“GRACIAS POR LAS ROSAS Y EL PERFUME, PERO…”

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Foto: Ernesto Moreno Valtierra / MIRADOR

Hoy, en la mayoría de los hogares mexicanos se celebrará a las madres, esa figura emblemática que la sociedad ha elevado a poco más que sagrada. La mercadotecnia hará “su agosto al costo” vendiendo miles de flores, perfumes y electrodomésticos.

Pero para quienes dejamos atrás a nuestras hijas e hijos; o quienes nos quedamos atrás cuando nuestras hijas e hijos deciden emprender el viaje; quienes no sabemos dónde están, pues durante el viaje o a través de la deportación perdimos contactos con ellos, este día no será de júbilo. Por el contrario, será un día más sin estar cerca de nuestras hijas e hijos.

Hay tantas formas diferentes de vivir la migración para quienes somos madres:

1. Madres cuyas hijas e hijos han vivido durante años en Estados Unidos.  La situación de separación prolongada por falta de documentación migratoria causa angustia por no tener información o sencillamente porque las madres no saben cómo viven sus hijas e hijos y no los pueden apoyar. 

Para apoyar a las madres lejos de sus hijas e hijos, hay organizaciones como el Centro de Atención a la Familia Migrante (CAFAMI) en Tlaxcala que ha apoyado a grupos de madres para que puedan visitar a sus familiares en Estados Unidos a través de programas culturales y vínculos con comunidades de destino.  Los estados deberían apoyar estas prácticas que permitan la convivencia transnacional.

2.  Madres que dejan atrás a sus hijas e hijos en busca de un trabajo que les permita mejorar las condiciones de vida de sus hijas e hijos.

Desde 1960, el porcentaje de mujeres mexicanas que migran hacia Estados Unidos ha sido casi del 50 por ciento. La mayoría del tiempo, van con la esperanza de estar por un tiempo no mayor a 3 años.  No obstante la realidad, muchas veces, es diferente.

Actualmente, las mujeres están migrando por su cuenta, algunas veces dejando a hijas e hijos pequeños a cargo de otros familiares.  Se van para mejorar la situación económica y educativa de sus hijas e hijos, o en ocasiones, para alejarse de la violencia familiar. La carga cultural las mantiene en un estado de culpa, juzgadas como malas madres.

3.   Madres que intentan viajar con sus hijas e hijos asumiendo los riesgos en el camino, los altos costos de traficantes-coyotes o el riesgo de separarse durante el viaje, por cruzar por rutas diferentes.

Algunas madres intentan cruzar la frontera con sus hijas e hijos, otras, que ya viven en Estados Unidos, “contratan” a un coyote para reunirse con ellos, pagando montos muy altos, entre 10 y 15 mil dólares. Pero el precio más caro es la perdida de una hija e hijo, ya que en algunas ocasiones el coyote separa a las y los niños al momento de cruzar.

4. Madres migrantes que durante una situación de detención en Estados Unidos pierdan contacto con sus hijas o hijos. Si el Estado obtiene la custodia, el proceso de reunificación familiar en Estados Unidos o México puede ser tardado y burocrático.

Entre 2010 y 2012, Estados Unidos deportó a 204,810 madres y padres de niñas y niños estadounidenses. Esta cifra no incluye a las madres y padres que dejaron atrás a sus hijas e hijos migrantes con o sin documentación migratoria. Las deportaciones de personas con mucho arraigo en el país vecino ha agudizado la situación de separación familiar.

5. Madres que han perdido contacto con sus hijas e hijos en el camino. Muchas de ellas los han buscado durante años, en ocasiones acompañadas por el silencio de las autoridades.

Durante los últimos 10 años, ha incrementado el número de Caravanas de madres y grupos de familiares de migrantes desaparecidos, principalmente provenientes de Centroamérica. Como cada 10 de mayo, hoy madres en busca de sus hijas e hijos marcharán en la Ciudad de México para exigir respuestas a las autoridades.

Ante estas realidades, las madres necesitamos compromisos, por parte de los gobiernos, para crear políticas públicas que apoyen a las familias y les garanticen los recursos necesarios para ofrecer a sus hijas e hijos una vida digna y mejores oportunidades educativas, de salud, económicas y emocionales. Necesitamos información y soluciones ante las prácticas y políticas migratorias de la región, que han separado a nuestras familias, que han dejado que el día de las madres se convierte en un día simbólico para la exigencia de estos derechos, más allá del perfume y las rosas.

ATENTAMENTE,

Madres Migrantes y Madres de Migrantes

www.imumi.org/

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