Por: Lic. Rosa Elisa Acuña Martínez
Hace unos días, cuando mi niño de siete años, me preguntó  ¿Qué vamos a hacer hoy  que se conmemora a la mujer?, no tuve más que decirle, que lo mismo de todos los días.  Las grandes transformaciones sociales, se han gestado con pequeños actos continuos y permanentes, y en el caso de la reivindicación de los derechos de la mujer, más que sólo un día al año, se requiere que los 364 restantes asumamos una actitud comprometida con la causa.   El tema de la mujer, es un tema de cultura, de ir cimentando bases que permitan un trato igualitario, un trato sin discriminación, una convivencia libre de violencia, una sociedad que privilegie por igual las potencialidades del ser humano, más allá del género. Pero para lograr cambios auténticos, transformaciones estructurales, es necesario incidir en los patrones culturales, en las reglas que dictan la convivencia diaria. No estoy en desacuerdo que se incorporen a la legislación acciones afirmativas que protejan los derechos de grupos vulnerables, pero más acuerdo estoy, en una actitud diaria de reivindicación de los derechos, con actos mínimos, empezando desde el hogar. Por ahora,  si no participamos en una tribuna legislativa, sí contamos con un foro más valioso, el de nuestro hogar, desde ahí, pondremos reglas que promuevan el respeto, hijos que adviertan que el trato entre los padres es de armonía y no de agresión. Formemos hijos sanos, con valores y actitudes emocionales equilibradas, donde la  destrucción, la violencia, la discriminación sean temas vedados en su conducta.  De manera natural, se irá dando una transformación profunda y se logrará un irrestricto respeto a los derechos de los seres humanos, y desde luego de las mujeres. Más vale preocuparnos por lo que hacemos todos los días y que nuestros hijos son fieles aprendices de nuestros actos, que colmarlos de frases estudiadas una sola fecha.  Se dice, âque las palabras convencen, pero los hechos arrastranâ, de ahí, que seamos las mismas mujeres las que forjemos desde los cimientos de la estructura social, un movimiento tal, que sea capaz de transformar los patrones culturales.   No debe ser la agresión, la pauta que marque el trato cotidiano,  pero se trata también  de una responsabilidad en toda la extensión de la palabra, en principio,   que no se permita la autoflagelación o la discriminación empezando por nosotras mismas, debemos contar con las herramientas necesarias para transformar nuestro entorno, es nuestro deber prepararnos, estudiar, esforzarnos cada día por ser capaces en diversos ámbitos de la ciencia. No hay que olvidar, que la liberación del ser humano viene concomitante con su capacidad creadora, âel trabajo  es liberadorâ.  Y después, al ser formadoras de seres humanos, debemos ser conscientes de los valores y pautas de conducta que transmitimos, porque luego somos las madres de familia, las principales forjadoras de la cultura machista desde el hogar, âque la hija haga lo que el hijo deja de hacerâ , tanto derecho tiene una como el otro, porque hablamos de seres humanos por igual. Lamentable resulta, que una educación diferenciada, prepare a los hijos para una vida de relajación y placer y a las mujeres para la sumisión y aceptación. De ahí que, aún cuando haya leyes de avanzada, no podremos lograr un cambio auténtico, si en los hogares sigue prevaleciendo un precario entendimiento de la condición igualitaria de los seres humanos. Â
Un tema toral es que  las políticas públicas (con la llamada transversalización de género) deben estar encaminadas a generar condiciones de desarrollo para las mujeres, aspectos que se materialicen más allá de discursos sabidos y garanticen el acceso a los derechos fundamentales, de salud, vivienda, empleo, educación, cultura, etc. Compromisos reales que contribuyan a abatir el rezago histórico de miles de mujeres y que, solo con una ayuda decidida, se generarán condiciones para un verdadero empoderamiento social.
Nuestra sociedad actual,  caracterizada por la violencia sin límites, también ha hecho presa a las mujeres, y el caso más emblemático pero no menos deleznable, es el de las muertas de Juárez, toda la putrefacción social, parece que se ha concentrado en esa ciudad, pero ante ello, resulta inadmisible que siguen los multihomicidios sin esclarecerse, los crímenes impunes lacerando la memoria colectiva, y  un gobierno inepto e ineficaz, que  se enreda en excusas y callejones sin salida. Me pregunto, cómo fue posible dar con los homicidas del agente estadounidense muerto en San Luis Potosí en una operación rapidísima y en Cd. Juárez permea el olvido, la impunidad o la complicidad. En fin, son de los grandes temas que siguen en la palestra pública y que siguen sin resolverse.
Como mujeres, nuestra función es magna y esta sociedad reclama una participación activa, comprometida y responsable de nuestra parte. No en vano somos más de la mitad de los mexicanos, siendo mujeres 57,481,307 personas  y madres de la otra mitad,  es decir de los 54, 855, 321 varones que habitan nuestro país, entonces será necesario replantearnos que hay que tomar a nuestro país en nuestras manos, y con la sensibilidad propia de las mujeres, con la intuición que nos caracteriza y que dice ser el sexto sentido, refundemos desde el plano íntimo de nuestro hogar un cúmulo de valores que permita a nuestros hijos vivir en una sociedad mejor.