Por: Jorge Gustavo Castañón Cisneros
¡Quiero ingresar a los EE.UU! Es ese el deseo profundo, que bien podría asumirse como sentencia, que emiten muchos paisanos desde este lado de la frontera. En esta ocasión compartiremos la aspiración de una de esas paisanas para quien esta frase es parte importante de su cotidianeidad a quien denominaremos Silvia.
Silvia ya ha vivido en la Unión Americana en el estado de South Carolina, trabajó en el servicio doméstico, en laundries, en cafeterías y en hoteles como camarera y mesera. Vivió maltrato doméstico con su ahora ex esposo con quien tuvo dos hijos.
Fue deportada hace un año y ahora radica en Zacatecas. Aquí tiene una ferretería e incluso fue beneficiada con el Fondo de Apoyo al Migrante por un monto de $12,500 pesos para mejora de su pequeño negocio. Los invirtió, pero desafortunadamente factores externos, como la inseguridad, le han impedido contar con un ingreso mínimo para el sostenimiento propio y el envío de âremesasâ a sus niños quienes aún estudian la High school  en una escuela pública de South Carolina.
Aquí vive con su madre. Tiene de vecinos un par de hermanos y en el fin de semana toma un par de cervezas con una hermana menor, recién deportada de Québec, Canadá donde quiso aplicar bajo la figura de asilo político y le fue negado 3 años después, en este septiembre hace justo 2 meses. Ambas comparten sueños frustrados, recapitulan sus errores y de pronto les emerge un sin fin de recursos que aseguran les hubiesen sido de gran utilidad para que ninguna hubiera dejado sus respectivos países de residencia.
Silvia quiere irse. Muchas son las razones que justifican para sí esa decisión. La principal dice, son sus hijos. Y después el ingreso económico, la tranquilidad, la costumbre (19 años de residencia son una vida), el inglés que si bien no habla si extraña, los gí¼eros, los morenos, su amiga filipina, su vecina colombiana, los malls, etc.
Cada tres días externa e imagina una nueva manera de poder emigrar a la Unión Americana. Revisa una y otra vez los documentos de inmigración en el que se le castiga por haber estado sin documentos más de un año. En el que se le explica que fue carga pública, que tuvo tickets que no cubrió, datos que evidencian que había sido detenida y âfichadaâ, en 3 ocasiones (1999, 2004, 2007), en la frontera intentando ingresar, que contaba con un seguro falso y otras cosas. Un documento lapidario: 10 años antes de pedir un âperdónâ para ingresar con algún tipo de visa.
Fue a Guadalajara con un âabogadoâ que le recomendó una conocida. Muy fregón, le prometió. Muy caro, le advirtió. De allá regresó Silvia emocionada porque este personaje le dijo lo que ella necesitaba oír. Pagó $1500 pesos para que la recibiera en su despacho y oírla. Unos días después pagó $8,500 pesos más por una carta metida en un sobre bolsa. No la abra hasta que se la entregue al Cónsul, le exigió el Abogado mientras contaba que estuviera el monto pactado completo.
Pero su curiosidad fue mucha y su sorpresa mayor al decidir abrir el paquete para ver la magna defensa que el Abogado alegaba a su favor. Ahí adentro solo había una simple hoja tamaño carta, con dos párrafos sencillos y llanos, de los cuales, el 50% se refería a saludos y amabilidades hacia el Consulado, ni siquiera al Cónsul General. Otro 25% decía grosso modo que ella pedía perdón por lo que hizo y que estaba triste. El otro 25% se fue en despedidas y abrazos. Aun así se fue al Consulado y entregó el documento. Es obvia la deducción de la negativa de visa.
Intentó irse de âmojadaâ pero la dejaron varada en algún lugar de Sonora. Perdió otros 1000 dólares (el trató fue que pagaría los restantes 2200 dólares cuando cruzara la frontera). Quiso después solicitar una visa H2B mediante la aplicación de su último patrón, de origen hindú, en South Carolina, pero el patrón no le ayudó. El contador de éste le advirtió sobre los riesgos ante el Departamento del Trabajo y Migración al hacer una petición no basada en una verdadera necesidad de mano de obra extranjera.
Quiso intentar una visa en la modalidad de trabajadora doméstica en el Consulado de Guadalajara con otro amigo americano, un gí¼ero a todo dar, comentaba. Más éste no pudo acreditar lo mínimo necesario para esta visa, sin mencionar que la esposa del gí¼ero señaló los antecedentes migratorios negativos de Silvia.
Quiso que otro muy amigo de ella, americano de ascendencia francesa, la pidiera como su prometida y poder ingresar así a los E. U., con el fin de casarse con él, Â pero el Abogado de su amigo le explicó los alcances legales de un fraude dentro de los Estados Unidos al mentir sobre la relación y el falso noviazgo.
Por último ha platicado con el hijo de una tía, hermana de su mamá, y primo de Silvia para que venga a Zacatecas, se casen aquí y después realice la petición a su favor. íl es residente legal desde hace 25 años. Es 18 años mayor que ella. La ha visto cuando mucho en 3 ocasiones, pero aún así la escuchó atento y con toda la intención de ayudar.
La madre del prospecto marido, fue un día a su casa y demás esta comentar lo que le dijo. Otra opción que se esfumaba. Parece que su último recurso es esperar por lo menos 7 años más en tanto uno de sus hijos, cumple la mayoría de edad y ejerce su derecho de petición de un familiar inmediato. Mucho tiempo de espera, se lamenta Silvia.
El resultado es claro. Ella sigue aquí. Repitiéndose día a día: ¡Quiero ingresar a los Estados Unidos!
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