidad para tomar las mejores decisiones con base en criterios ciertos, objetivos y perfectamente razonados. Encaminarnos hacia el razonamiento, que consiste en conocer la verdad o dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. Desarrollar los valores de la democracia en cada uno de los ámbitos de nuestra vida es el reto. Pero, ¿cómo exigir a los que piden el voto, que no lo hagan por “visiones personales”?; sino por convicción de servicio a su entorno social y que no lo busquen entre la necesidad, el fanatismo o la ignorancia, que vive gran parte de la sociedad de este país.

Es tarea de todos educar, en forma simultánea y en todos los espacios a los individuos; no olvidando que antes de levantar el edificio es necesario pensar en el cimiento. Construir con Libertad la educación cotidiana, esa capacidad de autogobernarse que debe tener el ciudadano y con ello, de asumir como válido lo que legitimó con su voto, ser partícipe de las  decisiones colectivas y con ello respaldar a las autoridades y exigirles cuentas cuando haya omisiones en su gestión. Formar en Igualdad implica otorgar los mismos derechos, pero también las mismas obligaciones  a ciudadanos tan diversos; asumir que las diferencias serán reconocidas pero no tratadas con criterios particulares. Es el Respeto un valor necesario para poder entender la Igualdad, en un ambiente que parece o es, tan desigual.

¿Cómo hacer que las actividades cotidianas se vuelvan el medio ideal para desarrollar los valores democráticos y hacer de la calle el salón de clases?; en el mundo perfecto respetaríamos los señalamientos viales, tendíamos las mismas posibilidades de educación, capacidad de adquisición y mucho más. Al no ser así, la tarea de educar en la democracia se complica y por ello se vuelve una disciplina particular para cada ciudadano; sus formas de pensar, de vivir, su entorno y perspectivas tienen que incluirse en la educación para la democracia que debe recibir. Esto no implica tener que modificar los conceptos de estos valores a la visión personal de cada ciudadano, requiere que todos los apliquemos, los fomentemos y que lleguen a ser parte integral de nuestra forma de vida.

“Educar al niño para no tener que corregir al adulto”, más que una frase debe ser la principal preocupación de la sociedad; comenzar en ellos modelos de educación cívica como los que nuestros abuelos llevaron en su educación primaria; se requiere voltear hacia atrás para reconocer lo malo, pero también para retomar lo que funcionó. Valores que más allá de visiones particulares, puedan considerarse como actos morales y de libre decisión, deben ser del conocimiento de una niñez y juventud que afronta su crecimiento social con reglas y castigos propios; valores como Respeto, Justicia, Tolerancia, Equidad, Lealtad, Solidaridad, Austeridad, Honestidad, Sinceridad, etcétera; deben de ser el punto de partida para formar la generación que en algunos años decidirá las reglas de convivencia entre el gobierno y la ciudadanía, entre los representantes y los representados, así como la más importante, la convivencia entre los mismos ciudadanos. Convivencia que se ha visto limitada por las diferencias creadas por la política, el deporte, la religión, la lengua, el nivel económico, la raza y las particulares que cada ciudadano tiene hacia los demás, por lo que la consecuencia ha sido la falta de una verdadera educación para la democracia.

Más allá del día de la elección, los mecanismos y los valores de una verdadera Democracia tendrían que ser un hábito cotidiano, desde los sencillos actos de convivencia en la espera de la llegada de un transporte público, en la educación formal e informal, en los discursos y actos políticos; la grandeza de un Estado es la suma de las voluntades, de miles de pequeños actos valiosos de sus integrantes. El día de hoy, cada ciudadano tendrá la posibilidad de aplicar varios valores de la democracia, algunos sin darse cuenta (aunque tendría mayor valía que fuesen actos conscientes y decididos como una contribución al desarrollo de la nación); cada representante popular o responsable de la administración pública hará lo mismo; los medios de comunicación y sus diferentes formas de expresión de igual manera. Porque a fin de cuentas “La Democracia es cosa de todos los días”…

*Jefe de Oficina, Seguimiento y Análisis

Del Registro Federal de Electores

Del IFE en Zacatecas

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